martes, 8 de junio de 2010

Posible universalidad de todo perseguidor


EL NACIONAL - Caracas, Lunes 07 de Junio de 2010 Opinión/7
Libros: Branimir Scepanovic
NELSON RIVERA

El hombre solitario viaja en un tren. Su viaje es primordial: a lo largo del desplazamiento piensa en su vida, pero sobre todo en su muerte. Este hombre, en cierto sentido despojado (ya casi cada tiene importancia para él), lleva consigo una febril aspiración: quiere morir solo.

Quiere evitar la humillación.

No quiere que la compasión le rodee en sus últimos momentos. Agobiado, ahogado por estos pensamientos abandona el tren para internarse en un bosque, un lugar en ninguna parte que le asegure su anhelo de estar entero y solo. Sin embargo, este deseo se ve de pronto amenazado por la atracción que dos excursionistas sienten por la extraña figura de un hombre de traje oscuro que se atreve hacia el monte.

Se lee La boca llena de tierra (Editorial Sexto Piso, España, 2010) con el ánimo de ir tras los pasos de un narrador peculiar, de un autor cuyas elecciones son firmes y casi inverosímiles a un mismo tiempo.

El hombre que cree haber tomado una decisión para encontrarse en total soledad (alguien que decide vérselas consigo mismo) adquiere de pronto la condición del perseguido. Dos voces ajenas entre sí construyen el relato: una, cuenta los movimientos y los pensamientos (la perturbación, el patetismo, la ofuscación, el ruego) del que huye. La otra es la voz de uno de los perseguidores (voz de la extrañeza, de la incomprensión vital del hombre al que siguen; voz de la ambivalencia, de la gratuidad, pero también de la posible universalidad de todo perseguidor).

Branimir Scepanovic (1937) es un escritor serbio, quiero decir, un alma adolorida de Los Balcanes. Maestro de lo anímico y de su amplio universo de registros, en el marco de ésta narración breve las emociones mutan, luchan entre sí, se metamorfosean en la prodigalidad del prosista. La boca llena de tierra es una suerte de estudio de la extrañeza y la curiosidad, del absurdo y de lo incierto que pueden llegar a ser las conductas humanas. Tras la historia del rompimiento de un hombre con el mundo, se pone en funcionamiento una improvisada necesidad, una pulsión que conduce a los hombres, incluso sobre una base de plena gratuidad, a convertir lo diferente en objeto de persecución. "¿Acaso nos quedaba entonces otra cosa que odiarlo? Por supuesto, al odiarlo, en un primer momento ni siquiera intuimos que esa sensación fuerte y extraña, que nos determinaba con respecto a él, había borrado todas las diferencias en los motivos por los que lo perseguíamos hasta entonces, así que pronto, unidos y coincidentes en todo, incluso en nuestro aspecto externo, nos parecíamos unos a otros: mojados de sudor, con los rostros desencajados, inclinados hacia delante, corríamos al ritmo y respirábamos con el mismo aliento que una jauría de perros exhaustos cuyas fuerzas las mantenían sólo la furia y el odio".


(Apunte tomado por MSSG)

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