domingo, 13 de junio de 2010

Sobre el descenso que es ascenso


NOTITARDE, Valencia, 13 de Junio de 2010
Fe, amor, reconocimiento y perdón (Lc. 7,36-83)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes


El evangelio de éste domingo, nos presenta la escena de una mujer pecadora pública (prostituta) que entrando a la casa de Simón (un fariseo que había invitado a Jesús a comer) se arroja a los pies de Jesús, llora sin parar, seca sus lágrimas derramadas en los pies del Maestro con su cabellera, los besa, les echa perfume y aguarda una reacción o sentencia del Mesías y Salvador. Pero, la primera reacción que se da es la del fariseo (que en su concepción religiosa se creía un puro, no podía entrar en contacto con una mujer y menos si se trataba de una prostituta), que piensa dentro de sí que si Jesús fuera un profeta verdadero sabría quien era aquella mujer. La reacción de Jesús, no se hace esperar y es diametralmente opuesta a la actitud de Simón, el fariseo. Primero, viendo las reacción de Simón, sabiendo que estaba pensando, conociendo la actitud de un fariseo; se dirige a él y propone una parábola en la que un acreedor tenía dos deudores, uno le debía más que el otro; como no tenían como pagarle, perdonó a los dos y le pregunta: "¿quién de ellos le amará más? Respondió Simón, supongo que aquel a quien perdonó más". Jesús felicita su respuesta y le pide que mire a la mujer, a la que ahora le pondrá como ejemplo y modelo de fe y de amor. Jesús reconoce a aquella mujer, no la rechaza, no la desprecia, no la condena, no la juzga, sino que es capaz de entender con profundo amor, que aquella mujer ha visto en Él al Mesías, a Dios mismo, ella no sólo anda buscando el reconocimiento de un hombre que la mire distinto, que no la pretende de otra forma, ella sobre todo busca a Dios, quiere su perdón y su misericordia y lo ve claramente en la persona de Jesús; por eso se postra ante Él, no dice nada con palabras; su postración, sus lágrimas, su no levantar ni siquiera la vista significan su arrepentimiento, su necesidad de sentirse perdona y revindicada en aquella sociedad machista que la utilizaba y luego la condenaba. Jesús se deja tocar, se deja besar los pies, se deja ungir, porque sabe ver con el profundo amor de Dios que aquella mujer lo reconoce como Mesías y Salvador, como Dios mismo que le puede perdonar; cosa que no ha hecho Simón, que a tientas, con una actitud de curiosidad, con fe tímida quiere saber quien es aquel hombre que está delante de él, si realmente es el Mesías. Por eso, Jesús le dice, en pocas palabras, esta mujer no sólo ha tenido la cortesía que tú no tuviste, sino que me ha reconocido como Mesías (el signo del aceite derramado en los pies de Jesús, significa su unción, el ser el ungido de Dios y el hecho de la postración de la mujer significa la adoración que Jesús merece como Dios mismo que es, el Hijo eterno de Dios Padre). Jesús amó a aquella mujer, como nunca ella había sido amada, la perdonó por su profunda fe y amor también. La gente que estaba en la casa del fariseo (quizás muchos de ellos fariseos y otros curiosos) se preguntan "¿quién es éste, que hasta perdona los pecados?". La mujer lo sabe, es Dios, el Mesías y Salvador esperado; a Simón le costó verlo y reconocerlo. Esta mujer no la podemos confundir con María, la hermana de Marta ni con María Magdalena; de hecho, la narración del evangelio de hoy afirma que a Jesús lo seguían aparte de sus apóstoles, muchas mujeres, entre ellas María Magdalena, Juana, Susana y muchas más; lo que manifiesta un signo mesiánico en aquella sociedad donde la mujer no tenía el mismo valor que el hombre.

El mensaje es claro para nosotros: Jesús es el Dios que ha vendido a salvarnos, que con amor nos perdona nuestros pecados, siempre que estemos arrepentidos y que lo busquemos con fe. A Dios no le importan nuestros muchos o pocos pecados, le importa es que dejemos de pecar, que cambiemos de vida, que nos dejemos amar y sanar por Él y corresponderle con nuestra fe y amor, como la mujer del evangelio de hoy. También Dios quiere que vivamos el amor y la misericordia con nuestros hermanos, no podemos convertirnos en jueces de nadie, sólo Dios es juez.

IDA Y RETORNO: Todo un acontecimiento de fe, devoción y amor, resultó la visita de la imagen auténtica de la Virgen del Socorro a nuestro Municipio de San Diego. La parroquia de la Misericordia del Señor con su párroco, Miguel Jiménez, la de San Diego con su párroco, Benito Ramírez y nuestro Seminario con los formadores y seminaristas, vivimos a plenitud estos días de la visita. Agradecemos a la Alcaldía de San Diego, en la persona del Alcalde, Enzo Scarano y la Primera Dama, Rosa de Scarano, no sólo haber colocado la custodia policial a la caravana de la Virgen, sino haber participado en las misas principales que se le fue rindiendo en cada lugar y sobre todo haber permitido que se hiciera el anuncio que como esposos, como familia Scarano (no como autoridades municipales), donaban el vehículo que cariñosamente ya los sacerdotes y fieles llamamos "El Socorro Móvil". Agradecemos este gesto de amor y devoción hacia Nuestra Patrona; que sea Ella quien les recompense con sus bendiciones.

Todo un éxito la clausura del Año Sacerdotal en Valencia.

Ilustración, "Escalera" de Jesús Copiani
http://www.interarteonline.com/Jesus_Fopiani/Altas/escalera.jpg

No hay comentarios:

Publicar un comentario