miércoles, 16 de junio de 2010

Monumentalidad denominativa (cotidiana y a la vista)


De un ejercicio denominativo
Luis Barragán


Existe la necesidad de contrastar las ofertas políticas o, mejor, los movimientos culturales o ideológicos que las impulsan. Norberto Bobbio destaca dos términos antitéticos, recíprocamente exclusivos y conjuntamente exhaustivos: derecha e izquierda. Términos que resultan los más exitosos frente a los más episódicos como güelfos y gibelinos, patricios y plebeyos, cátaros y maquiavélicos, sagrados y profanos, federales y centralistas. Empero, son los medios de comunicación social los que reclaman y ensayan una frecuente nomenclatura de distinción, a veces pésima e inconsistente política, cultural e históricamente.

Igualmente, señala el filósofo turinés que la díada derecha-izquierda se ha convertido en un lugar común e, incluso, una trampa lingüística que carece de valor heurístico, clasificatorio o estimativo. Y para ello, algunas objeciones que se desprenden de la llamada crisis de las ideologías, favorecidos otros términos como progresistas-conservadores; y el creciente pluralismo político de las sociedades democráticas, admitidas otras denominaciones.

La llamada antipolítica realiza febriles aportes, sobre todo desde la perspectiva de una radical (des) calificación personal, más moral que política. Afianzan el mejor el voluntarismo, el maniqueísmo y el sentimiento hegemónico, desechando en lo posible toda ambigüedad, novedad, neutralidad y sentido de búsqueda.

Una economía (y una sociedad) rentista que puede pasar del capitalismo al socialismo (de Estado), casi inadvertidamente, parece autorizar una sola diferenciación: los que están dentro y los que están fuera del gobierno, independientemente de lo que son. Y, sobre todo, partiendo de una simulación de valores y principios jamás cultivados, únicamente pretextados para insistir en los prejuicios de interpretación de la realidad que siempre asedia.


Referidos a la oposición, los boletines de prensa del oficialismo consagran a la (ultra) derecha y la contrarrevolución, como antes a los golpistas y conspiradores. Parafraseando un poco a Octavio Rodríguez Araujo, se confunden el realismo irreal con la irrealidad real, con el ensayo de una misilística verbal que – se nos antoja – parece apenas una pedrada dificultosa de la embriaguez de poder.

Nada dice tamaño vocabulario, tratándose de los impulsores de la Apertura II, si fuere el caso, destruyendo a la propia PDVSA. Sin embargo, a propósito de la empresa estatal y del cambio de denominación que el propio Chávez Frías dice que está en estudio, ¿no comporta una reforma constitucional para caracterizarla y llamarla socialista?.

Por disparatada que fuese la idea, la absurda constitucionalización de una entidad mercantil, puede ocasionar otro referéndum preconstituyente, ésta vez a objeto de actualizar las denominaciones en boga. La vasta operación bautismal permitirá colgar el adjetivo respectivo a los ejércitos de aire, mar y tierra, y pasar de lo bolivariano a lo socialista como simple ejercicio denominativo, aparentemente inocente, sin que implique en momento alguno un esfuerzo mínimo conceptual para la gloria de una revolución infundada.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/4866-de-un-ejercicio-denominativo
Ilustración:
Proyecto de Monumento a Bolívar de Oscar Niemeyer

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