sábado, 5 de febrero de 2011
... perpetuus
EL NACIONAL - Sábado 05 de Febrero de 2011 Papel Literario/4
Sobre Librepensamiento perpetuus
"No existe peor servidumbre que la que generan las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo bello".
LUIS DE SAN MARTÍN
El primer e imborrable recuerdo que tengo de Alberto Jiménez Ure se remonta a principios de los años ochenta , cuando con 9 años y mi hermano Leo con 7, nos regaló un extraordinario ejercicio de "literatura fantástica" en la sala de un apartamento en Barquisimeto. Sólo años después comprendí que era un alarde de imaginación e histrionismo de un para entonces joven escritor, aunque, eso sí, en aquel momento quedé convencido de que esos duendes que se escondían en el cuarto deambulaban por allí esperando un despiste para llevarnos a esa dimensión en la que viven los unicornios, las sirenas y los troles. No aparecieron y para nosotros fue un verdadero alivio.
Con el tiempo, el querido Alberto fue madurando su prosa literaria y la vena periodística se le manifestó con tal fuerza que se convirtió en co-fundador de la Oficina de Prensa de la Universidad de Los Andes, dependencia que tuve el placer de dirigir hasta hace muy poco. Yo era de los que no dejaba de leer sus columnas semanales en El Impulso, porque su pasión por la literatura se había ya transformado en compromiso crítico con la realidad que lo rodeaba.
El verdadero humanista ve con desconfi anza al poder, porque no hay nada más humano que la tensión permanente entre la tiranía y la libertad y sólo imponiendo límites, mediante la crítica, los intelectuales preservan el libre y fecundo juego de las ideas
Ese compromiso del que les hablo es el que lo lleva a embarcarse en este libro telúrico denominado Librepensamiento perpetuus, un ejercicio de erudición y claridad moral de alguien que asumió el más importante dictado de la ilustración: atreverse a pensar por cabeza propia.
Ser un libre pensador no es ser un charlatán de cafetín dispuesto a aparentar conocimiento para impresionar a la galería, es ser, ante todo, un ciudadano honesto con lo que sabe y con lo que tiene que saber. Un libre pensador es la condición necesaria de una buena persona que se niega a dejar de ser político en el sentido filosófico del término. Alberto comprendió que si los habitantes de la polis quieren seguir disfrutando de las libertades y derechos civiles deben asumir responsablemente el deber de participar en el debate político cotidiano, porque cuando los que siendo formados y competentes se apartan de él se les abren las puertas a los truhanes, oportunistas, demagogos y mediocres de toda calaña.
La libertad de expresión es la manifestación concreta de esa libertad esencial, íntima del libre pensamiento y mientras existan personas como Alberto estamos convencidos de que no morirá, aun cuando el influjo del despotismo establecido pretenda domesticar, perseguir y despreciar a los insumisos como él, quien ante el oscurantismo de la propaganda lucha por encender la luz del conocimiento verdadero. No existe peor servidumbre que la que generan las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo bello.
El verdadero humanista ve con desconfianza al poder, porque no hay nada más humano que la tensión permanente entre la tiranía y la libertad y sólo imponiendo límites, mediante la crítica, los intelectuales preservan el libre y fecundo juego de las ideas. Alberto entendió que su libertad depende de la contribución que haga para desenmascarar a estos felones que, escondiéndose detrás de las ansias de justicia del pueblo, infligen el peor daño que la sociedad venezolano haya padecido en toda su historia republicana: la inoculación del odio entre hermanos y la promoción del estéril y esclavizante culto a la personalidad. Alberto Jiménez Ure, con este libro, grita los argumentos de los que quieren vivir en una libertad perpetua.
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