martes, 8 de junio de 2010

Lloviendo en un cubo negro


Ciudad bajo la lluvia
Jaime Labastida


Mira cómo, desde este exilio de cemento,
se extiende la ciudad, a nuestras plantas.
De aquí partían los mercaderes rumbo a España.
Mira el humo en aquellas azoteas,
el resplandor del sol en los tinacos,
aquellas sucias fábricas a plomo.

Mira el papel que cae
desde un alto edificio:
pájaro que ablandara sus alas.

Encabritadas garras afilando,
águilas junto al cielo se desploman.

En este oscuro cuarto
un pedazo de historia se fabrica;
en aquel otro, un hombre sueña con mujer
pero en su lecho sólo la luna
abraza sus muslos y torso.

Huele la lluvia.
Mira cómo de la tierra asciende
ese pesado olor del protoplasma.
Mira caer cenizas, polvos y desgracias.
Mira cómo las lluvias obstruyeron
los albañales de los aledaños.
Mira cómo la lluvia cae sobre los pájaros
y cómo los hombres, trapos sacudidos,
oscilan por una ráfaga de viento,
a la luz de ese único relámpago.
Su rostro es una bronca blasfemia.
Mira cómo el cielo resplandece en mitad de la noche,
cómo las estrellas se desgañitan de luz.
Mira cómo esta mugre tierra estalla
y trastorna su sol que la corteja
y corre luego entre pezuñas de asnos.
Vé como abandona la tierra estos lugares
dejando a ciertos hombres sin su antípoda,
colgados de sus dientes, al vacío.

Y el cielo desploma u ceniza,
la facilidad de la muerte.

Es la ciudad de México,
que anuncia su verano.

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