martes, 9 de noviembre de 2010

selección de artículos: vicisitudes


EL NACIONAL - Jueves 28 de Enero de 2010 Opinión/8
Economía en suspenso
D. F. MAZA ZAVALA

La transformación de una economía es un proceso organizado según un plan viable y consistente, en prosecución de objetivos que se consideran de interés común y convenientes.

En el caso venezolano actual, existe en los hechos un proceso de cambio cuyo propósito, al parecer, es el de implantar en el país un sistema calificado como socialismo del siglo XXI, en sustitución del que existe, definido por la Constitución como de economía social de mercado, con participación del Estado bajo la forma de un sector público productor de bienes y servicios que se transan en el mercado, y poseedor de medios de producción, circulación y distribución importantes, instituciones financieras, organismos de comercialización, de transporte colectivo y el Banco Central. El sector privado comprende una gama amplia de actividades económicas que constituyen alrededor de 65% de la economía total. Esta composición de la economía se ha calificado como mixta, en la que el Estado tiene la facultad de regular, planificar, intervenir y orientar al conjunto, con el fin de promover, orgánica y equilibradamente, el desarrollo económico y social. Según la actuación del gobierno, el designio de éste es cambiar el orden constitucional vigente y establecer un sistema en el cual el espacio económico del Estado sería determinante y la actividad privada sólo marginal.

El Gobierno ha tomado posesión de empresas, explotaciones y propiedades del dominio privado, bajo distintos pretextos, y se observa inseguridad económica, desconcierto y necesidad de una definición clara y precisa de los alcances de sus actuaciones. En esta situación el gasto público no es suficientemente eficaz para contrarrestar los factores recesivos. El ingreso fiscal ordinario se queda rezagado con respecto al gasto; se ha recurrido al endeudamiento pero éste es costoso; no conviene un aumento de la carga tributaria en términos normales y por ello se toma la medida de la devaluación que es realmente un impuesto indirecto, con beneficios fiscales considerables, pero con efectos ominosos para la gente que no puede de inmediato reajustar sus ingresos monetarios en relación con el inevitable impulso adicional en los precios.

El socialismo, según Carlos Marx, no se establece por decreto o por el empeño personal de un individuo o un grupo, sino en virtud de circunstancias históricas, en reemplazo del capitalismo cuando éste ha agotado su potencial de desarrollo y entra en crisis, la cual determina una revolución social. En Venezuela el capitalismo no se ha desarrollado a plenitud y ello plantea la necesidad de considerar reformas profundas, para lograr un desarrollo que tenga como objetivo el bienestar integral del ser humano. Lo que hasta ahora ha actuado el régimen bajo el rótulo de socialismo es una absorción impulsiva de funciones, actividades, empresas y propiedades que exigen para su administración eficiencia gerencial, lo que escasea en los medios oficiales. Lo que se ha logrado es un estatismo ineficiente. La participación social, principalmente de los trabajadores, en la gestión económica del sector público está ausente; incluso, la gestión de las comunidades no se ha desarrollado; todo depende de lo que el Gobierno haga o deje de hacer.

Problemas de mucha monta reclaman una verdadera transformación en la gestión pública y en la vida social, pero no se plantean soluciones eficaces por parte del Estado. Lo práctico es que a la par de que se toman providencias de corto plazo, se proyecten soluciones de fondo y se asignen los recursos económicos y técnicos y el personal para cada caso. De no hacerse así los problemas se agravarán hasta el punto de colapso, para tormento de una colectividad que padece sus consecuencias, pero cuya paciencia se agota.


El Nacional - Miércoles 06 de Agosto de 2003 A/7
Lecciones del control de cambio
D.F. Maza Zavala

Independientemente del funcionamiento del régimen de control de cambio establecido en febrero –que, según las últimas informaciones tiende a mejorar– algunas lecciones pueden obtenerse de este breve tiempo, tan conmovido por las circunstancias de la vida política y social, cuya expresión más dramática, en lo económico, ha sido la caída del PBI en el primer trimestre del año, suceso que no se repetirá en la proporción en que se manifestó. No se puede atribuir al control de cambio la causa principal de ese resultado, sino a la secuela negativa del paro de actividades –destacadamente el petrolero- entre diciembre de 2002 y enero de 2003, que más que golpear al Gobierno lo hizo a la economía y al país. Es probable que el PBI de este año acuse una contracción real de 12% o 14%, en lo que es razonable considerar como uno de los factores al régimen cambiario.

La primera lección que, en mi opinión, deriva de la experiencia cambiaria es la de que el país sufre cada vez más la adicción a las divisas. Casi todo, al parecer, gira en torno a su suministro: la producción, la inversión, el consumo, el bienestar, la salud, la cultura, la recreación, la seguridad, entre otras variables de la vida nacional. El bolívar ha llegado a ser prácticamente un medio para acceder a la divisa extranjera:
la demanda de moneda nacional se subordina a la de moneda de Estados Unidos. Inclusive para exportar se requiere el dólar. Ello indica que la dependencia económica con respecto a la disponibilidad de divisas ha aumentado.

La segunda lección, menos evidente, es que pueden estar creándose las condiciones para una cierta disciplina en el uso de las divisas, dada su escasez. En este país hemos dispuesto de divisas para todo, para lo necesario y lo superfluo, para transferir fondos al exterior y para especular. Debemos adquirir conciencia de que la divisa es un bien valioso, particularmente la que es generada por la actividad petrolera, pues procede de la liquidación de un patrimonio natural de propiedad nacional, agotable, y su aplicación tiene que ser para crear capacidad productiva alterna y desarrollo social, y no para el consumo no esencial.

En lo anterior destaca la necesidad de una diversificación de la economía, para reducir progresivamente la dependencia del petróleo, que envuelve el riesgo de vulnerabilidad, de inestabilidad, de insuficiencia y de agotabilidad en el largo plazo. Es verdad que en el mundo de hoy globalizador, falsamente interdependiente, no puede aspirarse a la autosuficiencia, sino a conquistar y sostener un espacio de desarrollo que no esté bajo el signo de la incertidumbre ni de la contingencia, sino bajo nuestro dominio relativo. Es una verdad histórica que Venezuela se ha orientado al comercio exterior que, inclusive, su posición geográfica y la índole de sus recursos naturales sustentan esa vocación que debe ser equilibrada en el sentido del intercambio real.

No tengo la noción precisa de en qué momento se interrumpió el proceso de sustitución de importaciones; pero conviene renovarlo sobre nuevas bases, en función de nuestras ventajas comparativas y competitivas y en orden a nuestras necesidades reales, mediante la reorientación de los patrones de consumo, de producción e inversión, elementos fundamentales del desarrollo cultural.

De la misma manera es conveniente estimular, fortalecer y reestructurar las exportaciones llamadas no tradicionales, inclusive en el campo de los hidrocarburos, la minería y la energía, profundizando el esquema de productos y servicios de creciente valor agregado nacional.

En otros aspectos no menos importantes pueden apreciarse lecciones de la experiencia cambiaria:
hemos podido acumular reservas internacionales en magnitudes significativas, lo que es positivo hasta cierto punto, en tanto que esa acumulación permita fortalecer la imagen de solvencia del país, favorezca la confianza de los inversionistas y permita un manojo prudente del crédito público internacional; pero si la acumulación, más allá de un nivel óptimo, se hace a expensas del crecimiento económico y el bienestar, deja de ser deseable.

En el mismo orden de ideas hay que señalar que el control de cambio ha tenido como consecuencia un aumento de la liquidez monetaria, con perfiles positivos y negativos: En lo positivo, han bajado las tasas activas de interés, haciéndose menos costos en términos financieros el crédito y el consumo y permitiendo un espacio mayor a la deuda pública interna, aunque ello no ha estimulado sensiblemente la demanda privada de crédito; en lo negativo, y por la misma razón mencionada, el excedente de liquidez no ha beneficiado a la economía, porque son estrechos y precarios los canales hacia su aprovechamiento productivo, de modo que el BCV ha servido de receptáculo a ese excedente, incurriendo en costos monetarios. Hay que hacer énfasis en la necesidad de una reforma del sistema financiero, que propicie el mejor uso de los recursos crediticios y fortalezca el equilibrio del sistema.

No huelga decir que para optimizar los efectos positivos del control de cambio son indispensables políticas públicas concurrentes a la estabilización macroeconómica y la reactivación del aparato productivo. Se requiere la concordancia, la cooperación y la complementación entre los sectores públicos y privado.


EL NACIONAL - Jueves 11 de Febrero de 2010 Opinión/9
Invertir en Panamá
D. F. MAZA ZAVALA

Panamá es un pequeño país centroamericano que hasta comienzos del siglo XX for mó parte de Colombia. Su independencia se debió a la imposición de Estados Unidos, que la requería para negociar la construcción del canal interoceánico.

Panamá, cuya economía es esencialmente de servicios, ahora se ha convertido en importante centro financiero internacional y en lugar de trabajo para los emigrantes de otros países latinoamericanos, Venezuela entre estos. Es lo que se califica como un paraíso fiscal, cambiario, financiero y turístico. En razón de ello sus ingresos son elevados y atraviesa una etapa de bonanza.

El objeto de este artículo es poner de manifiesto el contraste entre lo que ocu rre en Venezuela y lo que ocurre en Panamá. Capitales venezolanos afluyen a ese país en magnitudes apreciables, y también existe un flujo de personas en busca de oportunidades. Panamá ofrece seguridad física, económica, cambiaria, estabilidad política e institucional, lo que falta en Venezuela. Emigra desde aquí no sólo el capital financiero sino también el talento, la aptitud y la voluntad de emprendimiento, una pérdida más sensible que la financiera. Emigra la juventud, su afán de vivir y hacer. Podría parecer que esta emigración humana ha perdido su afecto a esta tierra; podría interpretarse que es una deserción y que la conciencia patriótica ha fallado en los que se van.

Así mismo, parecería como si los inversionistas, los ahorristas buscan generar en otro país la actividad que se canaliza a la creación de riqueza, la multiplicación de oportunidades rentables, pero so bre todo la seguridad, el resguardar de las amenazas, del riesgo que emerge de un mal tratamiento institucional y arbitrario, para los fondos invertibles.

No tiene por qué ser así. Este es un país que ha podido disfrutar de su singular posición de exportador de petróleo y de su dotación múltiple de recursos naturales, mineros, forestales, agrícolas, marítimos, climáticos y de su situación geográfica al norte de Amé rica del Sur, en las rutas internacionales, abierto a los horizontes del mundo. Los venezo lanos han sido hasta hace pocos años poco propensos a la emigración, militantes de la libertad, de la paz, de la solidaridad, del buen humor. Cuántos recursos financieros se hubieran podido invertir en el desarrollo de esta economía. De modo distinto, lamentablemente, nuestra balanza de pagos registra con penosa constancia la salida de capitales: cada año millardos de dólares, financiada esa salida por los proventos del petróleo. Estamos en la paradójica situación de un país en que el ahorro nacional excede ampliamen te la inversión interna, como si el ahorro no encontrara aquí formas y medios de coloca ción provechosa y se extrovierte. Pero la realidad es que la necesidad de inversiones públicas y privadas es perentoria, inclusi ve en la propia industria petrolera, matriz de los ingresos. Las industrias llamadas bási cas de Guayana languidecen por falta de inversiones; la infraestructura física del país se deteriora y quebranta por falta de inversiones, la generación de hidroelecricidad que suministra esta energía a más de la mitad del país está bajo grave riesgo. La última bonanza petrolera ha concluido, al parecer, bajo la incidencia de la crisis mundial. El Gobierno confía en la recuperación de los precios del pe tróleo; pero los indicios no per miten sustentar el optimismo. Hay que multiplicar los bolívares sobre la base de dólares escasos. Inflación, devaluación, escasez de bienes, crisis de servicios básicos, caída del PIB, aumento del falso empleo. Mientras ello ocurre, ahorristas, inversionistas venezolanos buscan el alero de Panamá, un pequeño país sin más recur sos que servir de asiento al canal y al turismo.

¿Dónde está el futuro?

EL NACIONAL - Jueves 22 de Abril de 2010 Opinión/8
Contrastes del bicentenario
D. F. MAZA ZAVALA

Se celebra el bicentenario del movimiento de Independencia. Como ha sido analizado por historiadores calificados y politólogos de alta escuela, ese movimiento fue puramente civil. Los actos de la celebración de la fecha patriótica muestran, en primer lugar, el poderío militar; pero hay escasas manifestaciones, si es que hay alguna, del grado de fortaleza económica que haya alcanzado el país. La consistencia de la nacionalidad descansa materialmente en el potencial económico y el bienestar social que ello permite y genera. Ahora, a 200 años de la gesta caraqueña, la economía venezolana presenta múltiples fracturas estructurales y debilidad de sostenimiento. En los 2 siglos de nuestra historia hemos pasado de un país dependiente de la agricultura de exportación a uno mucho más dependiente de la exportación de petróleo. Los proventos derivados de esta actividad han sido suficientes para la construcción de una base económica reproductiva, autosostenible, equilibrada y equitativa, para asegurar un nivel de calidad de vida muy satisfactorio.

Lejos de eso, tenemos que importar desde los alimentos básicos hasta los bienes y servicios de consumo y producción para mantener una industria en estado casi de postración y un patrón de vida para la mayoría caracterizado por lo menguado de sus satisfacciones y lo inestable de los factores que lo determinan.

La sociedad del café y el cacao era modesta, aferrada a viejos estilos y valores, aunque profundamente desigual.

La sociedad del petróleo se desenvuelve en la zozobra, las expectativas contradictorias y la incertidumbre. La seguridad alimentaria, que hace 200 años se sustentaba en los frutos de la tierra y del trabajo, ahora se sustenta en la capacidad y la oportunidad de importar los alimentos que ayer producíamos e, incluso, exportábamos.

Nada hay más riesgoso para un país que depender de lo que podamos comprar en el extranjero. Todo ello se paga con petróleo, es decir, con riqueza transitoria, agotable e inestable. La seguridad económica es más necesaria que la militar, en el entendido también de que esta última no existe aisladamente sino en relación con el potencial económico.

El bicentenario este año y el próximo es una oportunidad para reflexionar sobre el presente y el futuro como nación. Más allá de los símbolos patrios, de la leyenda heroica, del pasado glorioso, la realidad se impone como problema y como desafío de transformación. Tenemos ante nosotros el espejismo de la faja petrolífera del Orinoco, la mayor reserva de petróleo pesado del mundo. Sin embargo, un país no puede confiar sus destinos únicamente a un prospecto petrolero, que, por otra parte, exige la inversión de ingentes fondos financieros y de elevada tecnología. Aun si se confía en ese potencial, hay que establecer un destino para los proventos que de ello se obtengan.

Esos recursos deben constituir una buena oportunidad para un nuevo estilo de crecimiento, fundado en actividades reproductivas, multiplicadoras de inversión y empleo, constitutivas de una estructura económica fuerte y progresiva.

Es indispensable un proyecto de desarrollo que sea compartido por todos los sectores del país y que estén dispuestos a poner de su parte para llevarlo adelante. Un diseño sencillo, transparente, claro, viable, que represente las aspiraciones y los sueños de los venezolanos.

No se requieren genialidades administrativas o técnicas para emprender las acciones que reclama el colectivo. Tampoco hay problema crucial de recursos económicos, pues la crisis inducida por la coyuntura recesiva internacional, está de paso y puede esperarse promedios de precios para el petróleo venezolano de entre 65 y 75 dólares el barril. La exigencia es de voluntad política y elevado interés público para lo que haya que hacer.

EL NACIONAL - Jueves 06 de Mayo de 2010 Opinión/9
La geografía de la pobreza
D. F. MAZA ZAVALA

El Instituto Nacional de Estadística, bajo la dirección de Elías Eljuri, ha levantado un mapa de la desigualdad y la pobreza del país, incorporado en la publicación Síntesis estadística nacional, cuya versión periodística realizó El Nacional (02/05/10) y que por la importancia del tema, su actualidad y proyección merece un comentario sin pretensión de análisis. Hace tiempo el sociólogo brasileño Josué de Castro hizo una investigación famosa que tituló Geografía del hambre, en que se destaca que el hambre es un flagelo mundial, particularmente grave en las dos terceras partes de la población humana, la subdesarrollada, sumergida en el atraso, presa prematura de la muerte. La geografía humana es de fuertes contrastes, es un asiento desigual de los seres humanos, reveladora de que el progreso se distribuye muy desigualmente y hay persistentes extremos de riqueza y miseria.

Venezuela, por su petróleo, adquirió fama de país próspero, afortunado, de ingreso seguro para una población relativamente escasa. En la era del petróleo, la población creció de menos de 3 millones a 28 millones, es decir, más de 9 veces. La mayor parte reside en centros urbanos (85%), pero estos evidencian que numerosos grupos de habitantes forman el cinturón de pobreza. La relativa prosperidad se observa en los sectores residenciales de las ciudades. El índice de 32% de pobreza como media nacional que calcula el INE, oculta realidades dramáticas, característica de los promedios estadísticos: cada venezolano debe percibir alrededor de 7.000 dólares anuales, ingreso que le permitiría vivir al menos sin hambre y otras expresiones crudas de la pobreza real; lo que ocurre es que el ingreso se reparte muy desigualmente entre la población: 20% percibe en conjunto 65% del ingreso nacional, en tanto que 80% apenas sobrevive con 35%. La infraestructura física, las instalaciones de servicios básicos, la dotación de vivienda sana y segura, están fuera del alcance de esa mayoría social.

El gobierno actual ha difundido parte del ingreso petrolero bajo la forma de misiones, pensiones, subsidios, sostenimiento de milicias; pero no basta con el ingreso monetario transitorio: hay que rescatar de la pobreza a la población, ofreciéndole acceso efectivo a los servicios de salud, educación, transporte, vivienda y, sobre todo, trabajo productivo, estable, digno.

Las cifras del INE revelan fuerte desigualdad interregional: Barinas registra 52% de pobreza; Apure, 44%; Portuguesa, 42%; Delta Amacuro, 42%; Amazonas, 37%. El país del petróleo ­que ha percibido en los últimos 20 años más de 1.300.000 millones de dólares­ se divide entre los residentes prósperos de las ciudades principales, los pobres marginales de los centros urbanos y los de las zonas rurales.

Pobreza no es sólo carencia crítica de alimentos: también es vivienda precaria e insegura, niños sin escuela, graves deficiencias en la atención de salud, desempleo, caldo de cultivo de la delincuencia, lazos familiares débiles o inexistentes, inestabilidad ocupacional, basura acumulada en las estrechas calles de los barrios marginales, entre otros aspectos del rostro feo de la vida. No se deja de ser pobre porque se perciba un subsidio, una pensión, una ayuda monetaria, una cesta de alimentos. Este tipo de pobreza no revelado por las estadísticas, pero existente, debe ser superado mediante políticas sociales adecuadas, como parte de la estrategia general de crecimiento y bienestar. No se trata, por supuesto, de metas utópicas de igualdad absoluta, sino de un patrón distributivo que favorezca la difusión posible del bienestar.

Hay posibilidad y necesidad de hacerlo; para ello se requiere solidaridad social, clima de entendimiento, propósito de reintegración de la sociedad venezolana, reafirmación de la conciencia nacional: no sólo símbolos y nombres, sino procesos reales de cambio.

EL NACIONAL - Jueves 03 de Junio de 2010 Opinión/9
La política social
D. F. MAZA ZAVALA

El objetivo de la política social es corregir los desequilibrios que genera la economía de mercado y que los mecanismos culturales acentúan, lo que da por resultado la profundización de la desigualdad social. En Venezuela el objetivo indicado toma una caracterización especial al considerar que el Estado percibe y administra el excedente petrolero nacional. En este país el Estado tiene una doble función: contribuir a la creación de una economía reproductiva, equilibrada, en la que el petróleo sea incorporado como un factor que facilite la transformación progresiva de la base económica, y propiciar e impulsar un desarrollo social que eleve el nivel de vida de la población.

El Gobierno actual no cumple evidentemente esa doble función, pues, en lugar de proponerse el desarrollo económico y social, actúa para frenar y desorganizar las fuerzas productivas existentes, lo que genera la fragmentación del aparato productivo y de la propia sociedad. El Gobierno ha considerado que con la difusión inorgánica de ingresos entre grupos sociales no favorecidos ha cumplido la función distributiva que le impone la institucionalidad del Estado; pero no cumple con lo ordenado por la Constitución en el sentido de que el ingreso petrolero fiscal sea aplicado preferentemente a la creación de riqueza útil y al mejoramiento consistente de las condiciones de vida de la población. Los resultados de la gestión han sido frustrantes: caída del producto real del país, colapso de la inversión, contracción del consumo, persistencia de la inflación, inseguridad alimentaria, postración de las industrias básicas de Guayana, aumento del desempleo, deterioro de los centros públicos de salud y de educación, quebrantamiento de la infraestructura física del país, endeudamiento público sin contrapartida en la creación de potencial productivo y declinación del potencial efectivo de la industria petrolera.

El Gobierno, según su propia declaración, reiterativa, persigue una transformación del sistema económico, que la Constitución define como economía de mercado con proyección social, en una economía de Estado con mínima participación privada y elevada concentración de facultades, recursos y poderes en la Presidencia. Lo que llama la atención es la exclusión de hecho de los trabajadores de este proyecto y la negación de sus derechos sociales, el deterioro de sus salarios reales, la ausencia de participación laboral en el proceso llamado de socialización que en esencia es estatización.

Se considera generalmente que trabajadores y empresarios tienen intereses contrapuestos. Sin embargo, existe la posibilidad de una cooperación entre los dos factores de la producción: empresas cogestionadas, participación conveniente de trabajadores en la gestión de la empresa. Cuando el empresario es el Estado, con mayor razón hay conveniencia en esa cooperación. En lugar de promover esta posibilidad, el Gobierno excluye a los trabajadores de la gestión de las empresas públicas y, lo que es más irritante, aplica una política de hostigamiento, de negación de derechos, de desempleo, que parece absurda si se proclama el socialismo. Un socialismo que enfrenta a los trabajadores no tiene base.

Para un país como Venezuela, favorecido por la naturaleza, beneficiario de un ingreso relativamente elevado, el bienestar de sus habitantes debe ser obvio, si la administración de esa riqueza es eficiente, orientada por el interés común, pulcra, empeñada en rendir cuentas de manera transparente.

La realidad es dramática: se han perdido por lo menos dos oportunidades de bonanza petrolera: la de 1974-77 y la de 2004-2008. Ahora se pretende que asimilemos el costo de una recesión y de una supuesta transformación que no ha sido discutida a nivel nacional.

EL NACIONAL - Jueves 17 de Junio de 2010 Opinión/8
Régimen cambiario alternativo
D. F. MAZA ZAVALA

El régimen cambiario controlado ha sido modificado por la decisión conjunta del BCV y el Ejecutivo para incorporar las transacciones calificadas como de permuta que se realizaban en el llamado mercado paralelo. Esto significa una ampliación del control de cambio y una modificación importante de éste: el Banco Central de Venezuela interviene directamente en el régimen cambiario mediante una modalidad denominada Sistema de Transacciones de Títulos en Moneda Extranjera, Sitme, que funciona con unas bandas con un margen comprendido entre el límite superior (7 bolívares por dólar) y el inferior (5 bolívares por dólar), con un eje promedio de 6 bolívares.

A las operaciones del sistema concurren del lado de la oferta los interesados en vender los títulos públicos (Gobierno y Pdvsa) que poseen contra bolívares, y del lado de la demanda los interesados en adquirirlos con bolívares. La relación entre oferta y demanda determina día a día hábil un tipo de cambio: si la oferta supera la demanda, el tipo de cambio se sitúa hacia el límite inferior y si ocurre lo contrario, se desplaza hacia el límite superior; si hubiere equilibrio el tipo de cambio se situaría en el promedio de 6 bolívares.

No se trata de un mercado libre de títulos cambiarios, ya que tanto la oferta como la demanda están restringidos y el tipo de cambio regulado. Los títulos se ofrecen a través de los bancos y entidades de ahorro y préstamo, bien sea por cuenta de estos o por la de clientes.

Hasta ahora la disposición a vender es voluntaria y el acervo de títulos bastante limitado; sus precios dependen mucho de las cotizaciones de ellos en los mercados internacionales, hasta ahora por debajo de su precio de compra y de su valor nominal.

La demanda está muy restringida y condicionada, con cupos determinados para personas naturales y jurídicas y para atender necesidades específicas de pago o gasto en el exterior. Los potenciales compradores deben tener una cuenta bancaria en el exterior en la cual se depositen las divisas obtenidas, lo que virtualmente excluye a buen número de particulares y de pequeñas empresas. El Banco Central de Venezuela, como árbitro y operador, consulta si los demandantes han obtenido divisas de Cadivi y el margen no satisfecho de sus requerimientos, así como las aplicaciones de las divisas que pudieran obtener en el Sitme. Ello permite advertir que se trata de una extensión del control de cambio y que es complementario de Cadivi.

Los particulares van a experimentar dificultades para acceder a ese sistema, lo mismo que pequeñas empresas, tanto para vender como para comprar títulos (divisas). La evolución de este régimen de transacciones va a ser lenta y sufrirá modificaciones, una de las cuales podría ser la de las bandas limitantes. Podría presentarse el problema de la escasez de títulos en oferta, lo cual entrabaría las operaciones. Quizá el Gobierno y Petróleos de Venezuela tendrían necesidad de emitir nuevos títulos cambiarios y acaso el propio Banco Central de Venezuela . La capacidad de endeudamiento de estos entes públicos está en el trasfondo del sistema, así como el curso de las cotizaciones de los títulos en el mercado internacional.

La demanda podría superar la oferta en un margen de entre 4 millardos a 6 millardos de dólares, lo que determinaría que el tipo de cambio alternativo se moviera al límite superior.

En todo caso, aunque existan fuertes sanciones para el presunto mercado paralelo, habrá posibilidad de que las demandas no cubiertas ni por Cadivi ni por el Sitme lo fuesen en el mercado paralelo, que pasaría a ser "negro", lo que arrojaría su sombra en la formación de precios de bienes y servicios en alguna proporción.

Si el clima general del país fuese estable, normal, quizá no fuese necesario el control de cambio, porque la moneda nacional se apreciaría y la propensión a tener dólares sería menos acentuada. En ese supuesto, la producción nacional abastecería en alta proporción las necesidades de la población y la economía y la recurrencia a la importación (principal motivo de la demanda de divisas) sería para complementar y no para llenar el vacío de la producción propia. La salida de capital no alcanzaría las magnitudes inquietantes que se registran (un promedio anual de 20 millardos de dólares los últimos 10 años) y esos fondos se aplicarían a la inversión en el país.

El control de cambio es necesario porque si se suspendiera, la salida de dinero al exterior sería incontenible y las reservas del BCV se agotarían.

Algunos sostienen que la liberación del cambio contribuiría a la recuperación de la economía. Yo diría que esa liberación sería favorable con un cambio positivo de la situación política e institucional del país.

EL NACIONAL - Jueves 01 de Julio de 2010 Opinión/9
El drama alimentario
D. F. MAZA ZAVALA

El escándalo con motivo del descubrimiento en diversos lugares de contenedores con alimentos importados en estado de descomposición, tiene muchos aspectos que conviene comentar, que afectan a diferentes organismos de la administración pública, ya que es un problema de programación y coordinación y, por supuesto, de eficiencia, de responsabilidad y honestidad en el manejo de los intereses públicos.

No sólo Pdvsa ­a través de su filial Pdval­ la empresa matriz venezolana, otrora emblema de eficiencia, sino también el Ministerio de Energía y Minas (que controla a Pdvsa), el Ministerio de la Alimentación, el de Agricultura y Tierras, el de Planificación y Finanzas, la Contraloría General de la República, el Ministerio Público, la Asamblea Nacional, la Vicepresidencia de la República (coordinadora administrativa), entre otras dependencias, comparten en este caso responsabilidades que deben ser objeto de sanciones. Sería nefasto que este asunto de tanta monta pasara por debajo de la mesa o fuese confinado al silencio de los archivos.

La importación de alimentos perecederos no es empresa sencilla, sino una que exige experiencia y buen juicio. Colocar al frente de esta actividad a gente inexperta es responsabilidad de Pdvsa, al frente de la cual está el doctor Rafael Ramírez. Importar en exceso de lo que se puede colocar en el mercado y consumir, pone de manifiesto la ausencia de programación y de conocimiento de la materia. La pérdida que implica la descomposición de más de 100.000 toneladas de alimento es doble, por lo menos: pérdida económica, en términos de divisas que son escasas, y pérdida de oportunidad para suministrar alimentos a la población que sufre escasez real y se priva de esos bienes para su subsistencia. ¿Quién o quiénes cargarán con la pérdida? Por supuesto que el común de los venezolanos, no los burócratas enriquecidos que manejan el patrimonio público tan alegremente.

No el contralor de la República que, teniendo la información del caso desde años anteriores ­lo que indica persistencia en la grave irregularidad­ guardó silencio y no actuó como era su deber. No Pdvsa consciente del hecho, aunque tiene que cargar con parte de las pérdidas, lo que implica, una vez más, el común de los venezolanos. La ciudadana fiscal general declara que no supo del asunto hasta que el escándalo estalló.

Tampoco supo de ello la Asamblea Nacional. El entonces ministro de Agricultura y Tierras, Jaua, ocupado en expropiar fincas productivas para reducirlas a la inactividad, no tuvo programa para levantar la producción de alimentos.

Entiendo que siempre ha habido y habrá necesidad de importar alimentos, porque ningún país es autárquico en este sentido. Tendremos siempre que importar trigo y otros productos para cuyo cultivo no tenemos aptitudes naturales. Pero podemos y debemos producir suficiente arroz, azúcar, leche, pollo, huevos, carne de res y de cerdo, aceites vegetales excepto de oliva, y no hablemos de café y cacao. Sin embargo, hemos pasado de la agricultura de adentro a la de puertos. Pero hasta los puertos funcionan mal; después de privatizados, los contenedores de productos importados duermen el sueño de los justos en los almacenes de las aduanas, mientras se efectúan los trámites. Se requiere un tiempo normal calculado para despachar la mercancía importada; pero la burocracia de puertos y aduanas lo trastornó todo y la sombra ominosa de la corrupción se cierne sobre todos los procesos. Pdvsa ha cargado con costos que no le corresponden y su desequilibrio financiero obedece, entre otros factores, a la multiplicidad de funciones que se le han encomendado. El Estado se ha extendido demasiado y muy rápidamente sin consolidar sus funciones y actuaciones.

EL NACIONAL - Sábado 17 de Julio de 2010 Opinión/6
Petróleo para variar
D. F. MAZA ZAVALA

Los secretos del petró1eo parecen ser parte de los secretos de Estado. Los que no pueden ser objeto de duda son los precios del petró1eo.

En 1998 el precio promedio de la cesta venezolana fue de sólo 11 dólares; en 2008 alcanzó un máximo de 86 dólares, cayó a 54 dólares en 2009, y es probable que en 2010 se sitúe en 65 dólares. Es sostenible indicar que un precio de equilibrio para la cesta venezolana sería 70 dólares. A este precio, si la exportación efectiva fuese de 800 millones de barriles anuales, el ingreso bruto alcanzaría 56 millardos de dólares, suficientes para cubrir los costos, hacer la contribución fiscal, las inversiones suficientes de mantenimiento y ampliación y aún obtener un excedente neto; todo ello bajo la condición de que haya una gestión eficiente y pulcra.

En el periodo 1998-2008 el ingreso total obtenido por exportación fue de 700 millardos de dólares en cifras redondeadas; la participación fiscal fue de 250 millardos de dólares, 36% del total. Aparentemente, para el Fisco el petróleo no es un buen negocio, pues debería percibir cuando menos 50% del ingreso total. Sin embargo, la percepción oficial efectiva es superior a la indicada: las funciones y tareas de índole social impuestas a Pdvsa absorben 26 millardos de dólares en el periodo y las aportaciones a Fonden suman 30 millardos de dólares, de tal manera que el Gobierno, de una u otra manera, percibe, además de los 250 millardos de dólares de la participación directa, 56 millardos de dólares en participación indirecta, para un total de 306 millardos de dólares, 44% del total.

En 2008 se informa que la producción fue de 3.260.000 barriles diarios, lo que da un total anual de 1.190 millones de barriles. Si fuese así, sería muy bueno para el país. Pero para determinar la exportación "pagante" hay que deducir varios renglones: consumo interno de 650.000 b/d; exportación "no pagante" a los países amigos y asociados 200.000 b/d; en total hay que deducir 850.000 barriles diarios, o sea, 310 millones anuales, restan para exportación efectiva 880 millones de barriles. ¿Es esto cierto? Si así fuera, no sufriría Pdvsa el calvario de una deuda de 30 millardos de dólares y nuestra balanza de pagos estaría más fortalecida.

El costo de producción de petróleo en Venezuela es de 1,60 dólares el barril; en 1998 era de 3,60 dólares, alrededor de 50% del actual. Pdvsa también sufre los efectos de la inflación en cuanto compra en el país bienes y servicios y paga salarios. Pero el personal adscrito a la petrolera se ha elevado de 20.000 a 80.000 entre 2003 y 2010. Probablemente la industria petrolera venezolana no requiera más de 50.000 personas para sus operaciones, si la productividad fuese satisfactoria. Pero no imagino que se pueda retirar a 30.000 personas en corto plazo sin provocar una conmoción laboral y social.

Las reservas probadas convencionales se sitúan en 80 millardos de barriles; las contenidas en la faja del Orinoco, de petróleos pesados y extrapesados, pero explotables según el adelanto tecnológico y las necesidades de un mercado mundial ahora parcialmente deprimido, alcanzan, según los cálculos más moderados, 140 millardos de barriles, por lo que el total de reservas asciende a 220 millardos, entre las más altas del mundo, si no las más altas. Ese es un patrimonio nacional, un capital en parte efectivo, en parte potencial. Para aprovecharlo racionalmente habría que planificar su explotación, de acuerdo con 3 factores principales: las inversiones requeridas, las tendencias del mercado internacional y el interés nacional, en cuanto a los recursos que se obtengan y puedan ser aplicados para el desarrollo del país.

En ningún caso esas reservas deben ser alienadas a intereses extranjeros urgidos por ese dominio, y urgido el Gobierno por dinero presente.

El Nacional, Caracas, 1ro. de Noviembre de 1997
Maza Zavala visitó el Congreso
La meta de inflación de 1997 tendrá que ser reajustada en 39%

El director del Banco Central de Venezuela, Domingo Maza Zavala, informó que, pese a que el instituto emisor está haciendo todos los esfuerzos por mantener este año la meta inflacionaria oficial, hay indicios de que la estimación del índice deberá ser reajustada entre 37% y 39%.

La inflación acumulada de este año se ubica en 25,8%, la puntual de septiembre fue de 3,4% y se espera un repunte importante en octubre, noviembre y diciembre, por lo que, a juicio de Maza Zavala, la meta de 35% debe ser reestimada.

El economista realizó una visita sorpresa al Congreso y, aunque no quiso revelar el motivo, comentó que el informe de la Comisión Bicameral de Finanzas sobre el canje de los bonos Brady por globales influirá negativamente en los mercados financiero y cambiario venezolanos, ``los cuales son muy sensibles a cualquier circunstancia política''.

No obstante, dijo que el país atraviesa por una coyuntura económica favorable y, en consecuencia, las objeciones que se hacen a la operación realizada por el Ministerio de Hacienda no afectarán gravemente la economía nacional.

``Creo que la situación de los valores venezolanos que se cotizan en la Bolsa es bastante firme, hay buenos negocios y nuevas inversiones petroleras, de construcción e industriales. En cuanto al mercado de divisas, hay una situación estable y la perspectiva inmediata es que esa estabilidad continúe''. Auguró que quien espere una devaluación del signo monetario ``será sorprendido porque no la habrá''.

Maza Zavala defendió los parámetros usados por el instituto emisor en la evaluación de la operación de canje de bonos Brady y dijo que se ajustan a los utilizados en los mercados financieros internacionales.

``Desde el punto de vista político, el Congreso está en su razón para analizar e investigar y llegar a consecuencias, pero insisto en que los cálculos del BCV obedecen a la situación real del mercado financiero y a las tasas que se aplican en esos casos'', agregó.


Alexander Duarte

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