viernes, 5 de noviembre de 2010

la (des) calificación de los adjetivos


EL NACIONAL - Viernes 05 de Noviembre de 2010 Opinión/6
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Los adjetivos (des)calificativos
EMIRO ROTUNDO PAÚL

Suscribo totalmente las ideas expuestas por Rigoberto Lanz en su artículo del domingo 24 de octubre ("Escasean los adjetivos") . Vale la pena reproducir textualmente algunos de sus párrafos: 1) "Cuando la polémica se alimenta de adjetivos es porque las ideas están en otro lado (o no están, que es más grave)". 2) "Los insultos y las descalificaciones funcionan como si fueran contraste de ideas". 3) "Lo que está revelándose es un claro déficit de espesor democrático en donde la diferencia esté integrada al adecuado manejo de los conflictos, donde el pluralismo se viva con entera normalidad".

4) "Nuestra clase política es un pastiche de anacronismos, sifrinismo mediático y aluvión populista". 5) "Uno de los derrapes de esta crisis profunda es la trivialización de los debates, la carencia de los contenidos en la vocería de los grupos de interés, la mediocridad escandalosa de los actores que se desvelan por tomar la palabra". 6) "Cuando los interlocutores no pueden expresarse sino con su respectiva ristra de insultos es porque se ha cancelado de antemano el chance de un diálogo crítico".

La Venezuela de hoy, la que vota, la que se expresa (así sea de mala manera), la que se preocupa por lo que está pasando, la que no vegeta como gramínea abundosa e indiferenciada, está integrada por dos grandes sectores poblacionales numéricamente iguales: el oficialismo y la oposición (denominaciones inocuas que evitan caer en calificativos que puedan ser considerados ofensivos por unos y otros).

Repartamos por igual el repertorio de las críticas de Rigoberto Lanz (y todas las demás que puedan agregarse a ellas) entre los dos bloques anteriormente mencionados: aun así el peso de las cargas resultaría muy disparejo entre uno y otro. El sector oficial soportaría, con amplitud, el mayor peso. ¿Por qué? Porque el equipo político que dirige al país y que ocupa todos los espacios del poder público (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano) se ha presentado ante Venezuela y el mundo como el responsable de un cambio radical en todos los ámbitos del acontecer nacional: económico, político, social, cultural. Se ha propuesto, como lo pregona siempre, llevar a cabo una "revolución bonita", justa y humana, capaz de producir el "hombre nuevo", un ser humano limpio de las máculas del individualismo, del capitalismo y de la sociedad de consumo. Una revolución distinta de las otras, que con el nombre de socialismo se erigieron en el siglo pasado: "el socialismo del siglo XXI".

¿Cómo, entonces, ese equipo conductor de la revolución, que detenta el poder en todas sus formas, portador de tan nobles premisas y propósitos, no se distingue sustancialmente del sector opositor que, supuestamente, se opone por bastardos intereses, al proceso de dignificación nacional? ¿Cómo puede esa élite revolucionaria dirigente ser igualmente sectaria, soez, soberbia y mediocre? ¿No hay una diferencia? ¿No existe la superioridad moral e intelectual del revolucionario comprometido con un mundo mejor con respecto a quien no entiende o rechaza por ignorancia o mala intención el proyecto revolucionario? Continuemos: ¿dialoga el señor Presidente? ¿Reconoce el primer mandatario a sus opositores como tales y no como enemigos? ¿Respeta, siquiera, el orden jurídico que sus propios seguidores erigieron en los inicios de su gestión? ¿Promueve la paz y la unión? ¿Se siente presidente de todos los venezolanos o sólo de quienes le siguen? ¿Quienes trabajan con él, y para él, se harán estas preguntas tan siquiera para poner a prueba sus conciencias? Dice también Rigoberto Lanz en su escrito que "arrastramos desde hace siglos una inquietante propensión burocráticodespótica que impregna todos los espacios de la sociedad".

Contra eso hemos luchado siempre los venezolanos, la izquierda histórica no comprometida con el poder: en el siglo XIX contra la corona y los caudillos militares y civiles; en el siglo XX contra los dictadores militares y el bipartidismo populista y en el siglo XXI tendremos que seguir luchando por la misma causa; porque, definitivamente, lo que tenemos hoy no es lo que históricamente hemos estado buscando.

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