jueves, 24 de febrero de 2011

NOTABILÍSIMOS

EL SOL DE MARGARITA, Porlamar, 22 de Febrero de 2011
El partido de notables
Luis Barragán


Fuera o dentro de casa, no pocos dirigentes reconocen el retroceso y, afianzados por el viejo y noble Maurice Duverger, sientan cátedra al afirmar la existencia en Venezuela de sendos partidos de cuadros. El modelo de masas, más que una constatación sociológica o politológica, se convierte en un objetivo para salvaguardar – incluso – una nostalgia que a veces no les pertenece.

La falta de una necesaria y corajuda introspección, ciertamente riesgosa, como la hemos intentado casi infructuosamente en el partido en el que militamos, ha impedido el descubrimiento y la respuesta a una realidad que debe apuntar al desarrollo de una transición post-autoritaria. Y es que, al igual que el patrimonio documental que también espera por los investigadores, los criterios y actuaciones en boga penden engañosamente de un esquema que también se alejan de la prestancia o pretendida prestancia de un partido de cuadros.

Ocurre que hay organizaciones de extraordinarios resultados electorales que no se compadecen con su presencia real y orgánica en las comunidades que las votan, rindiendo el testimonio de partidos con más sufragios que dirigentes. No existe una debida proporcionalidad entre uno y otro dato, por lo que algún día los estudios delatarán a aquellos conductores nominales que, después de una inicial y exitosa incursión, no pudieron sostener un liderazgo nacional, regional o local.

El fenómeno se ofrece también inversamente, porque la desproporción se ubica entre aquellas entidades de medianos o pobres resultados electorales, aunque cuentan con un sostenido y consecuente cuadro de dirigentes esparcidos en todo el territorio nacional. Además, priva el recuerdo de aquél partido multitudinario, de masas y hasta “recogelo-todo”, que lo fue aún estando en la oposición varias décadas atrás.

Sentimos que la realización más exacta del modelo de partidos, incluso los que ejercen o dicen ejercer el gobierno, responde al de los notables, desmejorada la perspectiva que – incluso – tuvo y sostuvo Arturo Uslar Pietri, cuya influencia ha sido tan contundente en la Venezuela contemporánea. Para las aspiraciones nada censitarias del pueblo venezolano, aunque sumergido en un régimen prebendario y clientelar por mandato de la renta petrolera, la versión ya no responde a la afiliación de las figuras destacadas en el ámbito nacional, providencial y mayoritariamente proveniente del mundo tecnocrático.

El partido de notables apunta a la estelaridad de los que ya son estelares o pretenden serlo, y – para ello – lo que importa es la presencia en los medios de comunicación social. Puede hablarse del partido de las celebridades que, igualmente, toman un camino de descomposición.

Eligiendo entre el original y la copia, el vocacional dirigente político o político-partidista se desdobla en figura del espectáculo, habitualmente entrevistado en programas – preferiblemente televisivos - que hacen de la distracción o banalidad el fondo, hasta hacerse prescindible por la augusta presencia de un profesional del espectáculo mismo. Y, por supuesto, siendo tan importantes las relaciones primarias, prevalece la simpatía personal antes que las otras virtudes que supuestamente hacen el voluntario servicio público u oficio estrictamente político.

Así como es prescindible el dirigente político nato, el partido también lo es. E, siéndolo así, imposible de desterrar la naturaleza, el partido deviene movimiento y hasta empresa de oportunidades. Ocurre que no pocos movimientos de opinión desean verse como partidos alternativos, sin los costos y sacrificios que se imponen, o, definitivamente no siéndolos, lo son debido al desplazamiento efectivo y afectivo de aquellas manifestaciones que reclaman una ética, una postura ideológica, una propuesta programática, una estrategia compartida, una táctica responsable y, evidentemente, una militancia comprometida y de decisiones adoptadas colegialmente.

El partido de notables, modelo que tienden a realizar los de vieja o nueva data casi inadvertidamente, al lado de los que ni vergüenza tienen de ofrecerse como tales, no logran resolver problemas surgidos al calor de las urgencias de movilización. Unicamente, las más riesgosas o peligrosas dependen de los militantes voluntarios y convencidos, como las más pacíficas y no menos esforzadas de los cuadros técnicos electorales: todavía no hay un precio suficiente y una rentabilidad adecuada para convertir a los partidos en una experiencia mercantil o presupuestaria, tratándose del gobierno o de la oposición.

Finalmente, convengamos en el notable devenido notorio en la actualidad. Y, como no hay equivalencia exacta entre uno y otro, el partido de las notoriedades ejemplifica muy bien – sobrando los comentarios - que la celebridad, incluso, puede darse a través de las páginas rojas de la prensa.

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