sábado, 20 de noviembre de 2010
mínimo común múltiplo
EL NACIONAL - Sábado 20 de Noviembre de 2010 Papel Literario/2
Mínima expresión
LAURA POLLASTRI
Violeta Rojo es quien ha iniciado y mantenido a lo largo de los años, en Venezuela, una labor continuada de exploración, reflexión teórica e investigación en torno a la minificción que ha dado ya su Breve manual para reconocer minicuentos (1997) precedido del imprescindible artículo aparecido en la Revista Interamericana de Bibliografía: "El minicuento. Ese desgenerado" (1996) y la antología de la serie La Avellana: La minificción en Venezuela (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2004).
En esta oportunidad, nos presenta Mínima expresión.
Una muestra de la minificción venezolana, con selección, fichas y prólogo de de su autoría, (Fundación para la Cultura Urbana, 2009).
Como todo aquel que se ve en la empresa de realizar una selección, Rojo traza una serie de coordenadas en su ejercicio, pero en este caso la guía un amplio criterio que está regido por la libertad. Si antologar, etimológicamente, es escoger flores, exhibir las evidencias de belleza que habitan la naturaleza, por un lado; por el otro, todo acto de antologación se vuelve sobre la subjetividad de quien escoge: queda, de este modo en primer plano la voluntad del que juzga. Pues bien, en este volumen se ha privilegiado el acto de mostrar lo que hay, lo que está a la vista aun cuando en numerosas ocasiones no lo advirtamos. De este modo, se documenta un proceso que se inicia con la obra autores nacidos entre el fin del XIX y principio del XX y que culmina con textos de Miguel Hidalgo Prince (nacido en 1984).
El amplio arco temporal que traza la diacronía textual a lo largo de 100 años organiza una vitrina que acoge piezas recogidas en bibliotecas, librerías, en la Red, en recitales; concebidas como poemas, fragmentos de novela, testimonios y también como minificciones. La tarea de la exploradora nos permite recorrer la obra de cerca de 100 autores --en textos publicados previamente o inéditos, entre los que los autores están representados por una cantidad de piezas que van de una, el que menos, a seis, el que más-- en la que se incluyen voces reconocidas y otras nuevas; las voces femeninas acuden, aunque en menor proporción, dentro de este centenar que ha recogido Rojo.
José Antonio Ramos Sucre abre el vector temporal en quien Rojo marca el inicio de la minificción en Venezuela, aunque reconoce que hay que esperar a fines de los sesenta y los setenta a la aparición de los textos de Ednodio Quintero, Gabriel Jiménez Emán, Luis Britto García, Armando José Sequera y José Gregorio Bello Porras para advertir una producción desde la conciencia de la forma.
En la actualidad se advierte ya el auge continental del género que en Venezuela se registra en las plumas de Luis Barrera Linares, Eloi Yagüe, Karl Krispin o Rigoberto Rodríguez.
Esta muestra no intenta conscribir prosélitos para la causa de la minificción, sino que expone a los ojos del lector textos que pueden ser leídos como minificciones: la categoría literaria de género ha sido desplazada de la hegemonía del creador al ámbito de la lectura.
La red de fina trama de esta sutil pescadora se orienta por una brújula cuyo norte es "la minificción (como) un texto literario muy corto, que utiliza como formas narrativas la anécdota comprimida, la intertextualidad y la hibridación o el proteísmo genérico".
El juego pernicioso entre lo anónimo y la literatura de autor, lo real y lo ficticio, lo canónico y lo apócrifo nutre estas elecciones en un desborde proteico en los que leer y escribir se vuelven prácticas intercambiables. De este modo, reunir microrrelatos se vuelve un ejercicio irreverente en el que, por la naturaleza proteica del objeto acuñado --des-generado lo denomina Violeta Rojo--, el compilador crea sentidos a partir de la palabra de otro: dispositio y elocutio forman parte, en este caso, de la inventio.
La creación de una antología, en cierto modo, organiza un canon: a través de ella se exhiben preferencias, se marcan y difunden pautas, se exponen y organizan autoridades. Esta vez, y en antologías como ésta, nada se da por sentado, sino que lo que rige el campo de las selecciones está signado por la irreverencia, en tanto ejercicio de una política cultural militante, en la que confluyen prácticas desestabilizadores de cánones y preceptivas. Lo literario se despliega, entonces, a todos los ámbitos de la vida cotidiana: en definitiva, se estarían empujando los límites de la literatura más allá del lugar que le dieron los románticos alemanes en una concepción vital que la renueva, la reorganiza y la presenta ante nosotros en la convicción de que "las normas elusivas, complejas, firmes, inaprehensibles, etéreas y rigurosas que rigen a la minificción (...) son tan contradictorias como las que determinan lo que es cualquier forma artística a partir del siglo XX. Y eso sí que tiene la minificción, es muy nueva y es nuestra", como concluye en su prólogo Violeta Rojo. Sólo nos resta esperar que los volúmenes, ahora capturados bajo llave, alcancen la luz para que los ojos de los lectores liberen el caudal de significados que se encuentran encerrados --nunca mejor aplicado el término-- en la cápsula explosiva de la minificción.
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