sábado, 5 de febrero de 2011
citadino carpentier
EL NACIONAL, Caracas, 07 de Agosto de 1997
Cuenta de Libros
ALEXIS MARQUEZ RODRIGUEZ
Las ciudades de Carpentier
A lo largo de su vida Alejo Carpentier vivió en tres ciudades, que lo marcaron profundamente, y a las que amó muchísimo. Desde su nacimiento el 26 de diciembre 1904, hasta 1928 vivió en La Habana. De 1928 a 1939 vivió en París. De 1939 a 1945 volvió a vivir en su ciudad natal. En agosto de 1945 los Carpentier, Alejo y Lilia, se trasladan a Caracas; aquí vivirán hasta mediados de 1959, cuando regresan a La Habana, donde estarán de nuevo hasta 1966. Este año se trasladan a París, designado Alejo Ministro Consejero para Asuntos Culturales de la embajada de Cuba en Francia. Allí permanecerá ininterrumpidamente hasta su muerte, el 24 de abril de 1980, aunque viajará a La Habana dos o tres veces cada año.
Esas fueron las ciudades que Carpentier más amó, de lo cual hay en sus escritos abundantes testimonios, además de lo que sabemos de primera mano quienes lo conocimos muy de cerca. También sintió gran amor por otras ciudades, como Madrid y México, donde no vivió nunca, pero a las que viajó en numerosas ocasiones. Igualmente le fascinaba Nueva York, de cuyo encanto no pudo sustraerse, a pesar de que en ella estuvo solo un par de veces, y por muy poco tiempo. A dondequiera que llegaba tomada posesión del lugar con una enorme sensibilidad y una mirada alerta, lo que le permitía conocer el medio con una envidiable capacidad para adaptarse y descubrir sus secretos y peculiaridades.
Sobre esas ciudades que lo fascinaban Carpentier escribió muchas páginas. Artículos, reportajes, conferencias y otros textos, incluso pasajes de novelas y cuentos, le sirvieron para plasmar su pasión por ellas, sus costumbres, sus paisajes, su gente... El año pasado, Alfaguara, de Madrid, la única empresa española que edita frecuentemente obras de autores hispanoamericanos, publicó un precioso libro, El amor a la ciudad , donde se recogen 14 textos de Carpentier sobre La Habana. La pasión por su ciudad, así como su minucioso y circunstanciado conocimiento de ella, sus rincones, sus vericuetos, sus peculiaridades, su gente, siempre fueron para Alejo como un alimento espiritual y ninguna aventura más fascinante que recorrer sus calles con él de guía excepcional -nada más ajeno a los guías turísticos, a quienes él detestaba-, capaz de contar interminablemente anécdotas y detalles pintorescos de cada sitio, con aquel maravilloso don de conversador y comentarista de lo más disímil que lo acompañó toda su vida.
Los textos de este libro van desde una breve crónica de 1925 sobre la costumbre de muchos de andar largas horas nocturnas deambulando por las calles habaneras, hasta un texto de 1973, una especie de gran reportaje sobre la gente y las costumbres de La Habana entre 1912 y 1930, leído alguna vez en la sede del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC). Entre ellos se incluye un trabajo ya publicado otras veces, ``La ciudad y las columnas'', texto escrito para acompañar un álbum de cien fotografías de viejas casas de La Habana, de Paolo Gasparini, editado como libro por primera vez en 1970, por la editorial española Lumen.
Asombra la continuidad estilística y temática de estos trabajos, escritos a lo largo de casi cincuenta años. En todos, desde los juveniles de los años 20 ó 30, hasta los de la madurez de los 70, están los rasgos esenciales de una escritura desde el principio ya definida y cuajada. En cuanto a la constante temática, se explica por estas palabras del propio autor, en una crónica de 1959: ``Puedo jactarme de tener un profundo conocimiento de La Habana; pero no tan sólo de su topografía e itinerarios interesantes. Vi crecer La Habana con el siglo. La he contemplado bajo sus más distintas iluminaciones. En cien oportunidades he escuchado sus voces, secretos, y he tomado su pulso...'' (p.94).
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