jueves, 18 de noviembre de 2010

el papeleo o la papelización no es únicamente de bonos....


EL NACIONAL - Jueves 18 de Noviembre de 2010 Opinión/9
A Tres Tres Manos Manos
Miradas múltiples para el diálogo Miradas múltiples para el diálogo
La torre de papel
Inexplicablemente, la revolución cada día parece aletargarse
FRANCO DÍAZ

Me viene a la mente el relato bíblico acerca del deseo de la especie humana de alcanzar el cielo, por lo que decidieron construir una muy alta torre, según el versículo en cuestión. Dios, preocupado ante tal iniciativa, decidió generar una confusión de lenguas, de tal manera que siendo imposible a los constructores entenderse, optaron por desechar el proyecto.

Lo cierto es que creo que la citada maldición tiene su heredera directa en los trámites burocráticos que pesan como fardo sobre el desarrollo de las actividades cotidianas, en especial las públicas. Por esas cosas de este proceso político que vivimos, me corresponde actualmente dirigir un área de una empresa del Estado y la verdad quedo anonadado por la cantidad de papeles que debo revisar y firmar día a día; no hay duda, una cosa es ver la burocracia desde fuera y otra vivenciarla desde dentro.

De veras, a veces pienso que la invención del papel ha devenido en maldición, es increíble la cantidad de legajos que se deben revisar y firmar para garantizar, por ejemplo, un pago que resulta urgente para el desarrollo de una actividad productiva.

Nos hallamos, pues, atrapados dentro de la lógica burocrática del Estado burgués...

Malas noticias, como diría el apreciado camarada que dirige esta columna; se pregunta entonces uno, ¿qué ha pasado con la revolución? Qué ha ocurrido con la propuesta de un Estado revolucionario, dinámico y antiburocrático. La Asamblea Nacional, próxima a concluir su período luego del proceso electoral del 26-S, ha dejado una inmensa deuda con el proceso; no fue capaz de cambiar las leyes para construir un Estado dinámico, eficiente, rápido que dé respuesta en tiempo real a los requerimientos de nuestra sociedad, la cual, por cierto, se mueve bien rápido. Muestra de ello, el éxito de la buhonería, de los tramitadores de oficio y de las invasiones frente a la paquidérmica respuesta de un Estado que, como Gulliver, está postrado ante los liliputienses artífices del trámite, de la planilla y de la firma respectiva. El argumento que se esgrime es el de garantizar la honestidad y limpieza de los procedimientos, vaya ilusión; no por lentos los procesos burocráticos jamás han impedido la misma, por el contrario la favorecen, conceden poder al ocupante de la alcabala respectiva y llevan al desesperado receptor del servicio al desafuero de aceptar la respectiva mordida como vía expedita a la solución de un procedimiento, ya sea la obtención de un acta de defunción o la concreción de un pago generado desde la administración deudora. Inexplicablemente, la revolución cada día parece aletargarse, el peso de los fardos de papel sobre los escritorios de la gestión pública, la displicencia del funcionario que aislado en su oficina con aire acondicionado visualiza a través de la ventana la ciudad y el país como una postal lejana con la que no se siente conectado, a la espera del cumplimiento de un ciclo quincenal que le garantiza salario, cestaticket y Mercal hace del funcionariado público una especie de cuerpo invasor que infecta las venas del servicio público y ralentiza, cuando no paraliza, el cuerpo social.

Al parecer, algunos creen que la revolución es un estado que se alcanza. Discrepo de los que así piensan; la revolución es un estado dinámico, en cambio permanente hacia la búsqueda de la satisfacción social, la cual, obviamente, no se alcanza nunca, porque a cada satisfacción, surge inexorablemente otra nueva necesidad.

Estimado amigo: El burocratismo es una enfermedad ­más o menos incurable­ que penetra hasta los tuétanos de millones de funcionarios y que también está en la mentalidad "normal" de los ciudadanos de este aburrido planeta. Ante cada solución, un problema. Esa es la consigna de un burócrata que se respete. El colmo es que tal epidemia también se "normaliza" en el funcionariado que chacharea la revolución.

R. Lanz

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