sábado, 6 de noviembre de 2010

afantasmados



EL NACIONAL - Sábado 06 de Noviembre de 2010 Papel Literario/4
Comentarios al libro de Fernando Yurman
RÓMULO LANDER

En Fantasmas precursores. La función histórica de trauma (Mondadori, 2010) Fernando Yurman investiga y propone una forma de entender los efectos que los "grandes traumas sociales" tienen sobre las generaciones que los sobreviven. La narrativa de estos "traumas sociales" va desde los orígenes de América, hasta los tiempos actuales. En la segunda parte del libro, Yurman se dedica específicamente a entender los efectos traumát icos de la diáspora sefardita provocada por la inquisición española.

En este análisis de la diáspora sefardita, Yurman nos lleva desde la época medieval hasta nuestros días. Nos presenta una exposición detallada de la naturaleza del trauma en el individuo, según es entendida por diversas teorías. Yurman nos dice que la memoria es una experiencia subjetiva compleja, que se distingue por impedir que flotemos en un eterno presente. En los acontecimientos históricos poco registrados, tal como ocurre con la historia de nuestros aborígenes americanos, nos dice, que en el interés de recuperar esa "memoria histórica perdida" exista el peligro de que sean manipuladas con propuestas ideológicas que tienen un claro propósito identificatorio.

La manera de establecerse una "memoria histórica" ha cambiado desde la época antigua, de los dibujos y la simple vocería, a la época de la literatura, el cine y la televisión. Igual ha cambiado el sentido del tiempo y han aparecido los recursos modernos para el archivo de los recuerdos [los datos].

El carácter "personal" de la memoria no permite afirmar la existencia de "recuerdos compartidos". Lo que se afirma son "los mitos y las creencias" compartidas. Estas tienen el propósito de codificar los sucesos históricos. Igual sabemos que la memoria y el olvido acompañan a la vida cotidiana y estos van a afectar la reconstrucción de la "memoria colectiva". Por ejemplo el relato de vida de los abuelos, pertenece indirectamente a la memoria individual, y muchas veces es guardado como un mito de origen, una narración fundamental que propone axiomas al inconsciente del individuo.

Cuando en la historia ocurre un "suceso social traumático" este se va a ordenar de otra manera. El "suceso traumático" tiende a ser aislado y a ser apartado de la memoria colectiva. El modo como se organizan estos sucesos traumáticos, vividos por un colectivo, tal como lo reconstruyen "los historiadores" de distintas épocas, va a estar influido por la pasión política, la información interesada, la creencia familiar, las posiciones religiosas, la leyenda y el mito generacional. Sabemos que "la ideología personal" puede determinar la forma como se miran los hechos. Es el conflicto y la posición identificatoria los que determinan el comportamiento de la memoria en estos casos. Cuando esta dinámica tiene un componente colectivo y un pasado que cruza varias generaciones, entonces se suele incluir a la "memoria histórica" como una "experiencia personal".

Por eso, existen ciertos conflictos presentes en la tercera generación de sobrevivientes del Holocausto, que han sido registrados en el Israel de hoy en día, allí se muestran como secuelas enigmáticas de ese suceso histórico. Sucede así que fuera de la "historia oficial" la "escena traumática" sigue viajando en el tiempo.

Hacia el siglo XI la mayor parte del pueblo judío era sefardí por extensión e intensidad cultural. Varios autores nos recuerdan que el nombre hebreo de España es Sefarad.

Nos dice que la gravitación cultural sefardí era tan poderosa en aquel tiempo, que cuando la inquisición española expulsó a las comunidades judías de España, estas se movieron hacia otras comunidades judías preexistentes localizadas en Marruecos, Egipto y Turquía. Estas comunidades se asimilaron culturalmente a los recién llegados. La enorme dispersión geográfica de este exilio no impidió una "unidad cultural" extraordinariamente vigorosa durante casi tres siglos. Hasta que una silenciosa implosión, que todavía es enigmática, disolvió su poderosa presencia. En el siglo XX aquella proporción que privilegiaba demográfica y culturalmente a los sefardíes, casi se invirtió. El legendario esplendor sefardí aunque todavía estaba presente, resultaba menos fácil de reconocer en la cultura moderna. Ocurrió algo diferente con los judíos de la Europa oriental, "los Asquenazi", quienes lograron mantener su importante influencia en la cultura, pero en Occidente esta influencia sefardí en la cultura casi desapareció, asimilada a las pujantes sociedades que la habían hospedado. Los judíos que se convirtieron al cristianismo "los marranos conversos" se repartieron en España y en toda Europa. El marranismo aunque entonces no se conceptualizaba de ese modo, era una forma común de supervivencia. Según los preceptos judíos la conversión religiosa puede ser aceptada en los casos que está en juego la vida. La institucionalizada diferencia entre "conversos y no conversos" no tenía una naturaleza dramática.

Los cristianos nuevos, los criptojudíos y los marranos [todos conversos] vivieron esta experiencia de manera muy diversa. Los marranos, quienes fueron un grupo de gran presencia y expansión en América, tienen una gran relevancia para el análisis que nos ofrece Yurman en este libro. No solamente portaban los influjos mesiánicos, acrecentados en ese período por el acoso del sufrimiento terrenal, sino también la condición moderna de tener a veces una doble identidad. La inquieta clandestinidad, la emergencia de un debate soterrado sobre la identidad judía, aunque no se plantease como un pluralismo moderno, lo precedía espiritualmente. El cambio en sus identificaciones y las modificaciones en sus certezas, suscitaban posiciones, que hoy recobran una notable vigencia.

La diferencia demográfica en el devenir de las comunidades judías que fueron a Ámsterdam, Hamburgo o Londres y las del norte de África y Estambul, invitan al análisis de los diversos efectos que ofrece las vicisitudes del olvido. El duelo que aparece por la migración forzada y su apropiada elaboración, conjuntamente con el desprendimiento de lo perdido, facilitan la recuperación y van a permitir desarrollar nuevos vínculos.

La entrada de los judíos sefardíes en América, retoma, sin duda, una esperanza de renovación y de un nuevo comienzo. Este proceso de la aceptación y elaboración de lo perdido y el proceso inevitable de transformación, van a transcurrir en el tiempo y en consecuencia van a atravesar varias generaciones las cuales tendrán que elaborar todos estos recuerdos traumáticos.

La memoria siempre facilita el vínculo: nunca resulta totalmente individual, ni solamente social.

La memoria requiere del otro y de los intercambios sociales, lo cual va a provocar ciertas mutaciones del recuerdo. En el caso del marranismo, ocurrió una refundición de las memorias, cruzando imágenes y recuerdos en el transcurso de grandes periodos de tiempo. Nos dice Yurman que en la época del renacimiento, no pocos "curas conversos", redescubrían su judaísmo al profundizar en el estudio del antiguo testamento, asunto que estaba permitido en las enseñanzas cristianas.

Otros practicaban paradójicamente su judaísmo reprimido, mediante un catolicismo ilustrado de mentalidad judía, como ocurrió con el famoso obispo converso "Pablo de Santamaría" --antes rabino-Sa lomón Ha lev i, quien influyó mucho en el Concilio de Trento y de otros teólogos conversos vinculados a la política general de la Iglesia y de España.

Finalmente podemos pensar con que "el olvido corre más ligero que la historia" y la experiencia traumática siempre tiene un aspecto que nos reconstituye.


Fotografía: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFqJLCfmx2hUUVCixZo3n1HW7MDeTfOp7iPlWya365GwIhXVvadvcCYG1NToB8RL_PDqSlZMzEPob6K4S72qq98vEZhIT_Rk_Hm5epj8tTKEXX1QzPOD-4_psgiiT4EMab4dPILo3rAz8P/s1600/DSC03640.JPG (libro), y www.prodavinci.com (Vasco Szinetar)

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