lunes, 14 de junio de 2010

Conversión y respuesta


(Lucas: 7, 36-8,3): en su homilía de ayer, el Padre Alvaro Lacasta (SJ) refirió a dos palabras que conectan muy bien con la lectura: conversión, volverse de nuevo, retornar, cambiar de conducta; y responder, pudiendo ésta ser afirmativa o negativa.

La conversión es el diálogo de Dios con el hombre, como ocurre con el regreaso del hijo pródigo en San Lucas. Dios habla y el hombre no puede permanecer neutro (David, salmo 50, o la experiencia de conversión de San Pablo). Tomar consciencia y pedir perdón (no soy yo, Cristo vive en mi). Es nuestra propia experiencia cuando nos dejamos iluminar por nuestros profetas hoy, los sacerdotes: Dios nos habla para convertirnos, responder, liberarnos. Canto interno de conversión, celebración de una fiesta, regreso del hijo pródigo.

¿Quién es este que perdona los pecados? Hijo del Hombre busca la oveja perdida. Vida cristiana, conversión permanente, no se detiene. Señor, ¿qué quieres de mi?, ¿trabajo en un área de mi vida para la conversión, procurarla, con un corazón más compasivo? La conversión garantiza permanentemente la juventud cristiana. La roca es Cristo: eterna juventud. Expectativa del Reino debe venir.

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