lunes, 21 de febrero de 2011

AMORES DE FONDO EN LA SUPERFICIE QUE ES EL FONDO


TAL CUAL, Caracas, 20 de Febrero de 2011
De la banalidad del amor
Ibsen Martínez

A Mariaca Semprún y Luigi Sciamanna

"Martín Heidegger es el gran maestro del asombro, el hombre cuya perplejidad ante el hecho escueto de que somos en lugar de no ser ha colocado un obstáculo radiante en el cmino de la obviedad".

Así se expresa George Steiner en su ya clásico estudio sobre e filósofo alemán, pereo no se alarme usted: no pienso discurrir sobre el ser y el tiempo, sino juntar en un batiburrillo entusiasta lo que, al regreso de una estupenda función teatral, me ha dado por releer.

Esta nota dominical invita desde ya al lector, en especial al no aficionado al teatro, a ver Informe sobre la banalidad del amor, obra del autor argentino Mario Diament que actualmente se presenta en la sala de la Fundación Humboldt de Caracas.

La sostenida adicción a Martin Heidegger que mostró la insoslayable pensadora judía Hanna Arendt a lo largo de más de medio siglo, pese a las simpatías del filósofo alemán por Hitler –y de sus actos en sintonía con la persecución de los judíos–, ha dado mucho en qué pensar.

Ciertamente, no es cosa que pueda banalizarse en un subtítulo– algo así como “amor constante más allá del nazismo”–, aunque la frívola improbidad de algunos comentaristas haya querido en el pasado reducir esa adicción a otro avatar del tema del dominador y la sumisa; una prefiguración de “Portero de Noche”, el film de Liliana Cavani, en la que Martin Heidegger sería Dirk Bogarde y la autora de “Los Orígenes del Totalitarismo” sería Charlotte Rampling. No es este , felizmente, el camino que toma el autor de “Informe sobre la banalidad del amor”.

El lector podrá juzgar mejor de lo que digo si se entrega al hechizo de esta pieza de cámara protagonizada por la novel Mariaca Semprún y el sapiente Luigi Sciamanna. Este último, no sólo nos entrega una actuación notable por su sabiduría y contención, sino que, además, logra una elegante y evocativa puesta en escena de la pieza. Es muy de agradecer que Sciamanna se las haya arreglado para ofrecernos, justamente en los tiempos que corren, este hermoso espectáculo de las ideas del cual no diré más, salvo que no debería usted perdérselo.

2.- Es notorio, al acercarse a este espinoso asunto, que Karl Jaspers, quien llegó a abrigar por Heidegger una admiración y una deuda intelectuales sólo comparables a las de Arendt, sí pudo despertar a tiempo del hechizo –no me viene a la mano otra palabra– e increpar directamente a su antiguo íntimo amigo: “Si alguna vez compartimos algo que pueda llamarse impulso filosófico, ¡yo le imploro que se responsabilice de ese don! ¡Póngalo al servicio de la razón, de la realidad que tienen la valía y las posibilidades humanas, y no al servicio de la magia!”

Al respecto, el estadounidense Mark Lilla (“Pensadores temerarios”, Mark Lilla. Prólogo de Enrique Krauze, traducción de Nora Catelli. Editorial Debate. Barcelona, 2004, 190 págs.) pone fin al ensayo que dedica al trío Heidegger–Arendt–Jaspers con una parafrásis del poeta W.B. Yeats que entraña una platónica advertencia contra las pasiones: “las responsabiliades comienzan con Eros.” Mario Diament dedica su pieza a refutar, por así decirlo, esta admonición moral.

Según Lilla, [Jaspers] “vio a un nuevo tirano entrar en el alma de su amigo, una pasión salvaje que lo descaminó al punto de llevarlo a apoyar al peor de los dictadores políticos y dejarse seducir por la hechicería intelectual.”

“El filósofo y el tirano–dice –, el más elevado y el más bajo de los tipos humanos, están ligados, gracias a una perversa triquiñuela de la naturaleza, por el poder del amor.”

“Que, en su juventud Heidegger y Arendt hayan sido amantes carnales por breve tiempo resultaría sólo un detalle, en nada terriblemente revelador. Lo que sí es importante y merece reflexión es cómo cada uno de ellos tres vio el lugar que la pasión tiene en la vida mental y en la fascinación que ejerce la tiranía moderna.”

3.- Es sabido que la única referencia pública y explícita que Arendt hace del nazismo del autor de “Ser y Tiempo” es una nota al pie de un texto indulgente y ambiguo que, en 1969, escribió como parte de un libro-homenaje al ya octogenario filósofo. Pero otra referencia, mucho más reveladora, se halla en una anotación del diario personal de Hanna Arendt, hecha en 1953.

Es posible que Sciamana y Semprúm no la conozcan, pero igual, si así no fuese, aquí la muestro al lector porque trae mucha agua al molino de la puesat en escena que vengo comentando. Dice la Arendt:

“Heidegger afirma, con gran orgullo: ‘La gente dice que Heidegger es un zorro’. He aquí el relato verídico de Heidegger, el zorro: Había una vez un zorro tan poco zorro que no sólo se la pasaba cayendo en la trampa, sino que ni siquiera sabía la diferencia entre lo que es y no es una trampa.

“Aquel zorro tenía, además, otro defecto: algo fallaba en su pelaje que este no alcanzaba a protegerlo de las vicisitudes de su vida de zorro. Luego de pasar su juventud rondando las trampas que ponía la gente y dejándose, por decirlo así, la piel en ellas, nuestro zorro decidió retirarse por completo del mundo y ponerse a hacer una madriguera para él solo.

“En su tremenda ignorancia de la diferencia entre una trampa y su contrario, y a pesar de su increìblemente vasta experiencia con las trampas, dio en una idea completamente nueva, algo nunca antes oído entre los zorros: hizo de una trampa su guarida.

“Se metió dentro de ella y hacía como si la trampa fuese en verdad una guarida–esto último no era engañifa, porque él siempre pensó que las trampas en las que otros caían eran, en realidad, guaridas–, y entonces decidió hacerse astuto a su manera y aparejar para otros la trampa que se había hecho a su medida y que sólo a él le venía bien.

“Así fue que nuestro zorro dio en hermosear su trampa y colgar por todas partes inequívocos carteles que claramente rezaban:‘ Venid todos aquí, esto es una trampa; la trampa más hermosa del mundo.’ A partir de entonces fue muy claro que ningún zorro caería en su trampa por error. Sin embargo, muchos vinieron porque la trampa era la guarida de nuestro zorro y si querías hallarlo en casa cuando lo visitases tenías que caer en su trampa.

“Todos, excepto nuesto zorro, podían volver a salir. Estaba hecha literalmente a su medida. Pero el zorro que vivía en la trampa decía orgullosamente: ‘Tantos vienen a mi trampa a visitarme que me he convertido en el mejor de todos los zorros.’ Y había algo de cierto en ello, también: nadie conoce la naturaleza de las trampas mejor que aquel que pasa toda su vida en una de ellas.”

4.- Algún tiempo después, George Steiner escribía en su notable biografía intelectual de Heidegger: “Muchas cosas permanecen oscuras en esta enorme obra, tan frecuentemente enigmática e incluso inaceptable. Las futuras filosofías y antifilosofías se alimentarán de ella, y sacarán de ella más provecho, quizá, cuando las rechacen.

De estas contradicciones está hecha la vida y,desde luego, el mejor teatro.

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