sábado, 12 de febrero de 2011

desfuturización


El Nacional - Domingo 14 de Septiembre de 2003 A/9 / Opinión
La ruptura del tiempo

• Massimo Desiato

¿Puede el tiempo quebrarse? Sí, cuando pensamos que ninguna sociedad, ni la más moderna, ha logrado vivirlo como puro “tiempo de calendario”, sino como “tiempo imaginado”. En nuestro caso, Venezuela ha vivido, y sigue viviendo, el tiempo imaginado como progreso, entendido como creciente bienestar económico y social para todos. En este sentido, la pobreza endémica y ahora en aumento, quiebra el tiempo y su imaginario moderno.

El actual Gobierno no sólo intenta destruir todas las instituciones, considerándolas burguesas y traidoras a la patria, al servicio del imperialismo y reproductoras de situaciones coloniales, sino que ha emprendido una auténtica “des-futurización”, un ataque a la significación del tiempo y de su estructura.

¿Es posible la “des-futurización” ? Sí, cuando pensamos en la historia como en un proceso en el cual se realizan selecciones dentro de un horizonte de posibilidades.

Todo hecho histórico es una “elección selectiva” que abre o cierra grados de “futurización” y puede llevar a la apertura de más posibilidades o a su negación.

¿Quién decide cuando un proceso político abre o cierra posibilidades? En principio, en los países democráticos, todos estamos llamados a expresar nuestra opinión sobre el “horizonte de posibilidades” que es la historia. Sólo los regímenes autoritarios o totalitarios consideran que tan importante elección debe quedar en manos de pocos hombres, en los extremos, de un solo hombre. Es también cierto que cuando la democracia es únicamente formal, cuando se reduce a un simple procedimiento para elegir representantes y no es acompañada por la socialización, la distribución de bienes, servicios, salud, conocimientos, puede volverse “autoritaria”. La verdadera democracia no excluye sectores de la población: los incluye. Por eso, en una anterior entrega ( “Revocatorio”, El Nacional, 27 de julio de 2003), sostenía que Venezuela no ha rebasado el umbral de una “democracia de fachada”, huera, formal: hay demasiada pobreza, exclusión en el país.

No se trata de atacar el mercado para reemplazarlo con más Estado o viceversa.

Tanto el uno como el otro pueden ser factores antidemocráticos en la medida en que “quiebran el tiempo”, no le prestan atención al imaginario que otorga significado y estructura al tiempo. En una palabra, no le prestan atención al común de la gente.

Es hora de que comprendamos de una vez por todas que la democracia no es sólo “el imperio de la ley” : no puede haber auténtica democracia cuando existe una marcada desigualdad, porque esta misma desigualdad genera, tarde o temprano, y como estamos viviendo, una “guerra de culturas”, la de un sector de la población contra otro, cada uno portador de estilos de vida y lenguajes tan distintos que terminan por hacer muy difícil la cohabitación en el territorio.

La desigualdad extrema genera resentimiento y una República no puede fundarse, ni mucho menos mantenerse, sobre ese estado de ánimo tan negativo y destructor. En la auténtica democracia los logros se comparten, se democratizan las oportunidades sociales, políticas y económicas. La democracia veraz evita colocar al común de la gente entre “esto o aquello”, es decir, igualdad sin libertad o libertad sin igualdad: no hay necesidad de ubicarse en esta situación límite.

Venezuela será democrática no si “simplemente” logra el voto –que, desde luego, es el requisito mínimo para empezar a andar el camino democrático – sino cuando incluirá a toda su gente, cuando el mercado implicará oportunidades para la gran mayoría y cuando el Estado protegerá a los pocos que se quedan “fuera del mercado”.

Si se desea retomar el “tiempo del progreso”, ahora quebrado, se necesita recuperar la democracia con firmeza, lo que implica denunciar sus perversiones y sus malformaciones. Yo no creo que, puesto que la democracia está pervertida, haya que tirarla al “basurero de la historia” : los males de la democracia sólo se corrigen con más y mejor democracia.

El actual Gobierno no sólo intenta destruir todas las instituciones, sino que ha emprendido una auténtica “des-futurización”, un ataque a la significación del tiempo y de su estructura


Ilustración: http://www.exoticae.com/WebRoot/acens/Shops/shop820492/4B26/7DB8/7524/1954/AE1D/0A01/00CB/0D53/EB-2153.jpg

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