lunes, 8 de noviembre de 2010
género de un género
EL NACIONAL - Lunes 08 de Noviembre de 2010 Escenas/2
Zooliteratura
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ
Argos mueve su cola para reconocer a su transfigurado amo. Ha sido el único en saber, con esa singular capacidad de los perros para ver lo que nadie puede ver, que ese hombre cargado de miserias y que tantas veces ha conocido la muerte, la tristeza, la traición y el valor a su alrededor es Odiseo, su amo. "Argos, perro de Ulises", rememora Borges al invocar lágrimas sublimes en esta escena. Los libros clásicos están plagados de canes Cerveros. Dante lo ha engrandecido por encima de todos los otros perros guardianes. Byron amaba a sus perros casi más que a las personas. Trelawny nos cuenta que habló primero con Moretto, el bulldog del poeta, un día en que lo visitó en la Casa Saluzzi (hay que leerlo en Los últimos días de Byron y Shelley). Otro perro siempre lo acompañó bajo la advocación de Neptuno, un ejemplar de Terranova. Y aquí está Darío para corroborarlo: "En las horas amargas que he sufrido/ en una soledad que es un destierro,/ con profunda tristeza he comprendido/ el cariño de Byron a su perro" (Del chorro de la fuente). Goethe en las Elegías romanas contrasta sentimientos hacia los perros, molestos en la cotidianidad, pero icónicos de la relación de amor: "Muchos ruidos me enojan; pero el ladrar de un perro/ es el que yo más odio, pues me desgarra el tímpano./ Pero hay uno al que oigo ladrar con gran fruición,/ y es el de mi vecino, pues una vez ladróle/ a mi amada, y por poco nos descubre el indino./ Ahora, cuando ladrar lo oigo, pienso: ¡Ella viene!/ O con nostalgia evoco aquella vez que vino". Maupassant, como Jack London o Stephen King, hace que un perro se transforme en un monstruo. Es el "silencio blanco" la razón de esta locura en la Galia Alpina del creador de Bola de sebo.
Son muchos los tópicos zooliterarios que han ejercido fuertes motivos a la creación literaria. Balzac describe siempre zoomórficamente. El loro de Flaubert es personaje central en la biografía del solitario novelista. Con Melville se da comienzo a toda una descendencia de protagonismo animal de persistente enfrentamiento con el hombre.
La literatura de horror no ha hecho más que cargarse con la expresión que genera la animalidad de muchas de sus figuras. Ahí están "el cuervo" de Poe o la pata de "mono" en el relato de Jacobs. Animalidad incontrolable en la condición humana elaborada por Stevenson para el dibujo de Hyde. Un clímax de perfección suponen los relatos de exquisito terror escritos por Quiroga.
Qué maestría Anaconda y Cuentos de la selva, con "La gallina degollada".
Arístides Rojas escribió dos seductores ensayos dedicados a los animales metereologistas y sismólogos. No faltan referencias caninas al segundo fenómeno. Los ejemplos son muchos y no quisiera verme obligado a enumeraciones, por más densamente espirituales que puedan ser. Nuestra literatura, se arrendará en los temas de zamuros ("Zamuro volando/ se ha dormido", verso de Paz Castillo), gallos, tigres, conejos, serpientes y cocodrilos (inolvidable el de la roja invención de Eduardo Liendo). Saramago vivió en Lanzarote junto a tres perros recogidos de la calle.
Uno de ellos llamado Camoens, nombre de escritor.
A otra estirpe pertenece Flush, el perro escritor de Elizabeth Barrett Browning, inmortalizado por Virginia Woolf.
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