lunes, 14 de junio de 2010

En lugar de la revolución, una emboscada


EL NACIONAL - Domingo 13 de Junio de 2010 Siete Días/4
*entrevista:
Graciela Soriano de García-Pelayo

GLORIA M. BASTIDAS

"Aquí no se ha producido una revolución espontánea sino una emboscada"
La historiadora recuerda que la Revolución Francesa estuvo lista en seis años: "Ésta ya va por once". Observa en el presidente Hugo Chávez "todas las formas de personalismo político de la historia universal"

Graciela Soriano de García- Pelayo conserva en su memoria una imagen que raya en lo cinematográfico: corre la época de Pérez Jiménez y mientras su profesor de Introducción a la Literatura, Mariano Picón Salas, habla, en un salón de clases de la Escuela de Historia de la UCV, de la novela francesa del siglo XIX un esbirro escucha lo que el intelectual dice. ¿Sabría el policía quién era Balzac? La pregunta se la hace uno, mentalmente, después de escuchar el relato.

A ella, quizás, le tenía sin cuidado lo letrado o iletrado que fuera el agente. Le debe haber inquietado, más bien, que estuviera allí como un enviado del Big Brother. En los años sesenta, cuando se produjo la lucha armada, Soriano, que ya era profesora, volvió a recordar al hombrecillo. Por un momento le pasó por la mente la idea de que hubiera un cambio de régimen y que el mirón volviera a instalarse en un pupitre del alma máter. No fue así. Pero ahora, en tiempos de revolución, la estampa del policía trocado en discípulo nuevamente la persigue.

--Me he paseado por todas las formas de personalismo político de la historia universal y encuentro que hay de todo en Chávez. Y en la medida en que hay de todo en él, podemos decir que se trata de un gobernante discrónico. Si uno lo examina, tiene rasgos que tienen que ver con la tiranía, con el despotismo, con la dictadura, con la realeza medieval, con la monarquía absoluta: él mismo se siente Luis XIV, olvidándose de que áquel fue monarca de un país en el cual la obra institucional era una cosa en marcha. Si seguimos adelante en la historia, encontramos que hay en Chávez, también, mucho de bonapartismo. ¿Quién era Bonaparte? Un autócrata que se hacía aclamar por el pueblo bajo la figura del plebiscito.

Historiadora. Doctora en Ciencias Políticas. Entre sus maestros se cuentan Eduardo Arcila Farías, Miguel Acosta Saignes, Tula Núñez de Latorre y Germán Carrera Damas. Toma un abanico. Se echa aire. Se inspira.

--La tiranía es el régimen ilegítimo e ilegal. ¿Es que de verdad Chávez opera sobre fundamentos legales? Opera sobre una legalidad que es la suya. Se trata de una concepción sociológica del derecho según la cual el derecho es la voluntad del gobernante en marcha. ¿Es que Chávez respeta la Constitución? Quiere cambiarla por la vía legal porque no ha podido hacerlo por la vía constituyente. ¿Qué es el despotismo? Es el gobierno de un señor que se siente superior a sus gobernados y que los trata como si fueran inferiores. Es una forma de personalismo de los pueblos bárbaros vistos por los griegos; no había elecciones, no había democracia. El gobernante es superior a los gobernados. ¿Cuántas veces Chávez no nos muestra que es superior a todos nosotros? Y tiene de dictadura, pero de dictadura latinoamericana. Yo no diría que tiene que ver con dictadura romana porque ésa es una institución legal y legítima que es diferente. Tiene que ver con el pretorianismo romano porque lo que está creando con las milicias es una hueste en su beneficio.

Pide un café con leche. Necesita combustible para seguir andando en la máquina del tiempo.

--Tiene que ver con la realeza medieval en la medida en que plantea las cosas en términos personales, suscribe el nepotismo y gobierna de una manera arbitraria. Pero sigue adelante y se monta en la idea del principato de la Italia del quattrocento y del cinquecento: es el príncipe que no reconoce a nadie por debajo de él; le cuesta, le cuesta porque está metido en otra época. Luego él mismo ha buscado emparentarse con Luis XIV. Porque él es el que ha dicho que el Estado soy yo. Pero no lo dice en el mismo sentido en que lo decía el monarca, que como persona política estaba echando a andar una institución que era el Estado. Tan era institución el Estado en tiempos en que lo estaba creando, que luego, en el siglo XVIII, cuando llegamos al despotismo ilustrado, nos encontramos con otro rey con el cual no se ha identificado Chávez, que es Federico El Grande. Y eso que Federico El Grande era el monarca guerrero. Pero él decía: yo soy el primer servidor del Estado. O sea que ha habido una despersonalización del Estado desde Luis XIV, que encarna el Estado, hasta Federico El Grande, que se separa de él y dice: yo no soy el Estado, soy su primer servidor.

Soriano le debe mucho a Amílcar Plaza Delgado (médico volcado hacia la historia), quien era su vecino y su padre intelectual: tenía tantos libros que ella jamás pisó una biblioteca pública mientras cursó la carrera.
--Si bien la Revolución Francesa desemboca en un personalismo político de carácter plebiscitario, Napoleón fue, curiosamente, un impulsor del tema de la legalidad, si consideramos que fue el creador del Código Civil francés, cuya influencia se transmitió luego al resto del mundo. Hay otros personalismos a los que Chávez no le interesa parecerse. Guzmán Blanco quería emular a Napoleón III. Pero creo que a Chávez Napoleón III le tiene sin cuidado. Le interesa, en otro sentido, es la comuna de París. Pero eso porque lo ayuda a reforzar su poder comunal y su vinculación con la idea de soviets.

Hay en Chávez, también, una vocación totalitaria. Elementos como el partido único, la marcada centralización, la estatización, la exaltación de la figura del líder, el fomento del amedrentamiento y el terror, la creación de partidas revolucionarias armadas, el impulso y desarrollo de un derecho totalitario y el desarrollo de una vocación hegemónica excluyente lo demuestran. Chávez es un gobernante muy difícil de estudiar.

Se levanta y trae una ruma de papeles: tiene a la revolución inventariada. Gráficos. Discursos. Notas que ella ha escrito. Y escribe muy bien: fue formada, en el Colegio Los Caobos, por unas vascas exiladas de la Guerra Civil.

--Una de las inverosimilitudes que la sociedad venezolana no estaba dispuesta a creer era que aquí se pudiera montar un Estado comunista. Aquí lo que se pretende es cercenar el poder municipal, que ha sido nuestra tradición republicana.

Gabaldón Márquez decía que el municipio era la raíz de la República. Y tenía razón. El municipio ha sido una institución, no digamos que secular, sino milenaria: viene de Roma.

Y nos ha llegado a través del mundo hispánico. Es, en efecto, la institución de donde salió la República y donde, luego, se ha mantenido. El municipio es una institución clave en la vida local del país en la medida en que tiene autonomía fiscal. Este gobierno comunal que nos pretende imponer el régimen carece de autonomía fiscal.

Los consejos comunales tendrían que limitarse a extender la mano para que les den la limosna. ¿Y quién da la limosna? El que tiene los recursos: el gobernante, el líder.

Su esposo, el jurista español Manuel García Pelayo, fue otra persona que ejerció gran influencia en Soriano. Cuando él murió, dejó 16.000 libros.

--Aquí ha habido mucha resistencia a admitir que esto es un proceso revolucionario.

Muchísima. Pasamos varios años sin que la gente aceptara que estábamos en un proceso revolucionario: se creía que era algo inverosímil. Todos nos hemos dado cuenta de que aquí ha habido acelerones y vuelta atrás. El ritmo del tiempo cambia en procesos revolucionarios. Ahorita estamos en un acelerón. Pero desde luego que eso es parte de la concepción revolucionaria del tiempo histórico y del cambio. Tiene mucho que ver con la puesta en práctica de lo que se conoce como las teorías de la acción, que vienen desde el siglo XX.

Elementos como la distorsión de la realidad, la reversión del discurso (imputarle al otro lo que deberían imputarte a ti; un juego siniestro), el estímulo del resentimiento, la proliferación de issues (no acabas de despertar del primer embate cuando ya tienes el segundo) y la recarga violenta del lenguaje son patrones que nunca ha abandonado este gobierno.

Cae presa de un arrebato ecológico: riega las matas del balcón. Ahora huele a tierra húmeda.

--La Revolución Francesa estuvo lista en seis años: ésta ya va por once. La nuestra no ha sido una revolución espontánea. Yo creo que esto ha sido una emboscada muy bien preparada desde fuera para secuestrar a uno de los países más ricos de Hispanoamérica, pero además el más incauto.

Hemos tenido la suficiente entereza y envergadura para soportar y no sucumbir. Porque esto conduciría a lo que llama La Boétie, autor francés de comienzos del siglo XVI, la servidumbre voluntaria. Según este concepto, el tirano vapulea tanto a la sociedad hasta que logra que ella le sea servil voluntariamente. No es que se le oponga, no es que se le resista, no es que se le enfrente, sino que no le queda más remedio que sucumbir. Acá no hemos llegado a eso. Mi angustia de hoy es precisamente tratar de mostrar que no es tan espontáneo ni tan ingenuo lo que hacen, que está dirigido, y certeramente dirigido, a quebrar la voluntad del adversario. La ética revolucionaria no es la ética democrática liberal. La ética revolucionaria supone que el fin máximo de la revolución justifica cualquier medio: engaño, mentira, delito, corrupción, arbitrariedad pueden ser legítimos en tanto que propicien el advenimiento de la revolución.

Una ética de este carácter conduce a la absoluta inversión de valores. ¿Cómo uno puede confiar en alguien que tiene esa ética? No, tiene que confiar en que va a ser leal, fiel, a sus principios revolucionarios.

Toma otra vez el abanico. Necesita aire para seguir pensando.

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