lunes, 21 de junio de 2010
Dramatis personae
EL NACIONAL - Sábado 19 de Junio de 2010 Papel Literario/4
Perfecciones griegas
MIGUEL ÁNGEL CAMPOS
Según Albert Camus el único problema verdaderamente importante de la Filosofía es si la vida vale la pena ser vivida o no, la respuesta sería SÍ o NO, sin más argumentos. En el primer caso estamos obligados a hacerlo con propiedad, y con esa elección nos queda el arduo asunto de la justicia, y si el amor es el reino exclusivo de Dios, aquella es la única opción que tiene el hombre de justificarse ante Dios. Si el señor árbitro de primera optó por ser él el espectáculo, cuando ya el espectáculo tenía nombre, es sólo vanidad humana, pero ante la enmienda aparece la contumacia, persistir en el error. Y sin embargo la sentencia no parece tanto un acto venal como subliminal, en medio de la tensión y la exigencia es como si la mente estuviera condicionada para el rigor. Y si la jugada hubiese sido ajustada, el hombre prudente estaba en la obligación de amparar la gracia, pero ni siquiera fue ese el leve predicamento que enfrentó el elector. Hay, pues, dos villanos que insisten en la infamia. Pero el juego perfecto no es la gloria de un hombre sino de un equipo.
No se agravia a un pitcher mesurado y correcto, sino a una familia, a una ciudad, a una pasión planetaria. Se me ocurre que tanto mister Joyce como Selig no tienen la menor idea de qué es la tragedia griega; de haber leído al menos a Eurípides se hubieran salvado de la blasfemia. En todo caso, sea por filisteos o por tacaños, han desencadenado el ciclo de las Erinias, no lo saben pero alea jacta est, y no sólo para ellos. Si estos dos hombres tuvieran el coraje de tomar en sus manos el Michael Kohlhaas, de Heinrich von Kleist, y leerlo hasta el final, no saldrían en una semana de sus casas, pues esa obra es la confirmación absoluta de la condición terrible, atroz de la justicia. Ahí se verían retratados, pero no como un símbolo, más bien como rigurosa biografía. Y si alguna duda queda, estos hombres se llaman uno Selig y el otro Joyce, aquel vende, éste se regocija, digamos: entre la transacción y la risa del demente, pues.
Pero hay un tercer nombre del dramatis personae. Leo hace poco que el vocero de la Casa Blanca recomienda la enmienda (buen nombre para aquella tradición); parece un último intento para evitar la razzia de los dioses. Y cómo se llama este caballero, pues Crowdley, es la muchedumbre, el corifeo del primitivo género griego y que Lope de Vega identificó finalmente con el pueblo. Como se sabe, ese corifeo anunciaba lo que iba a ocurrir, prevenía, proponía, alertaba. Por mi parte, dejaré de seguir el béisbol.
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