jueves, 10 de febrero de 2011
la gracia está en la execración
EL NACIONAL, Caracas, 25 de Octubre de 1998 / OPINION
El humorismo execrado
RUBEN MONASTERIOS
A decir verdad, en casi todas partes se consideró al humorismo como un quehacer artístico de "tono menor"; véase, a manera de ejemplo, el caso de Moliere: apreciaba sus comedias como actividades alimenticias y luchó a brazo partido por alcanzar fama de autor trágico y de actor dramático; logró esos anhelos; hoy sus tragedias están olvidadas y fueron sus comedias la que le dieron éxito en vida e inmortalidad. Con el correr del tiempo la actitud hacia el humorismo cambió y se llegó a entender que entre todas las formas de creación artística, quizá sea esta la mas difícil; con todo, entre los premios Nobel de la Literatura sólo figuran dos humoristas: Bernard Shaw y Becket; y el último en el supuesto discutible de que se le acepte como tal.
Tengo la impresión de que en ninguna otra parte ha sido tan enfática ni se ha prolongado tanto la actitud despectiva hacia el humorismo, como en Venezuela. No hará mucho tiempo uno de nuestros más notables humoristas, Aquiles Nazoa, se refirió al "antiguo prejuicio que le negó tradicionalmente jerarquía al humorismo" y hacía ver que "contrariamente a lo que pudiera esperarse en un país que manifiesta en el humor el rasgo más distintivo de su carácter, el humorismo venezolano es todavía un territorio inexplorado por los estudiosos de nuestra cultura". En fecha todavía más reciente, ocurrió una reacción un tanto adversa en el ambiente de las artes plásticas nacionales, porque se le concedió el Premio Nacional en tal especialidad a Pedro León Zapata, por cuanto este creador era "caricaturista" (un género plástico por definición humorístico) y no "pintor".
Como consecuencia de esa absurda minusvalorización se han perdido las principales obras de numerosos poetas festivos venezolanos; los mismos autores no se ocuparon de recoger sus composiciones del género en libros, al estimar que eran cosas incidentales, "que no valían la pena".
En los cursos de Literatura Venezolana que antes se dictaban en bachillerato, los autores netamente humorísticos no se mencionaban; hasta donde alcanza mi conocimiento por la experiencia vivida como estudiante, sólo se estudiaban aquellos que además de tener una obra seria, habían rendido tributo al humor, como fue el caso de Miguel Otero Silva; y su creatividad en ese campo se citaba a la ligera. A Andrés Eloy Blanco se le estudiaba como poeta, pero era raro el profesor que aludía a su persistente quehacer humorístico desarrollado en numerosos periódicos de su época, en forma de artículos, poemas y del curioso género llamado "teatro para leer". Diera la impresión de que hasta los mismos autores hubieran sido humoristas vergonzantes, un tanto al estilo de Moliere, que gustaban de lucir graciosos en los corrillos, pero insistían en parecer serios en la imagen que proyectaban a la comunidad y en la huella que pretendían dejar en la Historia.
La vena humorística venezolana viene desde los tiempos coloniales; según Nazoa, cronológicamente el primer humorista nacional es un sacerdote, el presbítero Juan Antonio Eguiarreta (nacido en Caracas, 1712), cuyas décimas Contestación del padre Eguiarreta en nombre de las mujeres de Caracas son la "primera obra de nuestra literatura que reclama para una voz criolla su derecho de figuración, en el habla española".
Ocurrió entonces que circularon en Caracas una décima escritas en La Habana, presumiblemente por mano femenina, en las que se zahería a las mujeres de nuestra capital; le correspondió el presbítero responder y lo hizo con gracia y piquete de aliento quevediano, en las décimas aludidas, una de cuyas estrofas alude a las veleidades eróticas de las habaneras, pregonaba por la maledicencia colonial: "Que usando mi reveses/ I vueltas de caracoles/ Mueren con los españoles/ I viven con los ingleses./ Esos son los intereses/ De un afecto fementido/ I en el último despido/ Cuando el inglés se embarcó/ Hubo mujer que lloró/ Delante de su marido".
Con todo y la indiferencia, no faltaron quienes vieran al humor con el debido respeto. Jesús Semprúm, Luis Beltrán Guerrero (refinado humorista él mismo y uno de los mejores prosistas del idioma) y Mariano Picón Salas le dedicaron alguna atención; más adelante una serie de obras escritas independientemente, apreciadas en conjunto dan una visión prácticamente global del humorismo venezolano a todo lo largo de nuestra historia; la primera de ellas es Los humoristas de Caracas (1ra. ed. 1967; 2a. Por Monte Avila, 1990), antología debida a Aquiles Nazoa (las citas provienen de su prólogo) que se extiende desde la Colonia hasta principios de la década de los sesenta, y exhibe muestras de humorismo literario, en verso y en prosa, y de humorismo gráfico; luego, la monumental obra de Efraín Subero El humorismo venezolano en verso (1988), que recoge una amplísima muestra de tal manifestación desde la misma época hasta la modernidad; a estas le da continuidad la obra antológica de Otrova Gómas (Jaime Ballestas) Fabricante de sonrisas (1992), con los aportes al género de los humoristas de figuración más reciente. A las tres obras citadas deben sumarse El humorismo gráfico en Venezuela (1982), de Ildemaro Torres, y la obra colectiva Tierra de Gracia (El Nacional. 42° aniversario, 1965).
Tema de la Semana de "Rubén y sus Corazones Solitarios". Por Mágica 99.1 FM, a las 6:00 pm.
Ilustración: Oswaldo Vigas
Etiquetas:
Humorismo venezolano,
Oswaldo Vigas,
Rubén Monasterios
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