martes, 22 de junio de 2010

Noticia siempre ¿reciente?....


Del cincuentenario de un atentado
Luis Barragán


Días atrás, escuchamos de nuevo un segmento del discurso de Rómulo Betancourt luego del atentado que sufriera el 24 de junio de 1960, camino a encabezar un desfile militar en Los Próceres. Invalorable obsequio de José Hermoso Sierra, ejemplo de una vinculación digital creadora y vencedora de distancias, la grabación la sentimos serena, firme y convencida.

Partamos del malévolo presupuesto que generó el betancourismo, como origen y expresión de todas las calamidades de la Venezuela contemporánea, fraguado en el despotismo y la traición de ideales. Poderoso estigma de una eficacia política sorprendente y duradera, aún no logra explicar las vicisitudes históricas que nos empujaron a un presente evidentemente extemporáneo, dado el empeño de ciertos analistas por prefabricar y dotar literalmente de legitimidad al chavezato.

Expuestas al incendio propagandístico de todos estos años, las nuevas generaciones quedarían sorprendidas por el asedio constante que padeció el segundo gobierno del guatireño, quien cumplió con el objetivo esencial de celebrar los comicios generales de 1963. Numerosas conspiraciones de signos encontrados, implicados directamente los gobiernos de República Dominicana y Cuba, ilustran muy bien las pruebas soportadas por el malvado líder. Sin embargo, a cincuenta años del intento de magnicidio, emerge la inevitable figura de Chávez Frías, quien ha hecho del atentado en ciernes un oficio estelar de su largo mandato.

El contraste es dramático, porque la denuncia únicamente ha servido de combustible para reavivar permanentemente un ambiente de violencia, prodigando los riesgos y las amenazas de una guerra civil de la que se cree seguro profeta. Lo acaecido en Los Próceres, como un capítulo más de los miles de encontronazos del quinquenio, fue un hecho real y palpable que produjo muertos y heridos, sin que la víctima principal sobreviviente rasgara las vestiduras propias y ajenas, aplaudiendo una y otra rueda de prensa de sus acólitos parlamentarios que fuesen capaces de hacerle coro, sin aportar prueba alguna, excepto la misma verborrea que atiza el fuego donde no lo hubo ni lo hay.

El malvado presidente no perdió los estribos, afinó las ideas y con absoluta resolución siguió el camino trazado hacia la Constitución de 1961, mientras el bondadoso presidente revienta en cólera, sospecha de la lealtad de los más próximos y reniega de una sociedad de básica cultura democrática que, por cierto, fue la que le permitió acceder al poder. Muy bien lo demostró aquél: no hace falta el cadáver presidencial para comprobar el magnicidio, aunque sí demasiado coraje para sobrevivir a toda suerte de conspiraciones, asonadas e insurrecciones, como las que nunca ha padecido el bondadoso presidente.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/4902-del-cincuentenario-de-un-atentado

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