sábado, 31 de mayo de 2014

AUNQUE NO QUIERA HABLARSE DE ELLO

EL UNIVERSAL, Caracas, 30 de mayo de 2014
Síndrome de Estocolmo
ARMANDO SCANNONE

El término existe desde 1973, cuando al intentar asaltar un banco, el secuestrador tomó cuatro rehenes que lo protegieron, para evitar ser atacados por la policía. Terminaron siendo cautivos del raptor y además convertidos en sus colaboradores. Posteriormente, en 1974, el término adquirió más notoriedad, al ser secuestrada Patricia Hearst, nieta del magnate William Randoph Hearst. Ya  liberada se unió a sus secuestradores, ayudándolos a realizar, portando un rifle de asalto, el robo de un banco. Tomó el nombre de Tania, en homenaje a la guerrillera argentina Tamara Bunke, amiga del Che Guevara, en Bolivia. Posteriormente se enamoró de uno de sus secuestradores.
Sucede igual con el vínculo de obediencia, respeto y aprecio, que  se establece en el entrenamiento militar con soldados novicios, sometidos a obedecer órdenes traumáticas e infamantes. También en las llamadas "novatadas", acostumbradas en la incorporación a fraternidades estudiantiles y otras hermandades o bandas; y con los abusos y maltratos  domésticos y de niños, etc. (En las guerrillas urbanas de los sesenta, los aspirantes debían asesinar a un policía). El iniciado se convierte en dependiente de una persona o  grupo, profesando obediencia o sentimientos positivos llevados hasta la plena colaboración.
Ofrezco esta larga –e incompleta- introducción-, porque pienso que al  Síndrome de Estocolmo parecen estar llegando ya algunos líderes políticos tradicionales, que de paso arrastran a sufrirlo también a la población que, de una u otra manera, los sigue o confía en ellos. Me refiero no solo al visiblemente fallido diálogo, -resultado previsible antes de su inicio-, sino a muchos otros desaguisados del Gobierno, a los cuales poco o nada de atención les prestan. Lo que contribuye a que, a pesar de su importancia, estos pasen al olvido, sin que haya culpables. A veces ni los dan a conocer, lo que se convierte en la mejor lección y eficaz acicate para que hechos semejantes se repitan indefinidamente. La corrupción rampante es un ejemplo.
El caso de Cadivi es ejemplar. Gente del Gobierno ha declarado públicamente, y lo han recogido los medios, que Cadivi fue promotor o cómplice de la pérdida o distracción, -léase robo descarado- de miles de millones de dólares. Lo sufrieron el país y los venezolanos, y esos millones están hoy en los bolsillos, cuentas bancarias o propiedades, aquí o en el exterior, de directores y funcionarios, y de beneficiarios o testaferros; todos corruptos de la peor especie. Hasta allí lo que sabemos y nos lo repiten hasta el cansancio. Pero al Gobierno y a los líderes políticos tradicionales parece no importarles desenrollar la madeja y llegar a los culpables, para el castigo correspondiente y dar un ejemplo valioso para la administración pública. Algo semejante sucedió con Recadi. Los beneficiados están disfrutando lo robado, sin haber sido siquiera identificados. Lo mismo parece estar pasando  con Ipostel. También con Mercal, o mejor, "Pudreval", con los hospitales y planes de salud, misiones, vías y demás obras de infraestructura. La lista podría resultar infinita, pues habría que citar todos los actos del Gobierno que involucren, de algún modo, el manejo de dinero.
En suma, planes y proyectos que parecen creados para hacer unas decenas  de ricos de mala índole. Ya se comenta que algunos jóvenes detenidos han sido liberados antes de llegar a la tan parcializada Fiscalía, mediante el pago de coima, cohecho o soborno; como quiera llamársele. ¿Recuerdan el Plan Bolívar 2000?, así creo que se llamaba. Esta situación, que precedentemente ni siquiera se había acercado a la corrupción rampante instaurada por Chávez y su combo, quizás para hacerles expediente a sus cómplices, vive un crecimiento cada vez más desmesurado. Frente a ello, el resumen es: "aquí no ha pasado ni pasa nada". Me pregunto, también lo pregunto a la MUD y a los políticos tradicionales: ¿no sería mejor y más provechoso para el país, ocuparse -o perder tiempo, si se quiere-, de la corrupción rampante?, por ejemplo, que perderlo sin razonable posibilidad de algún resultado, en lo que los mantiene ocupados actualmente, en distracción política.
Ojalá algún día podamos erradicar la cantinela de siempre: "aquí no ha pasado ni pasa nada". Seamos optimistas, pero cuidémonos de sufrir el tan nocivo Síndrome  de Estocolmo.

Fotografía: Escena de la película "Stockholm" de Rodrigo Sorogoyen.

ALGO MÁS QUE UNA PUNZADA

EL PAÍS, Madrid, 01 de junio de 2014
LA CUARTA PÁGINA
Decadencia de Occidente
Tras las elecciones europeas, irrumpen torrencialmente los enemigos populistas del euro y de la UE; mientras tanto, Estados Unidos se está retirando discretamente del liderazgo democrático y liberal
Mario Vargas Llosa

Aunque en apariencia los partidos tradicionales —populares y socialistas— han ganado las elecciones al Parlamento Europeo, la verdad es que ambos han perdido muchos millones de votos y que el hecho central de esta elección es la irrupción torrencial en casi toda Europa de partidos ultraderechistas o ultraizquierdistas, enemigos del euro y de la Unión Europea, a los que quieren destruir, para resucitar las viejas naciones, cerrar las fronteras a la inmigración y proclamar sin rubor su xenofobia, su nacionalismo, su filiación antidemocrática y su racismo. Que haya matices y diferencias entre ellos no disimula la tendencia general de una corriente política que hasta ahora parecía minoritaria y marginal y que, en esta justa electoral, ha demostrado un crecimiento espectacular.
Los casos más emblemáticos son los de Francia y Gran Bretaña. El Front National de Marine Le Pen, que, hasta hace pocos años era un grupúsculo excéntrico, es ahora el primer partido político francés —de no tener un solo diputado europeo tiene ahora 24— y el UKIP, Partido de la Independencia de Reino Unido, luego de derrotar a conservadores y laboristas, se convierte en la formación política más votada y popular de la cuna de la democracia. Ambas organizaciones son enemigas declaradas de la construcción europea y quieren enterrarla a la vez que acabar con la moneda común y levantar barreras inexpugnables contra una inmigración a la que hacen responsable del empobrecimiento, el paro y la subida de la delincuencia en toda Europa occidental. La extrema derecha triunfa también en Dinamarca, en Austria los eurófobos del FPÖ alcanzan el 20%, y en Grecia el ultraizquierdista antieuropeo Syriza gana las elecciones y el partido neonazi Amanecer Dorado (10% de los votos) envía tres diputados al Parlamento Europeo. Catástrofes parecidas, aunque en porcentajes algo menores, ocurren en Hungría, Finlandia, Polonia y demás países europeos donde el populismo y el nacionalismo aumentan también su fuerza electoral.
Los movimientos antisistema pueden enterrar, a la corta o a la larga, la Unión Europea
Algunos comentaristas se consuelan afirmando que estos resultados denotan un voto de rabia, una protesta momentánea, más que una transformación ideológica del viejo continente. Pero como es seguro que la crisis de la que han resultado los altos niveles de desempleo y la caída del nivel de vida tardará todavía algunos años en quedar atrás, todo indica que el vuelco político que muestran estas elecciones en vez de ser pasajero, probablemente durará y acaso se agravará. ¿Con qué consecuencias? La más obvia es que la integración europea, si no se frena del todo, será mucho más lenta de lo previsto, con la casi seguridad de que habrá desenganches entre los países miembros, empezando por el británico, que parece ya casi irreversible. Y, acosada por unos movimientos antisistema cada vez más robustos y operando en su seno como una quinta columna, la Unión Europea estará cada vez más desunida y conmovida por crisis, políticas fallidas y una contestación permanente que, a la corta o a la larga, podrían enterrarla. De este modo, el más ambicioso proyecto democrático internacional se iría a pique y la Europa de las naciones encrespadas regresaría curiosamente a los extremismos y paroxismos de los que resultaron las matanzas vertiginosas de la II Guerra Mundial. Pero, incluso si no se llega al cataclismo de una guerra, su decadencia económica y política seguiría siendo inevitable, a la sombra vigilante del nuevo (y viejo) imperio ruso.
Al mismo tiempo que me enteraba de los resultados de las elecciones europeas yo leía, en el último número de The American Interest, la revista que dirige Francis Fukuyama (May/June 2014), una fascinante encuesta titulada America self-contained? (que podría traducirse como ¿América ensimismada?), en la que una quincena de destacados analistas estadounidenses de distintas tendencias examinan la política exterior del Gobierno del presidente Obama. Las coincidencias saltaban a la vista. No porque en Estados Unidos haya hecho irrupción el populismo nacionalista y fascistón que podría acabar con Europa, sino porque, con métodos muy distintos, el país que hasta ahora había asumido el liderazgo del Occidente democrático y liberal, discretamente iba eximiéndose de semejante responsabilidad para confinarse, sin traumas ni nostalgia, en políticas internas cada vez más desconectadas del mundo exterior y aceptando, en este globalizado planeta de nuestros días, su condición de país destronado y menor.
Sobre las razones de esta “decadencia” los críticos discrepan, pero todos están de acuerdo que esta última se refleja en una política exterior en la que Obama, con el apoyo inequívoco de una mayoría de la opinión pública, se desembaraza de manera sistemática de asumir responsabilidades internacionales: su retiro de Irak, primero, y, ahora, de Afganistán, tras dos fracasos evidentes, pues en ambos países el islamismo más destructor y fanático sigue haciendo de las suyas y llenando las calles de cadáveres. De otro lado, el Gobierno de Estados Unidos se dejó derrotar pacíficamente por Rusia y China cuando amenazó con intervenir en Siria para poner fin al bombardeo con gases venenosos a la población civil por parte del Gobierno de El Asad y no sólo no lo hizo sino toleró sin protestar que aquellas dos potencias siguieran suministrando armamento letal a la corrupta dictadura. Incluso Israel se dio el lujo de humillar al Gobierno norteamericano cuando éste, a través de los empeños del secretario de Estado Kerry, intentó una vez más resucitar las negociaciones con los palestinos, saboteándolas abiertamente.
Nuevas formas de autoritarismo, como las de Rusia y China, han sustituido a las antiguas
Según la encuesta de The American Interest nada de esto es casual, ni se puede atribuir exclusivamente al Gobierno de Obama. Se trata, más bien, de una tendencia que viene de muy atrás y que, aunque soterrada y discreta por buen tiempo, encontró a raíz de la crisis financiera que golpeó con tanta fuerza al pueblo estadounidense ocasión de crecer y manifestarse a través de un Gobierno que se ha atrevido a materializarla. Aunque la idea de que Estados Unidos se enrosque en solucionar sus propios problemas y, a fin de acelerar su desarrollo económico y devolver a su sociedad los altos niveles de vida que alcanzó en el pasado, renuncie al liderazgo de Occidente y a intervenir en asuntos que no le conciernan directamente ni representen una amenaza inmediata a su seguridad, sea objeto de críticas entre la élite y la oposición republicana, ella tiene un apoyo popular muy grande, la de los hombres y mujeres comunes y corrientes, convencidos de que Estados Unidos debe dejar de sacrificarse por los “otros”, enfrascándose en costosísimas guerras donde dilapida sus recursos y sacrifica a sus jóvenes, en tanto que escasea el trabajo y la vida se vuelve cada vez más dura para el ciudadano común. Uno de los ensayos de la encuesta muestra cómo cada uno de los importantes recortes en gastos militares que ha hecho Obama han merecido el respaldo aplastante de la ciudadanía.
¿Qué conclusiones sacar de todo esto? La primera es que el mundo ha cambiado ya mucho más de lo que creíamos y que la decadencia de Occidente, tantas veces pronosticada en la historia por intelectuales sibilinos y amantes de las catástrofes, ha pasado por fin a ser una realidad de nuestros días. ¿Decadencia en qué sentido? Ante todo, en el papel director, de avanzada, que tuvieron Europa y Estados Unidos en el pasado mediato e inmediato, para muchas cosas buenas y algunas malas. La dinámica de la historia ya no sólo nace allí sino, también, en otras regiones y países que, poco a poco, van imponiendo sus modelos, usos, métodos, al resto del mundo. Esta descentralización de la hegemonía política no estaría mal si, como creía Francis Fukuyama luego de la caída del muro de Berlín, la democracia liberal se expandiera por todo el planeta erradicando la tradición autoritaria para siempre. Por desgracia no ha sido así sino, más bién, al revés. Nuevas formas de autoritarismo, como los representados por la Rusia y China de nuestros días, han sustituido a las antiguas, y es más bien la democracia la que empieza a retroceder y a encogerse por doquier, debilitada por los caballos de Troya que han comenzado a infiltrarse en las que creíamos ciudadelas de la libertad.
Ilustración: Fernando Vicente.

viernes, 30 de mayo de 2014

CUADERNO DE BITÁCORA

"Este régimen nefasto, léase Diosdado Cabello, tiene a mi papá, grande hombre de este país, digan lo que digan, presentándose una vez a la semana en un tribunal para firmar un libro donde se deja constancia que él no se ha ido del país... Cada semana, va mi papa con sus 82 años a cuestas, muy apesadumbrado y triste por lo que nos queda de país, a presentarse a ese tribunal, llueva, truene o relampaguee, porque si falta una sola vez le dictan arresto domiciliario. Hasta ahora, nadie ha podido decir hasta cuando tiene que presentarse mi papá (así como el resto de demandados) en el tribunal, un mes, un año, mil años. Deben estar esperando que a Diosdado se le pase alguna vez la gran arrechera que le tiene a mi papa y a Tal Cual y deje su "vengancita"... Seres miserables hay muchos y en todos lados, pero como éste, ninguno"...

Rayna Petkoff
https://www.facebook.com/rayna.petkoff

jueves, 29 de mayo de 2014

NOTA

Dip. Luis Barragán: Claro que existe una conspiración y es del gobierno contra María Corina Machado

29 Mayo, 2014
0000000000000000000000ND / María Alejandra Rivas / 29 may 2014.- El diputado opositor Luis Barragán aseguró que sí existe una conspiración y es la del gobierno contra la diputada María Corina Machado, “sistemáticamente difamada y perseguida hasta por los motivos más banales en los que incurre la pobre imaginación oficial”.
“Todos los integrantes de la bancada democrática de la oposición y, en particular, la Movida Parlamentaria, ha expresado su solidaridad con la colega mirandina, a quien acompañaremos hoy a la sede de la Fiscalía General de la República. El régimen no encuentra ya qué inventar para sacarla del juego político, aunque teme porque la sabe en el corazón de los venezolanos”, expresó.
Agregó que “María Corina ha dicho en miles de oportunidades en qué consiste la Salida, remitiéndonos a la propia Constitución de la República y a las distintas tareas cívicas y pacíficas que impulsa y lidera. Por cierto, eso debería conocerlo muy bien un reducido sector de la oposición que, al pretender confundirnos, no sólo le da mayor crédito a la versión gubernamental de la que se cree por siempre a salvo, sino que intenta convencernos de que estamos en una democracia ateniense. Empero, nada de normal tiene la supuesta destitución de una diputada, la tortura a un estudiante, la violación de la privacidad digital y el falseamiento de los correos, o el hecho de escribir un exitoso ensayo sobre el 4-F, muchos años atrás, como es el caso de Gustavo Tarre, convertido en un sospechoso para toda la vida”.
Finalizó diciendo “esperamos el pronunciamiento de la MUD sobre tan irreales señalamientos contra la diputada María Corina Machado. Y la Movida Parlamentaria la acompañará hoy a la sede de la Fiscalía, consecuente con un liderazgo que es el de la verdad que anuncia a la otra Venezuela”.

http://www.noticierodigital.com/2014/05/dip-luis-barragan-claro-que-existe-una-conspiracion-y-es-del-gobierno-contra-maria-corina-machado/

Movida Parlamentaria solidaria con su colega María Corina Machado
Escrito por Nota de Prensa   
Jueves, 29 de Mayo de 2014 07:30
 
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“Claro que existe una conspiración y es la del gobierno contra la diputada María Corina Machado, sistemáticamente difamada y perseguida hasta por los motivos más banales en los que incurre la pobre imaginación oficial”, dijo el diputado opositor Luis Barragán.

“Todos los integrantes de la bancada democrática de la oposición y, en particular, la Movida Parlamentaria, ha expresado su solidaridad con la colega mirandina, a quien acompañaremos hoy a la sede de la Fiscalía General de la República.  El régimen no encuentra ya qué inventar para sacarla del juego político, aunque teme porque la sabe en el corazón de los venezolanos”.

Agregó: “María Corina ha dicho en miles de oportunidades en qué consiste la Salida, remitiéndonos a la propia Constitución de la República y a las distintas tareas cívicas y pacíficas que impulsa y lidera.  Por cierto, eso debería conocerlo muy bien un reducido sector de la oposición que, al pretender confundirnos, no sólo le da mayor crédito a la versión gubernamental de la que se cree por siempre a salvo, sino  que intenta convencernos de que estamos en una democracia ateniense. Empero, nada de normal tiene  la supuesta destitución de  una diputada, la tortura a un estudiante,  la violación de la privacidad digital y el falseamiento de los correos, o el hecho de  escribir un exitoso ensayo sobre el 4-F, muchos años atrás,  como es el caso de Gustavo Tarre,  convertido en un sospechoso para toda la vida”.

Finaliza el diputado Barragán: “Esperamos el pronunciamiento de la MUD sobre tan irreales señalamientos contra la diputada María Corina Machado.  Y la Movida Parlamentaria la acompañará hoy a la sede de la Fiscalía, consecuente con un liderazgo que es el de la verdad que anuncia a la otra Venezuela”.

http://opinionynoticias.com/noticiasenvenezuela/19448-movida-parlamentaria-solidaria-con-su-colega-maria-corina-machado 

martes, 27 de mayo de 2014

IMPRESIONES VASCAS

Ocho apellidos vascos” de Emilio Martínez-Lázaro  (2014): Nos entretuvo, aunque – viéndolo por primera vez  y pareciéndonos un buen comediante – son varias las veces que nos exasperapor su inseguridad y candidez: Dani Rovira. A  Clara Lugo, vista en un anterior filme (“Tengo ganas de ti” de Fernando González Molina, 2012), quizá le falte la soltura necesaria para el género, tan abundante en el viejo y chauvinista vasco (Karra Elejalde), o en la desesperada sevillana (Carmen Machi ), que alojó por una infinita casualidad al protagonista. Disfrutamos de los paisajes (semi) urbanos y de la música, como el color especial de Sevilla , o las voces de Leire Martínez y David de María .  
No sabíamos de tan duras predisposiciones vascas frente a los andaluces. Y tampoco sabíamos de un filme de tan reciente factura que tardará - si es que viene - en llegar a las carteleras del país, o al celebérrimo pasillo de la UCV. 
Empero, en una de estas noches, tras el cansancio del día, nos aventuramos con una comedia que es - a todas luces - alternativa de confrontarla con la oferta local. Una "chica llena de tópicos", refiere  Rovira; o el director calibra la sátira cruel en contraste con el costumbrimos que hacía, como señala en un programa de televisión . Programa que envidiamos, pues, acá tampoco no lo hay que sea o que tenga aspiraciones críticas.

Labajim

http://opinionynoticias.com/opinioncultural/19419-impresiones-vascas

Nota LB: Las envié a Iván Méndez (Opinionynoticias.com), con la idea de compartir estas impresiones, por aquella vieja costumbre que tenía de apuntar la inmediata percepción que tenía de los filmes en los tiempos de una modesta constante afición y concurrencia, sobre todo a la vieja y meritoria Cinemateca Nacional. Percatándonos de la torpe y apresurada redacción de las anotaciones consignas acá, digamos, será mejor transmitrlas, claro está, sin intentar emular - como una vez quisimos - a los críticos de cine que literalmente nos avisaban de algún importante título, pues, ocurría casi siempre con Alfonso Molina o Rodolfo Izaguirre, pretendiendo remontarnos a las viejas y apasionadas lecturas de Guillermo Cabrera Infante, Oswaldo Capriles, Silda Cordoliani, e - incluso - las viejas crónicas de Juan Nuño en la Hemeroteca Nacional o del mismo Alejo Carpentier que sirvió para un pequeño ensayo (http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero26/ventana.html), no llegó muy lejos ni tampoco autorizan una experticia en la materia. Por cierto, el otro cartel o poster.

lunes, 26 de mayo de 2014

CAZA DE CITAS


NOTICIERO RETROSPECTIVO



- Tulio Chiossone. "Atisbos: Servicios profesionales universitarios". El Universal, Caracas, 13/01/1997.
- José Muci-Abraham. "Antes, quien no sabía no opinaba". El Nacional, Caracas, 03/07/81.
- Marcel Roche. "La realidad". El Diario de Caracas, 18/07/83.
- Manuel Rodríguez Cárdenas. "El tranvía de los domingos: El automóvil". El Nacional, 28/09/52.

Reproducción: Élite. Caracas, nr. 583 del 14/11/1936.

UNIVERSAL

EL NACIONAL, Caracas, 12 de febrero de 1998
El redescubrimiento de América
Jesús Sanoja Hernández

En Humboldtianas, volumen que reúne artículos y crónicas de Arístides Rojas, recopilados y publicados por Eduardo Rohl, aparece la figura del barón en diferentes momentos y espacios, y acaso haya sido ese libro el mayor reconocimiento que entre nosotros se le haya hecho al ``nuevo Colón''. Humboldt llegó a Caracas al finalizar el siglo XVIII y la abandonó al iniciarse el siglo XIX, cuando emprendió viaje hacia el Orinoco, vía los llanos, para, luego de tocar en San Carlos de Río Negro, seguir hasta la desembocadura del canal de Casiquiare en aquel tramo donde se comunica la cuenca amazónica con la del Orinoco. Fue exploración, no en busca de El Dorado, como las de los conquistadores y aventureros del siglo XVI, incluido Raleigh, sino de la verdad científica, en él no exenta de deleite estético.
De vuelta por la ruta fluvial llegó a Angostura el 13 de junio de 1800, y de allí continuó hacia Cumaná, por El Pao, Cachipo y Nueva Barcelona. Humboldt y Bonpland (en cuyas relaciones por cierto, Ibsen Martínez incursionó a través del recurso teatral) culminaron su expedición por donde la habían comenzado, por ``la primogénita del Continente''. No conocieron, pues, el encuentro del gran río con el Caroní, ni mucho menos la maravillosa deltaica que llevaba las aguas del Orinoco al mar.
La visión de Humboldt -y específicamente la de Venezuela- fue muy distinta a las de Gilij, Gumilla o Caulín, y no sólo por su formación científica, sino porque ya la literatura de viajes se había visto penetrada, en Europa, por el espíritu de investigación y el inventario tan propios del expansionismo de fines del XVIII y comienzos del XIX. Mary Louise Pratt, en su breve ensayo, ``Humboldt y la reinvención de América'' sostiene que ``desde una perspectiva global, los viajes de Humboldt por América y sus escritos coinciden con una coyuntura particular de la expansión capitalista europea donde termina la fase marítima de la exploración y comienza la interior, ``tierra adentro''.
Hasta 1804 Humboldt y Bonpland estuvieron recorriendo territorios americanos. En 1805 el sabio alemán se encontró con un joven venezolano en París ``a quien le abrió los ojos sobre las tareas que le esperaban en Sudamérica. La palabra independencia parecía flotar en el ambiente, y Humboldt opinaba que el futuro estaba ya maduro'' (Christian Herner).
Bolívar no desoyó la advertencia y mientras Humboldt escribía incansablemente los volúmenes del Viaje..., él se preparaba para emprender, también incansablemente, la empresa liberadora. En la Angostura que el alemán había visitado en los días de la Gobernación de Inciarte, aquel Bolívar, diecinueve años después, pronunciaba el discurso que se constituiría en la pieza clave de su pensamiento político. El Orinoco devolvía su curso, mientras cerca del Caroní -el río por Humboldt no avistó- Piar había sellado con éxito la campaña de Guayana.
Fue Bolívar quien llamó a Humboldt el segundo descubridor del Nuevo Mundo. De este no sólo dejaría el mayor y más logrado de los documentos con su extensa relación científica, sino que guardaría cierta memoria para la ciudad avileña, a cuya cima (la Silla de Caracas) habían ascendido él y Bonpland el 2 de enero de 1800. Humboldt se conmovió cuando supo del terremoto que en la semana santa de 1812 asoló a la ciudad.
Acosta Saignes debió explicar cierta vez por qué Humboldt aparecía en una pequeña colección dedicada a relatar vidas de ``los más ilustres venezolanos''. Simplemente era un sabio universal y su Viaje... destacaba cómo ``uno de los libros clásicos de la cultura venezolana''. ­Palabras inobjetables! Viajar con Humboldt (y Bonpland) es redescubrir, en el túnel del tiempo, a las regiones equinocciales, desde entonces materia de las ciencias más que de la crónica y la fábula.

AVIÓN A BRASIL, PASANDO POR TLATELOLCO

De un avión (y el Síndrome de Tlatelolco)
Luis Barragán


Quedando como una humorada para la historia, todos recordamos que el fenecido presidente se rasgó las vestiduras por el llamado camastrón, en nombre de los niños de la calle. A la vuelta de la esquina, convertido en una formidable y vanidosa insignia del país petrolero en todos los itinerarios del mundo, adquirió el costosísimo Airbus, sin remediar el drama infantil.

Recientemente, el ministro de Transporte Acuático y Aéreo, Hebert García Plaza, ha tenido a bien informar de la cercana venta del vehículo presidencial a objeto de adquirir  - por lo menos - otros dos destinados a Conviasa.  Le ha tocado al declarante, acatando la línea, convertirse en el portavoz de una donación trastocada en una pésima y paradójica moraleja de la gestión de década y media.

Desde enero del presente año, inconsultamente pasamos de integrar la Comisión Permanente de Cultura de la Asamblea Nacional a la de Política Exterior, hallándonos ahora en la de Administración y Servicios de cuyas actividades intentamos imponernos aceleradamente. En su sesión de la semana pasada, el oficialismo versó sobre los planes de adquisición de nuevas aeronaves por la empresa ya citada, además de las condiciones en las que se encuentra el aeropuerto internacional de Maiquetía, aunque el solo abandono de las líneas extranjeras sugiere una dramática situación que a la bancada opositora le angustia.

El Síndrome de Tlatelolco

En las vecindades del Campeonato Mundial de Fútbol,  las agencias internacionales de noticias dan cuenta de las más urgidas medidas adoptadas por el gobierno brasileño para atajar cualquier conmoción, estallido, escaramuza o escarceo social que dé al traste con el espectáculo. La cara feliz que lo empina sobre las más variadas contradicciones, añadida la necesidad de una inmediata y selectiva represión de cualesquiera inconformidades que surjan, nos permiten recordar la película “Tlatelolco” de Carlos Bolado (2012), una aparente historia de amor en medio de la más brutal represión que antecedió a la inauguración de los Juegos Olímpicos de México, en 1968.

Nos preguntamos hasta dónde puede llegar la razón de Estado y sus miserables oficiantes, que acabó con la protesta a tiro limpio, inescrupulosamente planificada  la matanza, en la inmensidad de la Plaza de Tlatelolco que no pudo ocultarla.  Aplaudimos la celebración y la pedagogía de los eventos deportivos más complejos del mundo, pero el síndrome está ahí,  también en Brasil, como estuvo en la China de las Olimpiadas de China en 2008, fuertemente reprimido.

Fuente:http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/19431-de-un-avion-y-el-sindrome-de-tlatelolco
Referencia: http://www.noticierodigital.com/2014/05/maduro-dona-el-airbus-a-conviasa-para-venderlo-y-comprar-aeronaves/

SIN SOMBRA NO HAY LUZ (1)

El gasolinazo
Luis Barragán


El mismo gobierno de una década y media que ha despilfarrado los gigantescos ingresos petroleros que nunca otro ha recibido en nuestro historial republicano, desespera por el aumento del precio de la gasolina.  Emplea la doble táctica de realzar la tan arbitraria noción del “precio justo”, como la de autorizar y diseminar las declaraciones de algunos de sus más connotados dirigentes partidistas, demandándolo.

Queda en el lejano pasado, la indignación y el rechazo del aumento que suscitó una importante e interesada conflictividad social y política. Ahora, inmoralmente, abandonan lo que fue una histórica bandera de sus dogmas más acendrados.

Jamás desean un debate sincero sobre la economía venezolana, soslayándolo sistemáticamente en un parlamento que décadas atrás fue escenario seguro de las más urgidas interrogantes del país. Todavía el gobierno dispone de un inmenso dineral, pero no cabe ya duda alguna sobre el desastre que toca desesperadamente a sus puertas.

Cuenta con fondos muy buchones, aunque fuera de una mínima supervisión y control, e importa abnegadamente los costosísimos artefactos lacrimógenos e, insólitamente, gasolina. Milagro al revés, el país petrolero – al cumplirse un siglo del reventón del Zumaque I -  ya trae gasolina desde el exterior.

Espera a las circunstancias confusas que suele propiciar, para un decidido aumento que acompañará del reforzamiento de los servicios de inteligencia y de los mecanismos de represión. Quiso hacerlo en medio de las más recientes festividades navideñas, pero fue oportuna y decisiva la denuncia hecha por la Movida Parlamentaria, a través de la colega diputada María Corina Machado, quien – además – propuso la inmediata cancelación de todo compromiso con Cuba, bastando la suspensión del generoso subsidio a la refinería “Camilo Cienfuego” para la recuperación de los recursos que hacían innecesario el gasolinazo planteado.

Nicolás necesita más real, aunque también de una formidable imaginación publicitaria y propagandística dizque para justificar el aumento. Son muchos los anzuelos lanzados al mar de su fracasada gestión, a sabiendas que es tarde para reordenar y disciplinar el gasto público convertido en un desagüe de ineficiencia y corrupción.

http://www.noticierodigital.com/2014/05/el-gasolinazo/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1036126
Fotografía: LB, Victor Vasarely, 1954, UCV (Caracas, 22/02/2014). 

SIN SOMBRA NO HAY LUZ (2)

De la reinstitucionalización opositora
Luis Barragán


Afortunadamente diversa y compleja, no se entiende a la oposición política sin el mínimo de institucionalidad que sea capaz de procesar, expresar y atarearse  de acuerdo a las demandas de las grandes mayorías que conforman la ya vasta oposición social, por cierto, comprobadamente desconocida y vapuleada por las perversiones del sistema electoral. Además,  generadora de un ordenado debate interior y exterior que,  siéndolo convincentemente,  ataje la confusas señales enviadas por los analistas y dirigentes de ocasión que toman con pinzas los estudios de opinión,  creyendo y apostándonos como minorías díscolas, políticamente inhábiles, como si el malestar, la irritación y – en última instancia – la protesta colectiva no fuesen una realidad insobornable y urgida de imaginación, convertida en un precedente frente a los regímenes leninistas que la criminalizan en el fallido intento de afrontar sus irreparables fracasos.

Cierto, la  censura y la persecución física y psicológica, sumados los riesgos y obstáculos interpuestos a los  parlamentarios y ediles que presuntamente cuentan con mejores y universales garantías para un cabal desempeño de sus responsabilidades, constituye una faceta importante que contribuye al déficit institucional de la oposición. Reunirse y comunicarse personal,  telegráfica, telefónica y digitalmente, un elemental derecho político, entra en la catalogación de los servicios de inteligencia del gobierno que, más de las veces, resultan sorprendidos por un intercambio  libre, sobrio, responsable, transparente y pacífico de intenciones que las desean a toda costa – justificándose –  como un insólito acto de terrorismo portátil.

Desde febrero del presente año, despertando la  insurgencia cívica de las juventudes venezolanas, reaparecieron las marchas, la concentración, los motivos propagandísticos, la trinchera,  los mítines relámpagos, el volanteo artesanal, los campamentos, la vigilia, entre las distintas modalidades que, adicionalmente, ponen el acento en una absurda distinción, apegada al interés oficial.  Digamos que los radicales son quienes invocan e implementan el derecho a la protesta, merecedores del rechazo inmediato, mientras que los moderados lo subliman, evaden y renuncian en pos del diálogo, aunque traicionado, digno de todo reconocimiento.

Atestiguamos una creciente organización de la nueva contestación política y social que se manifiesta a través de las aludidas modalidades y de las víctimas de la represión gubernamental, comprometiendo en principio  a los familiares y relacionados. El campamento impone una básica planificación y estructuración de voluntades, la trinchera una coordinación defensiva ante el ataque de lacrimógenas y disparos que sorprenden a las urbanizaciones, la subrepticia y dinámica inconformidad en los barrios sendas medidas frente al asedio de la delincuencia común y los grupos parapoliciales que se identifican con el gobierno, por no mencionar que las muertes, lesiones, reclusiones y procesamiento penal fuerza a una solidaridad para cubrir gastos, acompañarse en las citaciones judiciales o afrontar los sepelios, entre las diversas actividades orientadas a la configuración de espontáneos  movimientos políticos.

Agreguemos el decidido reimpulso de las redes sociales que, amén de compensar la crisis de los medios noticiosos convencionales, tienden a acreditar las fuentes más genuinas y confiables contra la guerra sucia que encuentra facilidades, por no mencionar el poder de convocatoria que también sintetiza y suscita. Otro elemento más que obliga a una ampliación y profundización de la Mesa de la Unidad, complementada por corrientes y fortalecida por expresiones realmente representativas, como las organizaciones defensoras de los derechos humanos, las de una  inmediata asistencia judicial, el estudiantado, los trabajadores, etc. Vale decir, reinstitucionalizando a la oposición política para que sea algo más que un sindicato de jefes de partidos.

http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/19393-de-la-reinstitucionalizacion-opositora
Fotografía: LB, Victor Vasarely, 1954, UCV (Caracas, 22/02/2014).

PAPEL ARRUGADO

La manía soviética (y un libro de DAR)
Ox Armand

Televidente condenado a una sola versión (la de ANTV), en casa vimos las postrimerías de la sesión del martes 20 de los corrientes de la Asamblea Nacional. Previsible, empero no deja de sorprender esa dictadura de la mayoría de curules oficialistas. Nada más y nada menos que la fecha de la victoria de la Unión Soviética en la II Guerra Mundial y el supuesto desconocimiento del aporte de más de 20 millones de soviéticos muertos para conquistarla, fue un buen pretexto y una magnífica delación. Pretexto para banalizar esas sesiones parlamentarias tupiéndolas de festejos (más de las veces un literal espectáculo musical) o conmemoraciones (asombrosas) que nos meten en el bosque de la retórica más extemporánea que podemos imaginar, con acuerdos que sorprenden a una oposición ágrafa, salvo las excepciones correspondientes. A ésta delación, se suma otra: la diputada-ponente de nombre María León, formalmente hallada en el PSUV donde es venerada también a pesar de las manipulaciones del resentimiento que poca mella hicieron contra María Corina Machado, no sólo se creyó todavía militante del PCV que abandonó por un desenfadado oportunismo, sino que insiste en un país y un modelo que las realidades sepultaron. Enseguida recibió el aplauso de todos los viudos de la Unión Soviética que la imaginan todavía sobreviviente, despotricando de la oposición tenida por fascista de acuerdo a esos viejos conceptos que se resisten a los más novedosos aportes de las ciencias sociales (sobre todo en América Latina).

Para la manía hay impunidad, porque no es la primera vez que incurren en un dislate parecido. Y, como estamos seguros, el III Congreso del PSUV será para todo, añadido el reacomodo interno tras la angustia de un gobierno colapsado, menos para dirimir el asunto ideológico, rubro en el que son tanto o más pobres que sus pares cubanos.  Bastará únicamente con señalar que el paraíso de los trabajadores sucumbió e implosionó a solas, como el resto de los sumisos de Europa Oriental. Gran potencia militar que devino mafiosa y estrafalaria, reclamante insidiosa y decidida de Ucrania, metió la coba al mundo entero con estadísticas insinceras. Por debajo de sus conquistas tecnológicas, las militares, estaba la sórdida verdad de un atraso descomunal. Además, que todavía la refieran y aplaudan, olvidados de los celebérrimos Procesos de Moscú, revelan que, de un lado, el régimen tiene y se contenta por un nido de estalinistas a destiempo en Venezuela; y, por el otro, luego de la derrota de la subversión armada, el debate tan intenso que generó entre las décadas d los ’60 y ’70, pasó de largo por muchos que hoy buscan un lugar en las espesas alfombras de Miraflores.

Un libro de DAR

Porque nos quejamos de lo mal escrita que está la más reciente literatura política e histórica venezolana, volvimos a un libro (creo que por tercera  o quinta vez), editado en 1965 por los Talleres Universitarios de Mérida. “Los andinos en el poder” permitió el reencuentro con el verbo por entonces asaz travieso del viejo Domingo Alberto Rangel que, demasiado lúcido aún en la cárcel, equivocado o no, aportaba a una polémica harto interesante sobre un presente que hallaba pretexto en el estudio del pasado, arrojando los más audaces análisis.

Buena parte de la obra está superada, como es razonable concluir, porque el triunfo de Cipriano Castro contra la santa alianza encabezada por Manuel Antonio Matos en la batalla de La Victoria hacia 1902, ya no luce tan decisiva como el de Juan Vicente Gómez en Ciudad Bolívar por 1903, impuesta – antes por Manuel Caballero que por Inés Quintero – el sepelio estelar de los caudillos (por cierto, inmejorable la caracterización y recisión que Domingo Alberto hizo del fenómeno).  Hay cifras que, a la postre, descubrimos como parte de una interpretación errada de la etapa (para un devoto de los informes semanales del BCV, hízole falta obras complementarias como la que versa sobre las bases cuantitativas de la economía venezolana, pero Asdrúbal Baptista tardará décadas en aparecer y – vaya la acotación – en convertirse en pieza moldeable del ahora ministro Giordani).  El autor de marras tenía la lengua demasiado suelta y, sin soporte, podía soltar juicios como aquellos de Andueza Palacios, oloroso a brandy y a puta barata de Quinta Crespo. Lo que importa y es grato, por más equívocos que puedan reportarse, es el análisis político que realiza sobre aquél remoto pasado para sentenciar el ya remoto presente que vivió el tovareño.  Con elegancia e inteligentísimo sarcasmo, ofrece su interprtación. Pasaba igual con sus discursos como diputado en los ’40 o ’60: una vivacidad, una argumentación, una vehemencia y una demostración de los quilates que tuvo un sector dirigente que, lamentablemente, no tiene equivalente actual (como siempre, siendo contadísimas las excepciones).

Por lo general,  no hay la más mínima conciencia histórica entre los políticos de la pasarela actual, pero tampoco entre los periodistas que suelen interrogarlos. Es la verdad. Apartando esta coletilla, me queda pendiente chequear si fue cierto que Eleazar López Contreras ya tenía montada la conspiración para finiquitar al gomecismo a través de un golpe de Estado, ocurriéndole morir a tiempo al brujo de La Mulera. Sugerente, demasiado sugerente, pues debe existir algún papel arrugado que lo demuestre en los archivos quizás sobrevivientes e inexplorados del general en jefe, suegro de Jorge Olavarría, de cuya biblioteca tampoco sabemos.

http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/19388-la-mania-sovietica-y-un-libro-de-dar
Fotografía: Manrique&Co, J. V. Gómez saliendo de Miraflores en 1926.

DON EXTRAORDINARIO

NOTITARDE, Valencia, 25 de mayo de 2014
"Caminando con Cristo"
El Espíritu Santo Consolador (Jn.14,15-21)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Los cristianos católicos y la mayoría de los hermanos cristianos separados, manifestamos la fe en Dios Uno y Trino, no así Los Testigos de Jehová que no creen que Jesús ni el Espíritu Santo sean Dios, o iguales al Padre. Aludo a esto, porque constantemente esta secta protestante, ataca despiadadamente y con grandes errores teológicos esta fe de la mayoría de los cristianos. Nosotros creemos que  el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios; misterio que el mismo Cristo nos ha revelado con su Encarnación y venida al mundo y que de modo especialísimo, en este discurso de despedida que recoge el evangelio de San Juan en su capítulo 14, deja claro la presencia de ese Dios trinitario. Por supuesto, en ninguno de los evangelios aparece literalmente la palabra Trinidad; como no aparece en el pasaje que hoy nos ocupa, pero si aparece desvelado, mostrado, proclamado y conversado por Jesús. Solo en el texto que hoy meditamos aparece Jesús, hablando de su unidad-identidad con el Padre y del Espíritu Santo como otra persona que viene a consolar. El Espíritu Santo no es una fuerza, una energía, como lo predican algunos, es la tercera persona de la Santísima Trinidad, el Maestro interior, el Consolador, El Espíritu de la Verdad. Vemos como Cristo al hablar del Espíritu Santo habla de una persona distinta a Él, usa un sustantivo y no un adjetivo para referirse al Espíritu, no dice que sea una emanación o fuerza de Dios; es mucho más que esto. Es Dios mismo haciendo morada en el corazón de cada cristiano y en la vida de la comunidad de los creyentes que es la Iglesia. Jesús revela, por tanto, a un Dios que viene y quiere morar en el corazón de cada ser humano a través del Espíritu Santo que hace posible la presencia del Padre y del Hijo en la vida del cristiano. Por eso, Dios no se encuentra fuera del hombre, sino en lo más profundo de su ser y ahí es donde Dios quiere morar siempre y allí lo debe encontrar el hombre que ha abierto su vida a Él a través de la fe.
En el texto evangélico de hoy, Cristo describe una de las tantas funciones del Espíritu Santo: Acompañar a los discípulos en la ausencia física de Jesús. Por eso, se le llama Espíritu Santo Consolador (Paráclito del griego paraklétos, que significa consolador), porque ocupa desde el momento de la Resurrección de Cristo el papel de Maestro, Guía, Protector y Defensor y es a través de Él que se hace posible que Cristo haga morada en el corazón de cada ser humano que lo acepta como Dios y Salvador.
El Espíritu Santo es el gran don de Cristo resucitado a la Iglesia, a la comunidad de los creyentes que nació del misterio pascual del Señor; es decir, de su muerte y resurrección. La inhabitación del Espíritu Santo en el corazón de cada cristiano es la nueva forma de vivir el Señor resucitado entre sus seguidores para siempre. El Espíritu que resucitó a Jesús de la muerte, vive dentro de nosotros, alienta la  esperanza de nuestra futura resurrección; nos ayuda a entender que sólo en el amor podemos alcanzar la vida eterna que comienza en el aquí de nuestra historia; nos capacita para comprender el lenguaje cristiano de cruz y muerte y nos enseña que la última palabra no la tiene el mal sino el bien, no la muerte sino la Vida que es el mismo Cristo Nuestro Salvador, que muriendo en la cruz destruyó la muerte y el pecado para siempre. Es también el Espíritu de Cristo quien mantiene unida a la Iglesia y la impulsa hacia la aventura de la evangelización por todo el mundo.
El cristiano está invitado constantemente por el Espíritu Santo a ser anunciador de la verdad, de la vida, de la fe, de la esperanza y sobre todo del amor con el testimonio diario de una vida según el querer de Dios y al estilo del vivir de Nuestro Señor, Jesucristo.
IDA Y RETORNO: Para los que vivimos en San Diego, hoy tenemos un compromiso con la democracia, con nuestro Municipio y con el país entero. Necesitamos expresarnos a través del voto y sea cual sea nuestra opción, buscar lo mejor para el bien de todos los que hacemos vida en éste hermoso y pujante Municipio carabobeño. Dios bendiga a San Diego y toda su gente.

Cfr. Isabel Vidal de Tenreiro: http://elimpulso.com/articulo/buena-nueva-que-es-amar#

ALIENTO

El Espíritu de la Verdad
José Antonio Pagola

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.
Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les dé “otro defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas palabras de Jesús?
Este “Espíritu de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor… que nos llega del misterio último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.
Este “Espíritu de la verdad” no nos convierte en “propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a otros nuestra fe ni para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo y viviendo su Evangelio.
​Este “Espíritu de la verdad” no nos hace tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer no es disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.
Este “Espíritu de la verdad” está en el interior de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos puede apartar de Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un Dios, Amigo de la vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Es cierto.
Este “Espíritu de la verdad” nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de una sociedad donde con frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad…
¿Qué sentido puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu de la verdad”? ¿Quién podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad generalizada? ¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad tan necesitada de aliento y esperanza?

http://odresnuevos.wordpress.com/evangelio-domingos/evangelio-25-mayo-2014/
Cfr. José Martínez de Toda (SJ): http://www.homiletica.org/PDF12/aahomiletica028318.html
Ilustración: William Congdon.

viernes, 23 de mayo de 2014

POSTAL (1)

EL NACIONAL - Domingo 02 de Diciembre de 2007     Nación/17
Mundos de tinta
RICARDO BELLO

Diego Rojas Ajmad, ganador de la Bienal de Literatura Enrique Bernardo Núñez, organizada por José Napoleón Oropeza antes de la invasión de los bárbaros, tuvo la suerte de ver publicada su investigación por la Universidad Simón Bolívar, en coedición con Banesco, en un encomiable programa de responsabilidad social empresarial. Su estudio, titulado Mundos de tinta y papel, analiza el rol de los libros en nuestra historia colonial y cuenta con una base metódica seria, que nos introduce en el problema de la formación de las identidades políticas. La pregunta que atraviesa su libro, y que ha sido debatida y analizada por muchos otros intelectuales, como Ángel Rama o los venezolanos Gustavo Luis Carrera y Gonzalo Picón Febres, es simple: ¿cómo y cuándo la sociedad deviene en nación? Me encanta recordar a Briceño Guerrero, cuando afirmó en 1983, en plena celebración del bicentenario del natalicio del Libertador, que él no había pasado su vida estudiando en vano para ignorar que Venezuela no era una nación. El nuestro es un país que nació en las antípodas del pensamiento de Bolívar y a partir de una visión política absolutamente contraria al pensamiento del autor del Ilustre Caraqueño (tendríamos que llamarlo ahora el Ilustre Guarairano Repanés), pero surgió, como lo aclara Rojas, fruto de largas y apasionadas discusiones literarias en salones, clubes de lectura y en la mente de efervescentes adolescentes contagiados por el virus de la Ilustración. Su libro tiene el atrevimiento de sugerirnos una tesis que involucra el pensamiento y la capacidad que tenían los intelectuales del siglo XVIII y XIX para pasar de la teoría a la praxis. Venezuela fue soñada cuando blancos, ricos y exitosos propietarios frecuentaron a los autores del Siglo de las Luces. Fueron textos leídos con pasión y alevosía por esa élite ilustrada a la cual pertenecía el Libertador, escuálido por excelencia.
La simbología artística y el libro fueron durante la colonia evidencia de status, como hoy confiesan sin pudor en su anacronismo político los dueños de las Hummer y los Audi, intercambiando el caballo de raza por caballerías de metal, igualmente sugerentes en su porte marcial. Al menos en la Colonia contábamos con clases dirigentes que leían y consideraban el libro como el pilar sobre el que descansaba el proyecto de nación, reducido momentáneamente a una extensión de la monarquía española y expuesto en informes como el Nuevo sistema de gobierno económico para la América, preparado en 1743. Ese proyecto, al igual que el credo independentista, fue el artefacto cultural de una clase particular, el instrumento de una comunidad política imaginada, como argumenta Rojas Ajmad, como inherentemente soberana y dueña de su destino. Sin embargo, apenas 1% de la población venezolana en los años previos a la Independencia, los nobles, criollos y peninsulares, podían jactarse realmente de poseer una biblioteca o de interesarse por el problema del poder manifiesto en toda expresión cultural. El imaginario social vinculaba las excelsas manifestaciones del espíritu, visualizadas en la pintura académica y en la literatura, a la consolidación del poder de la Corona. Hasta que a gente como Juan Germán Roscio se le ocurrió pensar que podía ser exactamente lo contrario y empezaron a conspirar, a escribir libros y panfletos y a organizar las bibliotecas públicas en las cuales pudieran los pequeños propietarios y comerciantes envenenarse con la política, transformando el uso de los libros, pasando del conformismo a la utopía, descubriéndole a las letras una nueva función, ya no estética o contemplativa: la pasión por la libertad.

POSTAL (2)

El Nacional - Lunes 14 de Febrero de 2005     B/10  Cultura y Espectáculos
Para Alejandro Rossi siempre “vale la pena batallar”
El escritor, nacido en Florencia, Italia, pero con fuerte raigambre en Venezuela desde su niñez, confirma su contundente presencia literaria con la reedición de sus Cartas credenciales, un libro tan singular como entrañable. Un gran preámbulo para su llegada al país en abril, cuando recibirá en la UCV el doctorado honoris causa junto con Rafael Cadenas y José Balza
RUBÉN WISOTZKI

“Siempre aspiro a la paz, pero cuando la logro, que no es por lo general con frecuencia, me aburro un poco con ella”
Cartas Credenciales de Alejandro Rossi Fundación Bigott Caracas, 2004
Llama la atención cómo un país como Venezuela, tan dado a la alegría –a pesar del juicio de los agoreros y alicaídos, según unos; de los realistas y sensatos, según otros–, es capaz de ocultar entre sus pliegues alguna de sus mejores sonrisas.
Como ejemplo está el hecho de que poco o nada se celebró la reedición de Cartas credenciales, del escritor Alejandro Rossi. Publicado por primera vez en 1999 por la editorial Joaquín Mortiz, a mediados del año pasado el sello La Bigotteca, de la Fundación Bigott, tuvo a bien el reeditarlo.
Lo bueno es que la alegría no tiene, por los momentos, fecha de vencimiento. Y en lo que respecta a la literatura, al menos en el caso de Rossi, no hay quien dude que la alegría tiene la eternidad asegurada.
Por eso la llamada a su casa, en Ciudad de México, donde reside, es un poco de sol en medio de las lluvias.
–Hay libros que, por encima de otros, se intuyen como indispensables para sus autores y, al mismo tiempo, condicionados por una urgencia extrema. Así se percibe éste. ¿Nos equivocamos?
–Tiene usted razón. Hay un conjunto de autores que están en el horizonte del libro y me urgía escribir acerca de ellos. Cartas credenciales fue escrito a lo largo de varios años y, como usted verá, son artículos diferentes y para ocasiones diferentes. No sé cuál es el más viejo de ellos, pero creo que el libro recoge trabajos míos de los últimos 10 años. Quedaron otros artículos por fuera, tengo todavía muchas cosas que no se han publicado y es posible que si hubiese otra edición de Cartas credenciales, a lo mejor podría agregarlas.
–Cuando lo entrevistamos en 2001, aquí en Venezuela, nos confesó que estaba tratando de escribir “un libro mayor”, a pesar de ser un escritor, según sus propias palabras, de brevedades.
¿Continúa ese sueño?
–Claro que sí. De hecho, ese libro mayor está casi concluido y está en la etapa difícil y larga de la corrección.
–¿Verá luz este año?
–Que sus palabras me traigan buena suerte. Usted sabe cómo son esas cosas. Uno las nombra y después se demoran. Yo espero que el libro esté corregido a mediados de año y el resto se lo dedicaré a esperar que salga.
La vida sin recetas –Volvamos entonces a éste que es una realidad: en el primer texto asegura que “quedan los rituales privados para alejar la angustia y alcanzar un descanso precario”.
Apiádese por favor de los otros mortales y confiese al menos uno de esos rituales, el más insignificante al menos.
–No, no puedo. Sepa usted que esos rituales obedecen a conductas profundamente neuróticas. No tendrían, además, aplicación para otras personas. Esas son invenciones privadísimas para salir de ciertos trances, de ciertos males psicológicos personales. No son recetas para otras personas. Y déjeme confesarle, sí, que esas recetas nunca sirven. Son falsos remedios. Lo único que sirve es alejarse de los problemas. Por fortuna, la vejez me ha calmado un poco y ya no necesito tantas mañas y rituales para ayudarme a vivir.
–Ya que menciona usted la vejez, y apegados a esa declaración en la que afirma no poseer una estrategia de vida, ¿cómo se sitúa ante la última gran recta de la vida frente a la palabra? ¿Hace más ligera la carga en estos días?
–Hay una sensación de que en algo ayuda, hay una sensación de que, de alguna manera, el juego ya está hecho, y que por consiguiente uno ya no se proponer modificarse a sí mismo demasiado, que hay que jugar con las armas que uno tiene, y que esas no mejorarán, sino que empeorarán. Hay, por lo tanto, una mayor falta de tensión. Y una, digámoslo aquí, mayor libertad. Ya no hay tantas angustias, da uno con una mayor distensión, y quizás, sí, todo esto ayude a escribir.
–Podemos coincidir también en que las únicas recetas que ayudan hoy en día son las de la cocina, ¿no?
–Sí, aunque en estos últimos años también me he vuelto más austero en la cocina. (Risas) –Pero no en la literatura, afortunadamente.
En la crónica que le dedica a su encuentro con Jorge Luis Borges nos brinda un final excepcional. Usted, siguiéndolo en la calle a distancia, en la noche, después de una conferencia dada por el autor de El sur , “asombrado en el fondo de que las cosas fuesen así, tan simples y tan enigmáticas, un hombre camina por la calle. Yo todavía lo sigo”. ¿Todavía lo sigue?
–Sí, todavía lo sigo. El seguir a Borges es una de las constantes de mi vida. Es algo inamovible.
Su obra me acompaña todo el tiempo. Para mí, su rigor estilístico y su rigor imaginativo son toda una lección.
La paz en batalla –De Juan Nuño, su amigo y otro de sus referentes intelectuales, ha dicho que era más feliz en la guerra que en la paz. ¿Qué nos dice de usted: la guerra o la paz?
–Sí, Nuño disfrutaba de la batalla, de la polémica, de la discusión.
Eso habla de su talento y de su vitalidad, tan necesaria esta última para Venezuela en esos años. Yo, por mi parte, siempre aspiro a la paz, pero cuando la logro, que no es por lo general con frecuencia, me aburro un poco con ella. Y entonces se crea un vacío que me hace volver a la batalla. Vale la pena batallar. Batallar no necesariamente es un llamado a la guerra. Batallar significa entrar en discusión con la vida, entrar en discusión con los semejantes, con los amigos, batallar es estar en la confluencia de las decisiones, en la confluencia de las cosas que ocurren. Y las cosas que ocurren no son necesariamente políticas. Son las aventuras de la vida, las aventuras de las amistades, las aventuras intelectuales.
Todo eso implica actividad, compromiso y movimiento. Ninguna de estas cosas tienen que ver, para mí, con la paz. Quizás tenga yo un concepto equivocado de paz.
–¿Y por qué no define aquí la paz con sus palabras?
–Yo veo la paz como un señor sentado mirando el cielo, con el alma pura y limpia, lleno de tranquilidad. Es una imagen que me agrada, pero la siento un poco vacía.
–¿Cuál es la última batalla que recuerda haber dado?
–A ver, a ver. La última batalla la debo haber dado ayer, leyendo. Sí, fue ayer, imagínese, estaba leyendo La Ilíada y me estaba imaginando algunas cosas. Nunca se sabrá si salí airoso de ese compromiso.
–Por lo menos salió vivo. –No sé cuán vivo quedé, pero sí sé que quedé con ganas de seguir. (Risas) –En Aquí , donde explica por qué vive en la capital mexicana, deja colar una aseveración contundente:
“... cada vez me importa menos la realidad exterior”.
¿Por qué?
–No sé si esa frase me la aplicaría en estos momentos. Lo que quiero decir es que no me importan ciertos acontecimientos que parecen muy importantes, muy dramáticos, muy aparatosos, que ocurren todos los días. Estoy pensando en que hay una cantidad de ajetreos en la realidad que desaparecen y que, en definitiva, no tienen ninguna importancia. Prefiero mantenerme alejado de cosas como ésas.
–Como hombre de pensamiento y palabra, díganos: ¿qué debemos mejorar los seres humanos?
–Esa es una pregunta de sabio chino. (Risas) No me considere así, porque creo que lo voy a desilusionar con mi respuesta. Pero, en fin, ayudaría si fuésemos más tolerantes.
–¿Eso deben saber, por encima de todos los saberes, los niños hoy en día?
–Ay, déjeme decir lo que no deben saber, no lo que deben saber: los niños no deben saber cómo lastimar a otros.
Venezuela, realidad emotiva
Las solapas, así como son inútiles en los trajes, tienen a veces un valor particular en los libros. El de Cartas credenciales, para aquellos jóvenes que no sepan de las complejas raíces de alguien tan importante como Alejandro Rossi, es iluminador.
De padre italiano y madre venezolana, el escritor, como ya se dice en el sumario de la nota, nació en Italia, pero se educó filosóficamente en México, Alemania e Inglaterra. Hoy, dice la solapa, es ciudadano mexicano.
Lo que no se apunta, fiel al rigor de ese tipo de textos, es la relación amorosa que tiene con Venezuela desde siempre y en esta entrevista ratica:
“Venezuela es una realidad inmensamente presente en mi vida. Y en la actualidad de mi vida. Venezuela es una realidad emotiva para mí, es una realidad constitucional para mí. Venezuela no es un helado que me gusta más o me gusta menos. Venezuela forma parte de mi visión de la vida”.

POSTAL (3)

EL NACIONAL, Caracas, 13 de septiembre de 1998 / PAPEL LITERARIO
La infructuosa espera de Mario Briceño Iragorry
Destinatario desconocido
No dos veces, sino durante 48 años ya, ha tocado a las puertas de Venezuela el mensajero de don Mario. Trae consigo palabras de vigencia desgarradora, pero envueltas en un lenguaje pasado de moda que ya nadie parece reconocer. Se diría, casi, que procura el cartero la entrega de una misiva dirigida a una nación que ha muerto y ya no existe. Aun así, el Mensaje sin destino todavía aguarda, terco e insistente, a ser leído como una carta íntima, personal, de aquéllas que apremian de tú a tú y esperan por respuesta
Hernan Carrera

Difícil gramática la del vivir, cuando en auxilio del verbo rectificar se exige, desde la primera persona del singular, el concurso de la siempre dura y a veces reacia adverbiación del sustantivo dignidad. Rectificar con dignidad es tarea que incluso a la Historia, generalmente más atenta a la precisión de los resultados que al orden ético de los factores, suele poner en aprietos: ¿puede el hombre hacer borrón de sus bochornos para emprender la cuenta nueva de una vida sin mácula?
No es casual que Mario Briceño Iragorry se haya sentido, como historiador y ensayista, intelectualmente atraído por la figura de Antonio Fernández de León, personaje que entre 1769 y 1830 puntea, siempre incólume, las costuras de una Venezuela que a la vez se armaba y desgarraba de jirones. Desde la Intendencia colonial, Fernández se ocupó de que la renta del tabaco proveyese buenos réditos a su majestad y, también, porque no estaba ni está nunca de más, grandes latifundios a su propio haber. Sin embargo, no es hasta 1808, cuando -ya destronado el soberano español- se constituyen las cortes de Cádiz, que da la primera muestra de lo que andando el tiempo sería su verdadera vocación: adhiere de inmediato al bando constitucionalista. Detenido y llevado como prisionero a España tras la restauración de Fernando VII, logra capear la situación con tan convincentes maneras y dineros que regresa al poco, convertido ahora en marqués de Casa León. De allí en adelante servirá sucesivamente a Miranda y a Monteverde, a Bolívar y a Boves, a Morillo y a Páez. A cada uno, hay que reconocerlo, con la mayor dedicación y eficiencia, y sin descuidar jamás su personal pecunio: Antonio Fernández de León fue lo que hoy se llamaría un pragmático con éxito.
Cuando Briceño Iragorry publicó Casa León y su tiempo, eran muchos los Fernández de León que desesperadamente buscaban reubicación en la convulsa escena venezolana, y que legítimamente podían sentirse aludidos. Corría el año de 1946, una nueva dramaturgia política se estrenaba, y al igual que ayer habían hecho los Tovar y los del Toro, los San Javier y los de la Granja, el mantuanaje criollo cumplía nuevamente los debidos acomodos para garantizarse protagonismo político y económico.
En mala hora
Si las sumatorias de la gramática vital se hubiesen cerrado para Mario Briceño Iragorry en 1946, aquel libro habría sido, en él, una contradicción del historiador y una reafirmación del individuo. El primero había siempre sostenido que compete a la historia valorar positivamente cuanto pueda haber de fuerza creadora en la formación de una nación, incluso en sus puntos más oscuros; así, por ejemplo, el legado de siglos de cultura venidos tras el arcabuz de los Pizarro y los Fajardo. El segundo, el hombre, había pertenecido hasta entonces a una Venezuela que se perpetuaba en la injusticia, más por la astucia de sus pragmáticos, precisamente, que por sagacidad de sus tantos dictadores.
En 1945, cuando cabe suponer que urdía en su mente las páginas de Casa León..., Briceño Iragorry, ex presidente del Congreso Nacional y figura principalísima del medinismo, conoció como involuntario huésped los calabozos del Cuartel de La Planicie. Embajador de López Contreras, gobernador y presidente de Estado de la tiranía gomecista, su vida toda parecía atada no al progreso al que apuntaban sus escritos, sino al atraso que envolvía sus orígenes de hombre público.
¿Lo estaba realmente? Al atraso se había atado, en efecto, con algunos hechos que al final de su vida ha debido sentir como un bochorno y una afrenta infligida en mala hora de propia mano. En 1926, a la edad de 29, ya mantenía correspondencia con Juan Vicente Gómez; no para exponer criterios políticos, obviamente, sino en rogatoria de algún favor pecuniario. Dos años más tarde, el 10 de mayo, mientras la famosa generación del 28 estrenaba grilletes y torturas en las mazmorras de Puerto Cabello, él se dirigía al dictador para pedirle "me favorezca con seis mil bolívares" para comprar un carro, y para agradecerle su designación en un cargo burocrático insignificante. ¿Pecados de ingenuidad, costumbres de la época? Quizá. Pero todavía en 1949, cuando ya los 52 años de edad desaconsejan todo candor, incurre en nueva venialidad de leso orgullo: acepta, como embajador, ser representante de la nueva dictadura que aherroja a Venezuela.
El desliz, no obstante, dura esta vez muy poco tiempo; tan escaso, que no hay cómo ver en su feroz ataque a Antonio Fernández de León una factura de resentimiento contra los nuevos pragmáticos. La voz que en 1934 le había dictado los Tapices de historia patria, la conciencia que en 1942 lo había llevado a escribir El caballo de Ledesma, la dignidad que en 1946 le hizo denunciar, con Casa León..., no el mero oportunismo de un individuo, sino la mentalidad depredadora y entreguista de una "oligarquía que, tanto en la Colonia como en la república, simulando un dudoso vestalismo, trabajó y ha trabajado para asegurar sólo sus absorbentes privilegios de clase, sean cuales fueren las ideas de los gobernantes"; toda su obra escrita, en fin, pugnaba por hacerle ver al hombre la necesidad de torcer rumbo y empinar nuevo velamen.
Crisis de pueblo
Cierta vez confesó un ilustre escritor mexicano que había necesitado la mitad de su vida para reducir a escombros los muros que había alzado en la primera mitad de ella. Mario Briceño Iragorry necesitó y dispuso para eso de apenas ocho años: los que van de su renuncia a la embajada en Colombia hasta su muerte el 6 de junio de 1958. La tarea ha podido ser cómoda y sencilla: bastaba, como tantas veces ha comprobado la historia reciente, con usar la literatura de escondite: escalar los pedestales de una obra literaria encomiable y, desde allí, aplastar con el olvido cuanto se tenga por turbio en la propia trayectoria. O, incluso, justificar turbiedades con la pluma, emplear el mayor o menor genio en ensalzar lo vergonzoso: llamar -verbigracia- gendarme necesario a quien no pasa de tirano sanguinario.
Mario Briceño Iragorry optó, en cambio, por aquella dura gramática que exige que el rectificar se cumpla dignamente. Para volver polvo y añicos sus cartas a Gómez, apartó sus ojos de ensayista del lejano pasado y volcó su mirada hacia el presente y el futuro. Sacó su pasión de historiador fuera de los libros y la lanzó a correr el albur de la historia que se ensaya con el pellejo y día a día.
Desde allí, desde la vida, se integró a una estirpe ya entonces en franco proceso de extinción: la de los raros intelectuales que, como José Bernardo Núñez o Mariano Picón Salas, en otros tiempos se sintieron en el deber de aplicar sus intelectos a un sostenido esfuerzo de comprensión de "las necesidades y los dolores de la República". Briceño Iragorry, bajo lo que parece ser el influjo directo de las ideas de Jacques Maritain, se esforzó en cumplir con esa deuda desde la óptica de un cristianismo militante.
Lo que la inteligencia de Briceño Iragorry percibió, puede leerse en las 50 apretadas páginas de su Mensaje sin destino o, de manera más expedita, puede también ser visto en la cotidianidad más inmediata. Entonces, en 1951, era todavía una advertencia: un país sin pueblo, sin tradición, sin historia -dijo-, que avanzaba en su "inconsciente aventura de destruir la fisonomía de la nación". Donde otros vieron crisis literarias y morales, políticas o económicas, de hombres o de políticas, él vio una grande y sola. "Crisis de pueblo", la llamó: una incapacidad para reconocernos en nosotros mismos; para comprender nuestra historia como un todo inconcluso, que reclama en el presente y ha de proyectarse en el futuro; para valorar, sintetizar y refundar a cada paso una tradición -una cultura- que nos permita ser nación que asimila y no nación asimilada.
Mario Briceño Iragorry no se limitó a retratar fríos fenómenos, ni se escudó en el cómodo "culpables somos todos". Habló de libertad y de justicia, de oligarquías y de imperios: usó palabras que hoy a nadie parecen decir nada. Pero no hay que culparlo a él. Si ya no se le entiende, si yace en el olvido, tal vez sea porque el país al que quiso dirigirse, el país al que advirtió de una inminente disgregación, ha muerto y ya no existe. Tal vez.
Don Mario
En 1952, Mario Briceño Iragorry da un paso al frente con singular valentía. Ante a la farsa electoral convocada por la dictadura, se incorpora a la campaña electoral de Jóvito Villalba y juega papel fundamental en la avalancha de votos que derrotan a Marcos Pérez Jiménez. Desconocidos los resultados, mantiene desde el exilio una activa crítica del régimen, que le vale, en la España de Franco, un atentado perpetrado por agentes de la Seguridad Nacional.
El 13 de abril de 1958 regresa a Caracas. Grandes manifestaciones lo reciben. Pero no sólo eso: en las calles, la gente lo saluda: Buenos días, don Mario. Es, quizá, el último venezolano que recibe del hombre humilde ese título. Se lo había ganado, ciertamente.
Lectura mínima
Junto a decenas y muy posiblemente centenas de discursos y artículos de prensa, Mario Briceño Iragorry dejó impresa una vasta obra ensayística. Destacan en ella:
El caballo de Ledesma (1942)
Casa León y su tiempo (1946)
El regente Heredia o la piedad heroica (1947)
Mensaje sin destino (1951)
Alegría de la tierra (1952)
La hora undécima (1956)

BABÉLICAMENTE, SUYO

El saqueador de momias como nihilista
Son las creencias, y no la razón, las que sostienen la mayor parte de nuestra vida social, política y económica. Pero hay quienes se las saltan si consiguen beneficios, como hacían los que robaban las tumbas de los faraones
Enrique Lynch 

El hallazgo en el llamado Valle de los Reyes, de un recinto oculto, el KV 40, repleto de despojos de momias y fragmentos de antigüedades destrozadas por los saqueadores de tumbas me recordó una trepidante historia de la arqueología que leí apasionadamente en la pubertad: Dioses, tumbas y sabios,escrita por C. W. Ceram, seudónimo de un escritor alemán de filiación nazi llamado Kurt Wilhelm Marek.
En su libro, Marek narraba con hábil suspense el hallazgo en 1860 de otro escondite similar a la KV 40: la cueva DB320, situada en un punto cercano a Deir el Bahari, en la necrópolis de Tebas, frente a Luxor. En esa especie de morgue improvisada se encontraron las momias de varios Ramsés, Tutmosis, Setis y muchas otras figuras relevantes del pasado egipcio. La insólita acumulación de faraónicos despojos se debía, según se adujo, a que los sacerdotes del primer milenio antes de Cristo habían decidido llevarlas allí para protegerlas de los saqueadores. En su momento —yo era poco más que un niño— di por buena esa explicación que hoy en día suena a coartada. Lo más probable es que esos mismos celosos sacerdotes fueran los que habían saqueado las tumbas. Asimismo, seguramente la expedición suiza no “descubrió” nada, sino que actuó guiada por un bien remunerado chivatazo de alguna de las familias de saqueadores que, desde hace siglos, controlan el expolio y posterior tráfico de las antigüedades egipcias. Lo que no sería raro, puesto que lo mismo hicieron en su momento Howard Carter y lord Carnarvon cuando les tocó “descubrir” la tumba de Tutankamón: nada hubieran podido “descubrir” sin la ayuda o la complicidad de las familias de saqueadores egipcios, auténticos sherpas de los egiptólogos occidentales que las historias románticas de la arqueología jamás mencionan.
Sin la ayuda de sus sherpas, nada hubieran podido “descubrir” los egiptólogos occidentales
En esta ocasión, pues, el hallazgo de la KV 40 hace pensar en que lo verdaderamente interesante de este caso no es el descubrimiento, sino el saqueo sistemático de las tumbas egipcias y, sobre todo, el espíritu del saqueador, que no es un bárbaro que expolia los vestigios de una cultura ajena, como los conquistadores españoles en México y en Cuzco o los talibanes en Afganistán, sino uno que arrasa a consciencia con su propia tradición, abomina de sus dioses y le tienen sin cuidado Osiris, Ra o el ominoso Anubis, puesto que los antepasados de los actuales saqueadores son tan antiguos como los faraones y el saqueo, una profesión heredada por estirpes familiares ahora constituidas en gremios. Este episodio, pues, actualiza una cuestión de considerable trascendencia: ¿hasta qué punto las elaboradas creencias egipcias en la vida de ultratumba, el Libro de los muertos, la teoría de la transmigración de las almas y el poderoso clero que las administraba formaban parte de un culto auténtico? ¿De veras era aquello una religión o, si acaso, una acendrada creencia compartida por reyes, sacerdotes y pueblo? Porque está claro que el saqueador no cree en los talismanes, ni teme las maldiciones de los faraones, ni tiene el menor respeto por las momias sagradas de unos individuos que, en vida (dícese) eran considerados dioses, sino que es un nihilista radical y, por añadidura, con varios milenios de antigüedad: un tipo mucho más duro que el más duro de los rappers del Bronx.
Similar perplejidad suscitan algunos elaborados mitos griegos caros a nuestra tradición europea, tan bellos y ricos en significados y símbolos sobre la condición humana que han inspirado la filosofía y la literatura occidentales. Como suele ocurrir con todos los mitos, las historias griegas cuentan hechos inverosímiles y hablan de seres fabulosos como el Cancerbero, describen escenarios como la Laguna Estigia o dan por hecho que las tres Medusas compartían un solo diente y un único ojo. Es posible que muchos griegos antiguos creyeran en estas historias, pero ¿de qué índole era su creencia? Más aún, ¿creía en ellas Platón, que fue uno de sus más pródigos divulgadores; o un tipo tan inteligente, realista y razonable como Aristóteles, creador de la lógica que reguló nuestros razonamientos por más de 2.000 años? El historiador Paul Veyne, que dedicó un seminario y un libro a examinar hasta qué punto los griegos creían en sus dioses, llegó a la conclusión de que por supuesto que no creían; o sí, pero del mismo modo como nuestros niños creen al mismo tiempo que los Reyes Magos existen, pese a que saben que son sus padres los que compran los regalos.
La cuestión, pues, no es nada baladí, puesto que son innumerables los contextos en que procedemos por creencia (o credulidad) mientras que otros, más o menos inescrupulosos o nihilistas, hacen como los egipcios saqueadores de tumbas; y se llevan a casa el botín. Hace unos cuantos años en las páginas de este periódico, Agustín García Calvo llamó la atención acerca del tipo de transacción que tiene lugar cada vez que un ciudadano deposita sus dineros en el banco a cambio de un insignificante resguardo. Para García Calvo esa confianza en el sistema financiero era del orden de lo mítico, es decir, fundada en creencia, puesto que de hecho no hay ninguna razón, ni prueba tangible ni certeza que abone la esperanza de que, llegado el caso, el valor de una inversión o una cuenta de ahorro serán devuelto por el banco con solo que se le presente el resguardo. La experiencia ciudadana en la España de los últimos años muestra que García Calvo no se equivocaba.
El escritor que concurre a un premio literario, ¿acaso no sabe que están casi todos amañados?
La creencia —y no la razón— sostiene la mayor parte de nuestra vida social, política y económica y no solo hace estragos cuando es manipulada por los curanderos, los mercaderes de felicidad, los tarotistas televisivos o los timadores profesionales que circulan por Internet. Una creencia sostiene el mito de la representación parlamentaria que es la base de la democracia moderna y anima el voto de los ciudadanos con objeto de que un programa sea llevado a término desde el Gobierno pese a que, una y otra vez, asistimos al mismo repertorio de transgresiones: democracias populares nacidas de una revuelta que a la postre se convierten en dictaduras, partidos autodefinidos como liberales que para salir de una crisis recurren a la subida generalizada los impuestos y algún otro, como la socialdemocracia francesa, que desmonta “conquistas” de los trabajadores promovidas por los propios socialdemócratas. ¿Por qué razón el ciudadano los sigue votando? El escritor que concurre a un premio literario, ¿acaso no sabe que están casi todos amañados? El aspirante a una plaza en la universidad, ¿cree o no cree en la limpieza del procedimiento por el cual aspira a ser seleccionado?
Hace ya muchos años, mantuve una breve (única) conversación con Jorge Luis Borges en la presentación de un libro en Buenos Aires. Yo había llegado a aquel sitio acompañado de mi madre y ella se las arregló para dejarme a solas con aquel anciano genial que recorría los círculos sociales y literarios porteños como el divino Tiresias. Abandonado delante de aquella luminaria me sentí obligado a decirle algo trascendente y se me ocurrió preguntarle si era cierto lo que había oído por ahí, que los libros de la Biblioteca de Babel, colección que entonces él dirigía, servían para probar un argumento demoniaco: la demostración de que Dios no existe. Borges hizo un gesto de estupor y me contestó: “¿De veras? No, no es cierto”; y tras un segundo de reflexión añadió: “Pero ya que me lo pregunta... ¿existe Dios? Mejor dicho, ¿hay alguien que crea de veras en Dios? Bueno, sí, el Papa probablemente cree...”. Pero casi enseguida se corrigió: “No, el Papa tampoco cree en Dios”; y acto seguido cambió de tema y se entretuvo preguntándome por un ancestro que, al parecer, su familia y la mía compartían desde los lejanos tiempos de Juan Manuel de Rosas.
(*) Enrique Lynch es filósofo.

Ilustración: Eulogia Merle.

¿SOMBRAS NADA MÁS?

EL PAÍS, Madrid, 23 de mayo de 2014
LA CUARTA PÁGINA
Queridos ateos…
Los creyentes no nos pasamos el día meditando sobre la existencia de Dios. La religión no es un argumento filosófico ni una alternativa a la ciencia. Es una estructura de sentimientos, una casa hecha de emociones
Francis Spufford 

Permítanme que venga a molestarles con un proyecto: el del respeto mutuo entre ateos y creyentes. Se apoya en un principio muy sencillo: ambos sostenemos una postura para la que, por definición, no hay pruebas. Nosotros creemos que existe un Dios y ustedes creen que no; cuando, en realidad nadie lo sabe, ni puede saberlo: no es una cuestión susceptible de ser probada. La ciencia, como mucho, puede demostrar que no hay necesidad de Dios como explicación física de nada. Puestas así las cosas, la posición natural, neutral y moderada sería el agnosticismo: un calmado, indiferente desconocimiento. Sin embargo, usted y yo, esas salvajes criaturas románticas que somos, nos apresuramos a tomar posiciones de fe sobre el asunto. Esta compartida (aunque enfrentada) extravagancia podría convertirnos en almas gemelas. O en sin-almas gemelas; yo digo lechuga, usted dice tomate, pero al menos ambos estamos hablando de hortalizas. Ateos y creyentes son, en formas opuestas, gente con convicciones, gente que se queda fuera del centrado campo del empirismo. Mes frères, mes soeurs, mes semblables! Abracémonos, porque todos somos refugiados huyendo del aburrido pragmatismo.
Ah, ¿que no? No. Porque exponer que el ateísmo es simplemente otra forma de fe ataca la idea que el no creyente beligerante tiene de sí mismo: la idea de que el ateísmo es de alguna forma científico y, en el campo de las creencias personales, equivale al rigor y las cautelas del método científico. Este autoconcepto se iría al garete si se atrevieran a verse como fervientes acólitos de la negación de Dios. Intente usted decir que los ateos mantienen una posición de fe, porque creen en la ausencia de Dios, y en apenas segundos, tan seguro como que el sol sale por el este, tan seguro como que Richard Dawkins sabe mucho sobre biología evolutiva y nada sobre religión, saldrá alguien a decir: “No. Los ateos no creen en la ausencia de Dios. Los ateos no creen en nada. Los ateos, simplemente, se mantienen al margen en toda esa tontería de pensar en seres invisibles”.
¡Uf, qué alivio! Al menos hemos neutralizado la posibilidad de considerar el ateísmo como un teísmo en negativo, y a los ateos como una especie de encantadores antitrapenses, dedicados a celebrar ruidosamente la inexistencia de Dios, arrancándose las cadenas de lo fáctico, disfrutando libres (¡por fin!) de la poética de la ausencia. Me temo que lo de abrazarnos va a tener que esperar.
La fe cristiana es una forma de enfrentarse a la culpa con la que vivimos los seres humanos
En fin, aquí, en el lado de los creyentes, tampoco es que nos pasemos el día meditando sobre la existencia de Dios. La religión no es un argumento filosófico, ni una cosmología apañada, ni ningún tipo de alternativa a la ciencia. De hecho, la religión no es en absoluto, en primera instancia, un conjunto de propuestas sobre el mundo. Antes que cualquier otra cosa, es una estructura de sentimientos, una casa hecha de emociones. Las emociones no se tienen porque hayas aceptado la idea de que Dios existe; empiezas a considerar que Dios existe porque has sentido esas emociones. Empiezas a considerar la idea, y quizá algún día llegas a aceptarla, porque encaja con lo que de todas maneras ya estabas sintiendo. El libro que he escrito en defensa del cristianismo, Impenitente, empieza hablando de la disputa actual sobre la religión, pero enseguida pasa a explicar, o lo intenta al menos, que la fe se construye a partir de las experiencias reales y normales de un ser humano; no es una empinada escalera de suposiciones apoyada sobre unas conjeturas inestables. La fe cristiana (que es de la que puedo hablar desde dentro, desde la experiencia) es una forma de enfrentarse con esa carga de culpa y esperanza y pena y alegría y cambios y tragedia y renovación y mortalidad con la que debemos vivir todos los seres humanos. No es una forma infantil, despreciable y cobarde de lidiar con esas cosas: conlleva un cierto realismo emocional incorporado (o eso nos gusta pensar), y un cierto grado de imaginación. Nosotros también hemos hecho los deberes.
Y aun así, por supuesto, no lo sabemos, y el no saber importa. El examen definitivo para la fe debe ser, todavía y siempre, su veracidad; las perspectivas que nos ofrece y los cambios que nos hace atravesar deben corresponderse al final con un estado real del universo. La religión sin Dios no tiene sentido (excepto, quizá, para los budistas). Por eso las creencias, para la mayoría de los cristianos que respetan la verdad, la lógica y la ciencia, suponen una entrada voluntaria en la incertidumbre. Esto implica la decisión de sostener los riesgos de vivir en condicional, escoger una vida a la sombra de un “a lo mejor” o un “quizá”, entre los muchos “a lo mejor” o “quizá” de este mundo; donde las respuestas definitivas no están a nuestro alcance, y todo lo que sabemos sobre ciertos asuntos debemos aprenderlo medio a tientas, a través de un cristal.
Usted y yo estamos operando en un campo donde no podemos saber quién tiene razón
Este es el fundamento que nos permite, a rasgos generales, acceder con imaginación a la postura de ustedes. Nunca he conocido a un cristiano que no se sintiera identificado con la experiencia de creer en un Dios ausente. Muchos hemos sido ateos en algún momento. Muchos aún lo somos, de vez en cuando: una característica recurrente de la fe es que cada cierto tiempo pasa por etapas de duda. Eso no significa que pensemos secretamente que tienen ustedes razón, en el fondo; ni que a cierto nivel semiinconsciente sepamos que sólo estamos construyendo patéticos castillos de arena para ser derribados por la impetuosa, inevitable, obligatoria marea creciente de la Razón. Significa que reconocemos que ambos, usted y yo, estamos operando en un campo donde no podemos saber quién tiene razón. La reacción adecuada es la humildad, la conciencia de nuestra propia falibilidad.
Quizá también —bromas aparte— esta pueda ser la base sobre la que creyentes y ateos puedan alcanzar una declaración de paz, y hablar entre ellos de manera un poco más productiva. En ambos lados guardamos nuestras certezas en el armario, y nos conformamos, compañeros en la toma de decisiones bajo la incertidumbre, con comparar las ventajas y desventajas de las casas de emoción que nuestras posturas nos impiden habitar: ambas reales, en el sentido de que ambas se han construido con la experiencia, y ambas cimentadas, en última instancia, sobre lo incognoscible. Ustedes sacan la carta de la dignidad del materialismo, y nosotros ponemos al lado la aceptación cristiana de lo trágico, lo desechado, lo irreparable. Ustedes sacan el humillante descubrimiento de la pequeñez y la contingencia de la humanidad en el cosmos, y la idea enaltecedora de que en cualquier caso la vida humana sigue teniendo sentido. Nosotros sacamos la universalidad del fracaso humano, y la esperanza de escapar de la búsqueda eterna del beneficio propio. Nosotros enseñamos nuestras cartas y ustedes enseñan las suyas. Y juntos admiramos las previsibles apuestas que nos sostienen.
No obstante —y ahora sí que intento provocar— antes de eso, creo que ustedes deberían ser un poco más claros sobre cuál es el contenido emocional de su ateísmo. Ustedes son quienes aseguran estar actuando a partir de una simple carencia, a partir de una no-creencia, pero, ya que hablamos de ausencias, el ateísmo contemporáneo no parece involucrar sentimientos convincentes ni de lejos. No todo es leer a Lucrecio, o pensar en la naturaleza de las cosas hermosas. Para muchos de ustedes, el objetivo del ateísmo parece ser no tanto la no-relación con Dios, como una viva y hostil relación con los creyentes. La misma existencia de la religión parece ser una afrenta, un atrevimiento, un picor que no pueden evitar rascar. La gente a la que no le gusta coleccionar sellos no tiene una revista especializada llamada El Antifilatélico. Ustedes sí. Lo que hacen es el equivalente a irse un domingo a la plaza Mayor de Madrid con pancartas contra la venta de sellos. Cuando en un diario progresista se habla de eso de las creencias, los comentarios suelen estar copados por tertulianos que lanzan su desprecio con la misma fuerza que un extintor de incendios. Es como si hubiera una pequeña onda transgresora de satisfacción que solo se pudiera alcanzar pronunciando palabras despectivas allí donde un cristiano de verdad pueda oírlas. Y esto no puede ser bueno para ustedes. Nunca es buena idea creer que el placer de la agresión esconde detrás una virtud. Se lo dice una persona religiosa. Eso sí que lo sabemos con certeza.
(*) Francis Spufford es escritor, editor y profesor. Acaba de publicar Impenitente (Turner).

Ilustración: Eva Vázquez