sábado, 6 de noviembre de 2010

caber en un durazno

VIDA

Vida:
sella mi pacto contigo.
Hunde tus brazos azules
por el arco de mi boca,
derrámate como un río
por las salobres galerías de mi cuerpo, llega
como un ladrón, como aquel
al que imprimen en la frente de improviso
el impacto quemante de la dicha,
como quien no puede esconder más bajo el abrigo
una noticia magnífica y quiere reírse solo,
y está el amor que se le riega por los codos
y todo se lo mancha,
y no hay quien lo mire que no quiera
besar dos veces las palmas de sus manos.
Vida: asómate a mi carne, al laberinto
marino de mi entraña,
y atiende con arrobo irreprimible
a este niño infinitesimal
urdido por el cruce de fuego de dos sexos.
Por él he de partir en dos mi corazón
para calzar sus plantas diminutas.
Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave
el techo de tu mano. No abandones jamás
a este cachorro de hombre que te mira
desde el sueño plateado de su tarro de luna.
Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural
en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,
es tu animal terrestre, el puñado de plumas
donde se raja el viento.
Vida: acoge a esta criatura
que cabe en un durazno.
Yo te nombro en su nombre su madrina.
Alzo por ti mi vientre.
Vida: abre los brazos.

ANA ISTARÚ

Ilustración: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9X0AjrbF15EA5TjTMZhlM0xpAGr1ryk43MtEUbE5DpwGcI3HZLZHqwtblQ8jvHf00-bs7vSA2GfFduked2AYcG6h-y7rjOgKOLYj6RnezWpiaJqLoal8jLU7PRRhXlE2rB_wHNIfZhpAW/s1600/project16.jpg

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