sábado, 5 de junio de 2010

Reemplazo, incluso, ideológico


Una ideología de reemplazo
Luis Barragán

Martes, 25 de abril de 2006

A finales del año pasado, seis ponencias/conferencias supieron de una afortunada entrega editorial: "El bolivarianismo-militarismo: una ideología de reemplazo" (Ala de Cuervo, Caracas), por la cual el autor no sólo actualizó su conocida tesis sobre el culto a Bolívar, sino evidenció el necesario –como lo indicara Germán Carrera Damas- "coraje intelectual" para afrontar los referentes establecidos, llamando a sus colegas a "trabajar por la mejor comprensión de la crisis de la democracia venezolana" (a fin de valorar los acontecimientos de acuerdo al sentido histórico), ante la alianza (antihistórica) del socialismo autocrático, el bolivarianismo como segunda religión, con el militarismo decimonónico sobreviviente (5, 7, 156). Igualmente, le importa diferenciarse del "aquelarre" presidencial, siendo expresamente invocado el autor por Hugo Chávez (82), aunque –entre otros aspectos- quedó pendiente el desarrollo de un importante enunciado, como la fatal contradicción entre el sistema sociopolítico liberal y el socio-económico de inspiración socialista, después de 1958 ( 186 s.).

Define y desarrolla el desfase de estos años, entre la evolución socio-histórica y la conciencia histórica, social y política, provocando una perturbación funcional (157, 183), desafiándonos con nociones como la de una "limpieza étnica" al abordar el célebre discurso de Angostura de 1819, la seguridad como objetivo preeminente del proceso independentista o –en definitiva- los legados ocultos.

Constata la "creciente inconsistencia ideológica de los principales dirigentes de la democracia venezolana", resaltando la abstención bolivarianista de Rómulo Betancourt, o el "desierto intelectual" del oficialismo actual, sentida la ausencia de Pedro Duno o J.R. Nuñez Tenorio (34, 41): agreguemos, por una parte, el angustioso vacío de elaboración teórica en el terreno de la política, desprestigiada como tarea del pensamiento, a favor de los instantes, a veces ni siquiera sucesivos; y, por otra, agravando la situación del poder, las constantes improvisaciones que dicen tramar una revolución, mediante las incontables ocurrencias que adquieren o dicen adquirir una prestancia ética.

Están afectadas todas las escuelas, corrientes y demás manifestaciones ideológicas: la quiebra del marxismo que no asume su reelaboración crítica y el estorbo de la democracia cristiana, así como de la socialdemocracia (17). Según Carrera Damas, América Latina padece una "aguda desorientación ideológica, si es que no de franco extravío ideológico", empleada una terminología pseudocientífica en desmedro de los conceptos ideológicos y políticos específicos (11): el llamado –asumimos- se extiende a los que profesan la política práctica, obstinados en atar su instantes a los más cómodos subterfugios de la pereza o de la ignorancia.

Discrepamos relativamente de la noción de ideología de reemplazo, coincidiendo con una aproximación al proyecto-país, otra noción que ha generado mayor daño en la oposición que en los cuadros pro-gubernamentales. Empero, advertimos la inmensa ventaja de hallar y discutir las categorías que permitan dar cuenta de una realidad que los consabidos prejuicios únicamente refuerzan, profundizando el drama.

La ideología de reemplazo (13 s., 17 s., 119 s., 124, 164, 178 s., 184 s., 187 s., 211 s.), la concibe –de un lado- como un producto psico-social, partiendo con Ortega y Gasset de un sistema de creencias, fundada en mitos y esperanzas colectivas, evidentemente salvacionista y apolítica, amasada por símbolos y fetichismos, disparada hacia el auto-engaño y el desconocimiento del pasado, afincada en el desconcierto de la mesocracia y la constante ligereza de los medios de comunicación social, consagrada por el saqueo político. Concluyendo –del otro- en una realización autoritaria y demagógica de contenidos liberales y socialistas, fundamentalista y simbólica, que rinde culto a la personalidad y –sin ofertas económico-sociales- utiliza el indigenismo, el ecologismo y el propio bolivarianismo como sendas coartadas para una experiencia que es la del socialismo autocrático, el bolivarianismo a ultranza y el militarismo decimonónico.

Compartimos a plenitud la idea de un régimen que ha explotado vehemente e irresponsablemente el imaginario labrado también por las frustraciones y consecuentes fracturas institucionales de las aceleradas insuficiencias rentísticas, o por el autoritarismo reactivo o defensivo que –en consecuencia- cultivamos y profundizamos. Empero, la respuesta política que ahora prevalece en Venezuela, contaminada y contaminante, puede alcanzar una sistematización que la misma racionalidad del poder tiende a establecer, gracias a los escritores, escribas, escribanos, amanuenses y toda suerte de agentes de la revolución, tal como es vivida o puede vivirse: una compensación de sus fallas, por el momento, está en el paradigma castrista sempiternamente reacio a los temblores de autenticidad que experimentó el marxismo a finales de los sesenta o a principios de los ochenta, negándole todo viso de actualización.

Luego, el llamado chavismo (a falta de una adecuada denominación que la ciencia social no tardará en dar, tratándose de un fenómeno complejo que excede la comprobada vanidad del protagonista), reúne los requisitos para considerarse como una ideología de reemplazo, aunque la creemos en propiedad de confiscación, al tomar desinhibidamente los ingredientes de diversas y contradictorias doctrinas: para aletear entre los matices del imaginario social y las vicisitudes del poder o de las cuotas que lo representan (como la condición candidatural de Ollanta Humala). Influido e influyente, corrosivo y corroído, utiliza a fondo la ironía postmoderna: recordemos la única discusión seria que, intentada por 1998, quiso dar José Rodríguez Iturbe con J.R. Nuñez Tenorio, quien igualmente se proclamó adscrito al pensamiento de Jacques Maritain; o al llamado a un debate sobre el socialismo del siglo XXI que, agotado como un ardid propagandístico, no da ni dará jamás el Presidente Chávez.

Sostenemos que, hoy, el mensaje del régimen no es una mera agregación circunstancial de elementos, pues, en el curso del poder, adquiere rasgos de estabilidad y madurez, coherencia y profundidad, convirtiéndolo en un producto inédito que resulta en el socialismo petrolero y campamental, con una fase de esplendor saudita, capaz de aprovecharse de una básica cultura democrática, para ahogarla por la prioridad fundamental de retención del poder. Puede decirse de la mezcla exacta, de la fotografía congelada precisamente después del ya sabido proceso revocatorio del mandato presidencial, que crea escuela en el continente, por más disparatada que nos parezca, y en franca competencia con las más reputadas.

Otro elemento digno de destacar es el del proyecto-país, de acuerdo a lo observado por Carrera Damas en 2003 : "… La participación política fue dejando se (SIC) ser ´militante´ en función de –como se dice ahora- ´un proyecto de país´, para reducirse al apoyo y promoción de candidaturas sin entrar a validar sus contenidos doctrinarios y políticos. Se instaló y generalizó el hábito de confundir expectativas grupales, y aun individuales, con programas políticos, en desmedro de la lealtad partidista" (186). En el campo de la oposición, quizás estamos en presencia de otra ideología de confiscación a la espera de una mayor madurez, peligrosa en la medida que –creyéndose una alternativa, todavía descongelada o truncada como una mezcla precisa- tiende a destruir los cimientos que quedan de la política entendida como un compromiso de trascendencia: comprendemos así que la gobernabilidad (11) se convierta en un fin y no en una herramienta para tareas de mayor gravedad., como la mismísima transición post-autoritaria.

El proyecto-país surge, apenas, como un pretexto para la unidad táctica y, aunque no cabalgue detrás de una determinada figura, proviene –desde un flanco- de la vieja costumbre de delegar la concepción y diseño de los programas de gobierno, perfeccionándose como un outsourcing ad honorem –valga el anglicismo y el latinazo, como ilustración- cuando el poder luce distante; recrea – desde el otro – la política como un episodio de episodios, exaltadas la intriga y el revanchismo, en detrimento de las habilidades que les son naturales; y, después, laminada, suscita emociones transitorias como si nos encontrásemos frente a una inmensa valla, las cual podemos recorrer cual intenso uso del Power Point. Algo elocuentemente distanciado de un compromiso, sentido y vocación, histórico.

Es notoria la indiferencia hacia el último título de Carrera Damas, por lo que respecta a una dirigencia que –incluso- dice oponerse al régimen, más que a Chávez. No obstante, insistamos en una literatura de mayor densidad que las recetas editoriales y mediáticas que abundan, a pesar de las circunstancias –es bueno insistir- históricas en las que nos encontramos.

Fuente:
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/7891906.asp

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