lunes, 15 de noviembre de 2010
postgrouchismo
EL NACIONAL - Domingo 14 de Noviembre de 2010 Opinión/8
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Les hablo desde el posmarxismo
"... La misión es una idiotez. No tengo ninguna misión.
Nadie tiene ninguna misión y es un gran alivio sentir que eres libre, que no tienes una misión".
Milan Kundera: La insoportable levedad del ser, p.319
RIGOBERTO LANZ
Tres pequeñas precisiones: una, no hay nada de escandaloso en el planteamiento de que hay una época posterior a la época de Marx (ver el libro de Tonni Negri: Marx después de Marx); otra, en más de un sentido el pensamiento marxista se hizo parte de la cultura occidental (ver el libro de Jacque Derrida: Espectros de Marx); finalmente, desde hace ya un rato (20 años apenas) en el libro El pensamiento social, hoy puntualicé esta tesis: la mitad del pensamiento social que circula en la sociedad está asociada de algún modo al paradigma marxista.
Nadie puede prescindir de esta matriz teórico-metódica a la hora de pensar la sociedad, incluso tratándose de los más feroces detractores.
Dicho lo anterior, es relativamente cómodo navegar por las aguas más revueltas sin los rollos de una intelectualidad que oscila entre el oportunismo y la ignorancia.
Por mi lado, puedo confesarles que la obra de Marx o la tradición del marxismo crítico no me plantean ningún trauma intelectual, ninguna dramática interrogación. Nada de eso. Funcionó con una suerte de marxismo de hecho sobre el cual no me detengo a tematizar. Lo asumo tranquilamente como el idioma en el que escribo, como el aire que respiro. (Anécdota: mientras escribía el libro Razón y dominación en París, compartía a distancia con el amigo Miguel Ron Pedrique que estaba para entonces en Nueva York.
En uno de esos días me escribió una carta con estos reproches: cómo es que en aquellos dos tomos que componían el libro no aparecía por ningún lado el nombre de Marx; y cómo es eso de que a mí lo que más me gusta de París son sus librerías, peor que eso: cómo es que nunca me he encarapichado en la famosa Torre Eiffel. Como usted debe imaginar, tratándose de la intensidad del poeta Miguelito, "efectivamente de pronto" esos asuntos nos acompañaron hasta el final de sus días).
En una transición epocal (posmoderna) como ésta en la que nos encontramos me parece ridículo estar distrayéndose con preguntas a Marx.
Estamos en otra realidad, la agenda ha cambiado radicalmente, los problemas son otros, las preguntas son otras.
Desde luego que hay similitudes y contenidos estructurales que persisten hoy como ayer (la pobreza y la exclusión, por ejemplo). Pero sería ocioso planteárselo en clave del siglo XIX. Tan ocioso como querer hacer quedar bien a Marx estirando los argumentos como si Marx estuviese haciendo la cola en un McDonald’s.
Así como ha sido vivida la época del fin de la Modernidad, dando paso a la era posmoderna, exactamente en el mismo sentido asistimos hoy a la época del fin del marxismo (tal como fue pensado y practicado durante el siglo XX, por ejemplo).
¿Qué tiene ello de raro? ¿A qué viene la depresión de tantos camaradas? Ello lo que nos plantea es el inmenso desafío de estar a la altura de parir una nueva visión que pueda dialogar con la realidad que emerge.
Cambiado el paradigma anterior, cambiando los conceptos y categorías, cambiando el modelo cognitivo que nos trajo hasta aquí.
El pensamiento crítico siempre estará allí como una tradición intelectual de primer orden. Esa referencia tiene un enorme peso como antecedente de cualquier posibilidad de construir alternativas en variados campos, sobremanera, en el terreno de una visión del mundo que se haga cargo de los atascos de esta patética humanidad que marcha con gran desparpajo hacia el abismo (como lo plantea el amigo Edgar Morin en su libro que lleva justamente ese nombre). Estamos viviendo en la sociedad poscapitalista donde ha ocurrido una verdadera revolución en el mundo del trabajo, a tal punto que la idea misma de "trabajo" (junto con la de "trabajador") están transfigurándose en otra cosa.
No pierda su tiempo preguntándole a Marx cómo salvarse de ese abismo.
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