sábado, 6 de noviembre de 2010
prueba de salvamento
EL NACIONAL - Sábado 06 de Noviembre de 2010 Papel Literario/3
Salvada por la literatura
Ante todo, poeta. Luego vienen la novela y el ensayo. María Negroni (Buenos Aires, 1951) pasa de un género a otro orgánicamente, sin proponérselo. No obstante se guía por sus empecinamientos, tal como el de unir lo épico con lo femenino, en apariencia un imposible que logró en una de sus obras más conocidas, Islandia (1995).
"Todos los libros de un escritor hablan de lo mismo, aunque sean en apariencia diferentes", emana honestidad en tono de broma quien fascinada por lo gótico, también ha producido una trilogía de exitosos ensayos sobre ese género. Mientras su vida sigue entre la escritura y la docencia, entre Buenos Aires y Nueva York, lo nuevo viene en camino, Cantar la Nada
ENTREVISTA
JANINA PÉREZ ARIAS
¿Cómo definiría usted su relación con la escritura? La relación con la escritura es siempre difícil porque implica muchas cosas.
Requiere mucha valentía porque hay que soportar mucha ceguera, implica un proceso de búsqueda, de involucrarse más. La literatura no busca respuesta, más bien mejorar la calidad de las preguntas.
Hay una escritora brasilera que me gusta mucho, Clarice Lispector dijo: "escribir es horrible". En un sentido es cierto. Mucha gente tiene la idea paradisíaca de que es puro placer... Hay placer cuando se encuentra una pequeña luz --por falta de términos voy a llamarla así-- , cuando algo se ilumina, cuando se escribe y se lee; es muy lindo, pero no dura mucho. El escritor es un poco como el mito de Sísifo.
¿Cómo se lucha contra las frustraciones? Como en la vida. La vida es un continuo enfrentarse con la frustración. La primera y la más difícil es la precariedad de la existencia, y no nos queda otra que enfrentarnos a eso. En la escritura pasa lo mismo.
La diferencia sea quizá que quien escribe tiene una relación muy especial con la palabra, así como un artista tiene un vínculo con el color, con las texturas, con las formas. Los escritores tenemos una especie de sensualidad con las palabras, o sea que no nos da lo mismo cualquiera, y eso tiene una cosa placentera que ayuda a remontar la frustración.
Pero puede ser que se convierta en obsesión, en que nunca se encuentre la palabra correcta... También, pero eso es parte del oficio. Las palabras correctas no existen, lo que sí hay es una búsqueda de intentar a acercarse lo más posible a expresar lo que no se puede, es la obsesión. La obsesión es algo que es muy difícil de nombrar, a veces es apenas una idea, una sensación, y vas girando alrededor de ese núcleo. A veces con suerte le puedes dar una forma. Cesare Pavese decía que cuando la obsesión encuentra su forma, empieza a morir, a desaparecer. Pero hasta ese momento, se busca la manera de articularla.
En su biografía figura que empezó a escribir relativamente tarde y a raíz de una crisis originada por su entorno. ¿Se puede decir que la literatura fue un salvavidas para usted? Cuando terminé la escuela secundaria me agarró la época de la dictadura militar. Antes de la represión, mi libido --si así se puede llamar-- estaba puesta en la actividad política. Cuando empezó la represión, los argentinos entramos en una especie de noche negra, se interrumpió todo, no había revistas literarias, ni lecturas, ni talleres literarios. En ese momento hubo que repensar la vida. Tenía 25 años cuando recordé que me gustaba escribir, y que siempre había escrito, pero que en mi etapa política lo dejé de lado.
Sí fue mi salvación. Empecé a escribir pero dentro de un contexto donde no había contacto con nadie. Mi primer libro fue publicado en el 85 [De tanto desolar].
¿Sintió en algún momento desencanto por haber dirigido sus energías a la lucha política y no desde un principio a la literatura? No, nunca. En la vida no existen ni los errores ni las equivocaciones ni los desencantos. Volvería a hacer todo exactamente igual porque si no, no sería quien soy. Todo lo que he hecho está presente cada vez que me siento a escribir. Ojalá no hubiera pasado la dictadura, obviamente hubiera sido mejor que no ocurriera, fue una época terrible. Mi generación fue muy golpeada, pero también compartimos muchos sueños. Los años setenta fue una época de mucha vitalidad.
Desde su punto de vista de escritora, ¿qué tanto daño le ha hecho la palabra feminismo a la literatura escrita por mujeres? No le ha hecho daño en sí.
Como movimiento político el feminismo ha sido muy positivo para las mujeres en muchos aspectos. El problema es que por un lado está la creación de las mujeres, y por el otro está lo que hacen la política, el mercado, las modas con lo que producimos las mujeres.
Lo mismo lo vemos con la literatura latinoamericana.
Es bueno que existan los departamentos de literatura latinoamericana en universidades de Estados Unidos, por ejemplo, pero no hay posibilidad de diálogo o de un nivel de igualdad con la literatura que se produce en el primer mundo.
Tomando en cuenta movimientos como el Poetry Slam, ¿cree que se está viviendo un redescubrimiento de la poesía? Creo que en el mercado la poesía siempre estuvo en un segundo lugar y siempre va a seguir estándolo. La poesía no se vende. Es clarísimo que nunca va a haber un best seller de un libro de poemas. Sin embargo, para mí de todos los géneros de la literatura es el más importante.
No creo que esos movimientos modifiquen en un sentido profundo la difusión de la poesía.
La buena poesía es difícil de escribir y de leer. A lo mejor puedes leer una novela en un viaje de tren, y en ese mismo trayecto, con suerte, tal vez leas un poema.
¿Por qué es difícil? Porque necesita un compromiso diferente por parte del lector. La poesía está siempre cuestionando lo que hacemos, produce mucha angustia porque desarticula la función "normal" o convencional del lenguaje.
La poesía en general no es una lectura fácil porque necesita más presencia, más intervención por parte del lector, de entrar en lo que te propone el poeta. Te pide que te involucres en el texto, que participes, que formes parte de la creación porque no se te da nada digerido.
¿En qué radica la importancia de la poesía? En que, por su misma propuesta, garantiza de que no hay un pensamiento dogmático y cerrado. La poesía está todo el tiempo abriendo el sentido; cuando crees que va por un lado, de repente aparece otro camino.
Por definición, el poema siempre es una especie de antídoto contra el pensamiento autoritario, todo el tiempo lo está desarmando. Es por eso que la poesía es imprescindible y no va a morir. Esa es la función del arte.
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