lunes, 1 de noviembre de 2010

níullorquidad


EL NACIONAL - Lunes 01 de Noviembre de 2010 Escenas/2
Neoyorkismos
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ


Es justamente en el lenguaje en donde la neoyorkización de la ciudad viene a hacerse permanente.

La presencia anglosajona se manifiesta activamente en la lengua de la ciudad.

Sus habitantes sienten un orgullo por el conocimiento de la lengua extranjera y megalopolitana. La presencia real de lo norteamericano se hace constante y común. Los gustos se transforman y olvidan lo auténticamente originario. Los nombres de establecimientos comerciales o recreativos intentan parecerse a lo yanqui. El lenguaje de la publicidad y el comercio se neoyorkiza. Las tecnologías imponen su liderazgo y el pitiyanquismo vive en detrimento de lo hispánico.

Crecimiento y deterioro, la aceptación neológica se hará cotidiana. El lenguaje se adultera con la implantación de estructuras ajenas. Fenece lo genuino para privilegiar lo nuevo y a la moda. Modalidades y modismos, serán los neoyorkismos las creaciones más persistentes.

La ciudad de los techos rojos cede su espacio a una de bloques (blocks) atestados de apartamentos (apartment), en donde cobran existencias voces como closet, hall, living, pantry y porche. Las comodidades habitacionales se extreman en confort supremo en espaciosos penthouse o en acogedores townhouse. Las pulperías y abastos se deponen ante los avasalladores y prácticos supermercados (supermarket) y automercados. La cotidianidad se define con voces del inglés: baby, baby doll, baby shower, block, boy, brake, brunch, bus, business, by, cash, clip, club, cocktail, cool, dear, fashion, full, feeling, friend, heavy, hey!, hi!, high, look, monkey, night club, okay, out, parking, self-service, set, show, sleeping bag, sponsor, standard, stand by, stop, strippers, strapless, surfer, switch, timer, too much, training, ups!, valet parking, whisky y tantas más.

Los arraigos pesan y en la lengua neoyorkizada se impone el poder de la tradición, criollizando y transformando lo anglosajón en brotes de renovada venezolanidad lingüística. Es la manera que tenemos de entender elocuentes creaciones como la bluma (bloomer), el bluyín (blue-jeans), el cachar (to cacht), el chor (short), el flis (flit), el greifrú (grapefruit), el guachimán (watchman), el guáterclo (water closet), la guaya (wire), el minulún (minilunch), el/la picó (pick-up), la ropa casual (casualwear), el sánduche/sánguche (sandwich), la dona (donuts) el esprei (spray), el teipe (tape) y el pana (partner).

Este impulso de resistencia ante lo impropio en la lengua de Caracas generó, en contraposición, un léxico propio que es una manifestación para restablecer lo perdido y para seguir fomentando lo venezolano bien enraizado desde la capital como reflejo y eco de lo que debe estar sucediendo en el resto del país, ámbito de menor índice de contaminación de la lengua y de moderada aceptación de las especies foráneas.

La neoyorkización cederá ante esta resistencia y los medios de masas como la cultura toda tendrán que reapropiarse de lo propio perdido y volver a instalar los rasgos de lo auténtico y natural venezolano afianzado en los fuertes sustratos de una lengua moderna pero nuestra.

Desneoyorkizada, la lengua ciudadana emprenderá de nuevo el feliz proceso de caraqueñizarse por la fuerza de sus palabras propias.

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