lunes, 14 de junio de 2010

Un suceso más cercano


EL UNIVERSAL, Caracas, 12 de Junio de 2010
Antonio Torres
Elías Pino Iturrieta

Antonio Torres participó en la guerra de Independencia, pero hoy nadie sabe quién fue. Tal vez nadie tenga motivos para conocerlo, porque no le dejó a la posteridad ni siquiera el vestigio de una hazaña capaz de llevarlo a la celebridad. Sin embargo, sus pasos descubren muchas verdades de la epopeya. Vamos a seguirlos un poco, mientras arden las candelas del Bicentenario.
Antonio Torres era un pastor que vivía cerca de Coro, localidad en la que había nacido en 1799. Su padre, un arriero libre de los aledaños, llamado Juan Francisco, le había regalado un burro y seis cabras para que se procurara la vida. No le iba mal en 1814, pues ya alimentaba ocho animales y ahorraba cuatro pesos para pagar una deuda. Fue al terminar el pago de su acreencia cuando le cambió la suerte, pues un oficial realista lo invitó a incorporarse a las tropas para pelear contra los insurgentes. Antonio se animó con la sugerencia, como mucha gente de la comarca ante la cual hablaba el oficial. Vendió las bestias, pidió de rodillas la bendición de la señora Petra Cristiana, su madre, y se hizo soldado de Su Majestad.

Espionaje

Juzgado más tarde por los patriotas en un curioso proceso por espionaje y traición, gracias a su expediente podemos reconstruir su peripecia. En las declaraciones Antonio Torres reconoce su actuación con los españoles desde 1814, pero aclara que participó "convidado a mejorar la vida". Y mejoró, desde luego. En un año obtuvo, aparte del sueldo y la comida, una muchacha en cuyo lecho se estrenó de amante, una silla de montar, un fusil, tres navajas y un par de botas de campaña. Huyó de la tropa, sin embargo, porque se enteró de que pensaban enviarlo a una campaña en Puerto Rico. Corrían rumores sobre intensas travesías y sobre los peligros de la navegación, de los cuales quiso librarse poniendo pies en polvorosa en medio de la noche.
Cuando escapaba con otros tres soldados, tuvo noticia de la cercanía de unas avanzadas de Páez y fue a ver. Lo que vio le gustó, de acuerdo con su declaración: "El capitán Vásquez nos dijo que pasáramos y nos ofreció media res si cogíamos a unos bandidos, y pasamos y nos quedamos en asosiego, sin queja de nadie". Estuvo con Vásquez entre 1815 y 1817, pero decidió marcharse con un capitán Quintín, su superior en el momento del juicio. ¿Cuál fue ahora la razón de su escogencia?
Escuchemos las palabras de Antonio Torres: "Quintín era más animado y más ofrecedor, como había sido cuando peleó por el rey don Fernando en Guanare, y con la misma fama estaba ya con la Patria". Así dijo. Además, a Torres le gustaban las arengas del nuevo jefe a sus hombres: "¡A pelear por Bolivita!", gritaba el capitán Quintín.
Sobre las acusaciones de espionaje soltó las siguientes frases: "Yo no sé hablar con los españoles, y tenía sus papeles como cucuruchos de envolver. En las gacetas guardaba una cuajada, y con los otros papeles del resto, que habían repartido muchos del cuartel de Bolivita, guardaba unas panelas de dulce y un rosario de cuentas amarillas, que ahora se me perdió sin aparecer, y que me servía para una protección antes de ponernos a batallar".
No sabía leer
Cuando el propio Quintín le preguntó sobre el contenido de los papeles, aseguró que lo ignoraba porque no sabía leer. Un fraile le pasó una cartilla para averiguar si mentía pero, luego de unas preguntas sobre el texto, comprobó que apenas conocía la o por lo redondo. Al final, después de un intercambio de opiniones, los superiores resolvieron que podía continuar en el ejército de la república sin ninguna reserva, aunque reportándose cada día al cabo de la guardia. En adelante perdemos el rastro de Antonio Torres. Ningún otro documento ofrece pistas sobre su oscuro tránsito, o por lo menos no han aparecido otras evidencias hasta ahora.
¿Por qué nos llama hoy la atención? Porque no debió ser un caso insólito. Seguramente muchos como él pelearon por la Independencia por motivos semejantes. Unos motivos que no fueron, ni el amor por la Corona ni el divorcio de España ni la intranquilidad de la conciencia ni la libertad pregonada por los revolucionarios, sino la alternativa de tentar la suerte en un ambiente lleno de oportunidades. Porque también, gracias a su discreto paso por la historia, Antonio Torres hace de la Independencia un suceso más familiar y menos pomposo.

Ilustración:
Retrato de Daniel Henry Kahnweiler

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