martes, 23 de noviembre de 2010

de la profunda escolaridad


Burk y la (anti) política
Luis Barragán


Extraordinario pedagogo venezolano, Ignacio Burk (1905-1984) destacó no sólo por sus más conocidos manuales de psicología y filosofía, sino por los sugestivos, oportunos y perspicaces artículos de opinión. De una extensa bibliografía, profesó el racionalismo crítico distinguiendo entre el saber científico, metodológicamente obtenido e impersonal, el cual versa sobre variables y no causas, y el saber vulgar, caótico y superficial, adquirido fortuitamente con mezcla de verdad y falsedad (A: “Filosofía. Una introducción actualizada”, Editorial Buchivacoa, Capatárida, 1998).

Valga la digresión, el citado texto, colaborado por Pedro Luis Díaz García y Luis Felipe Quintanilla Ponce, originalmente fue editado a mediados de 1973 (A: 451, 481), destinado a la educación secundaria. Por cierto, prologando otra obra, José Hernán Albornoz aseveraba: “De Burk nos consta que es un científico y un filósofo, o más bien, un sabio” (B: “Muro de dudas”, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1985: I, 9).

OBSERVANCIA Y CONVICCION

Burk acogió la consabida diferenciación weberiana entre la ética de la responsabilidad y la de la convicción, acentuando tres virtudes del “político de raza” como la pasión, responsabilidad y “ojo de buen cubero” (B: II, 150). Sin embargo, en su texto escolar, también hizo fuertes señalamientos que muy después caracterizarán a la llamada antipolítica, entre nosotros.

Tratando de Kant y la asunción de un idealismo trascendental, término que no siempre refiere a una instancia o facultad relacionada con el conocer, expresa: “… evitemos la mala costumbre de los tribunos y líderes políticos que emplean el término a troche y moche, sólo porque suena bien y llena la boca” (A. 284). Acotación repentina en una sección tan rigurosa de la obra, que pareciera costumbre exclusiva de los dirigentes políticos, aunque – de un lado – el lenguaje de hoy experimenta una grosera y empobrecedora simplificación nunca antes sospechada, y – del otro – hay otros actores de mayor presencia y contundencia circense en los medios de comunicación social.

Fundamentalmente tratamos del medio televisivo y sus consabidas características, que luego reconocerá Burk como fuente de emociones confesables e inconfesables, provocando respuestas comportamentales propias del animal humano (B: I, 376). Empero, no conocerá las nefastas consecuencias del consumado empleo estatal de las plantas radiotelevisivas.

La manipulación moralista también la imputará a los dirigentes políticos e instituciones de gobernar (SIC) del mundo, contra quienes protesta empleando “los recursos angustiantes de la conciencia moral” (A:399). Empero, ampliando el abanico, muy después deja constancia de una convicción muy actual: “La ética ideológica de la más baja ley se llama utilitarismo. En la Venezuela, fingidamente capitalista, los valores morales están ampliamente subordinados a la utilidad de gremios, clases, empresas e intereses creados” (B: II, 136).

Volviendo al tratamiento de Kant, manifiesta al estudiantado que son “los políticos (los) que demuestran y contra-demuestran con argumentos formalmente lógicos las tesis más inverosímiles” (A: 380). Asumimos que la extendida y activa cultura de la falacia no es – precisamente – el terreno en el que únicamente abona la dirigencia política, habida cuenta de las consabidas, intensas e influyentes campañas propagandísticas y publicitarias de cualquier signo, añadidas las gubernamentales.

Ventilando la filosofía contemporánea, el autor en cuestión constata que nos encontramos “en un mundo gobernado por políticos y economistas” (A: 418). Y añade a los generales, inculpándolos a todos porque “ no sólo toleran la violencia sino que la imponen y legalizan” (A:492).

Entiende el autor de marras que gobernar es insertarse en el pensamiento antropocéntrico de la modernidad, pues hay razones terrenalmente humanas y humanitarias que llevan al poder político a fundarse en la factibilidad y funcionalidad de las cosas y el rango lo conceden las técnicas de alta productividad, profundizando en un Estado de poderoso pragmatismo impersonal y anónimo, más allá del mero poder de las personas sobre las personas (B: I, 159 s.). Empero, postmodernidad aparte, tal aspiración supone el destierro definitivo de aquellas prácticas políticas que demasiado daño generaron (y generan).

Trabajando la sección relacionada con el problema moral, consigna: “A estas alturas históricas, los mesías históricos están desprestigiados; todos han fallido (SIC). Pero sin que por ello se acabara el mesianismo. Hoy pone la gente sus esperanzas en los mesías políticos. ¿Nos salvarán?” (A: 366). Precisamente, retrotraídos a etapas que creímos superadas, nuevamente somos víctimas del mito salvacionista en Venezuela, reconocida la internalización de esquemas emocionales y operantes, como un sinfín de prejuicios, necesarios de superar habida cuenta que “dada la mentalidad de nuestros tiempos, la futura ética ha de ser necesariamente racional” (A: 23, 28, 392).

UNA PROFUNDA ESCOLARIDAD

De observaciones y convicciones se ha hecho nuestra común escolaridad, sobre todo por los comentarios reiterativos, espontáneos y dispersos del docente en el aula, semejante a los expedidos por Burk en su obra, aunque valga el reclamo que formula: “En este texto se imponen ideas y posturas que tú no has de aceptar sin más. Pero te deben inducir a pensar. Ni el autor de este libro ni tus profesores son proselitistas” (A: 371). No obstante, constatada la prisa y ligereza de sus apostillas al lado de una argumentación más sólida, hagamos dos importantes observaciones.

Por una parte, al parecer, inicialmente redactado en 1968, el texto escolar en cuestión refleja algunas impresiones o vivencias inmediatas de – por lo menos – mediados de 1973: “en estos días”, época en la que “los muchachos tienen hambre y sed de ideales”, siendo notorio el fenómeno de la violencia “patotera”, sexo, drogas y fármacos, hippies, Mao, Allende (A: 220, 296, 418, 431, 450 s., 481). De modo que, naturalmente, recibió el impacto de la campaña presidencial que inauguró la polarización electoral en nuestro país.

Campaña muy particular, la de 1973 estuvo fundada en el espectáculo y en una agobiante y costosa publicidad de los principales contendores. Y fue tan preocupante, indicio de las irritaciones y predisposiciones generalizadas, que se hizo parte del debate interno de uno de los partidos que la protagonizaron con motivo de la posterior renovación de sus autoridades juveniles (por ejemplo, puede verse: Paciano Padrón, “Toma tu boina y sígueme”, mimeo, Caracas, 1975).

Por otra parte, acaso nuestra profunda escolaridad está afianzada por una peculiar tradición oral, la del maestro o profesor que desliza sus inevitables opiniones personales. Empero, valoramos aquellas digresiones que constan en textos relacionados con materias – por lo demás – decidida y definitivamente abstractas, como el de Burk, a pesar de la otra tradición: la ágrafa.

Dudamos de una frecuente e íntegra lectura del texto por los educandos, aunque también sospechamos de buena parte de los educadores, en una materia no sólo vista en el último año lectivo, sino exclusiva de los cursantes del bachillerato en humanidades. Nuestra larga escolaridad está alimentada de tácitas y expresas visiones, perspectivas y expectativas que, no obstante, tienen por inspiración textos de una particular e inadvertida interpretación.

LA ANTIPOLITICA PRECURSORA

Convengamos, el fenómeno en Venezuela tiene por esencia un remoto y sostenido desprecio hacia los partidos, actualizado por la actuación inexorablemente más visible, la de los que tienen por oficio la política.

Distingamos entre ese desprecio, irritación, inconformidad u observación dispensada a los oficiantes, respecto a la interesada sistematización que se resume en el divorcio de los problemas públicos con los personales, apalancado por el espectáculo. Muy distintas son las observaciones puntuales que avisan del prestigio o no, adquirido o perdido por los políticos, con las que tienen una trascendencia inusitada, al coincidir o hacerse eco de viejos prejuicios.

En un caso, como ocurrió en la década de los sesenta, adquieren una extraordinaria relevancia y significación aquellas figuras artísticas que dejan atrás a los oficiantes de otros ámbitos, como el político, académico y – añadimos - militar. Bastará el comentario del columnista Pacheco Soublette para ilustrar la premisa: “Ha nacido un nuevo ídolo. La juventud de nuestros días siente la necesidad de buscar héroes en quienes descargar sus impulsos y sus frustraciones. No son héroes políticos ni intelectuales los que mayor admiración despiertan en las multitudes de adolescentes. La juventud de todas partes del mundo - por lo menos, la juventud del llaado mundo occidental – escoge los ídolos del deporte y, más frecuentemente, en ese medio frívolo de la farándula. El nuevo ídolo de Caracas y quizás del interior a donde llega la señal de televisión es Néstor Zavarce, casi un imberbe a quien toda Venezuela admiró con cariño en la película venezolana ‘La balandra Isabel llegó esta tarde’ “ (El Nacional/Caracas, 01/08/60).

En otro caso, lo hemos comprobado por nuestra propia vivencia, la llamada antipolítica también surge de los propios partidos, enlazándose con un fenómeno que los lleva al inevitable suicidio cívico (agreguemos: y de todas las instancias societarias). Recordemos la contratación y aparición del ex - senador y pretendiente presidencial, Leonardo Montiel Ortega, en el primer y exitoso capítulo de una telenovela en los setenta, en horario apto para todo público, que sirvió para la interpelación del Centro Gumilla sobre “el barníz pseudocultural de los culebrones (que) justifica la exhibición de adulterios, divorcios, incestos”, en medio de una “competencia desleal” que obliga a “replantearse un nuevo sendero para la televisión venezolana” (SIC/Caracas, 12/77).

Por consiguiente, los comentarios o disgresiones escolares contribuyeron a la edificación de una mentalidad antipolítica, siendo tanto o más decisivos los actos contraproducentes de los mismos políticos de oficio, en el marco de una degenerativa lucha mercantil de los medios audiovisuales. E, importa acentuar, lucha que ha significado el pago de una costosísima factura en la última década, concediéndole una muy presunta legitimidad al Estado para liquidar en lo posible todos los medios privados.

UN PRIMER PASO, REGRESO A LA SENSATEZ POLITICA

Haciéndole una concesión al saber vulgar, Ignacio Burk utiliza la delicada tribuna escolar para la protesta ocasional, aunque sus observaciones inmediatas contradigan la sólida convicción que tuvo sobre la política. Sin lugar a dudas, dejando atrás algunas impresiones circunstanciales sobre la irrelevancia heroica de políticos, académicos o militares, las observaciones escolares coincidieron con la determinante actuación de líderes o partidos que alcanzaron resonancia en los medios de comunicación social, caracterizados por una desleal y degenerativa competencia.

La influencia de una profunda y larga tradición escolar, oral y escrita, se ha hecho sentir en torno a nuestras percepciones e interpretaciones de naturaleza política, siendo necesario revisar y debatir los aportes del Estado en la última década, distorsionándolas y agravándolas. Sobre todo porque la llamada antipolítica, en principio un prejuicio y una reacción antipartidista entre nosotros, paradójicamente nos lleva al autoritarismo abiertos y a la imposición de hegemonías inesperadas.

La discusión responsable de la materia, debe significar el regreso a una mínima sensatez política para la actualización de expectativas y perspectivas. Todos los actores sociales, incluyendo a los partidos, tienen por obligación afrontar con absoluta franqueza una situación que todavía los interpela, como primer paso hacia la transición democrática que está pendiente, pues, de lo contrario, banalizando la crisis y los dramas nacionales, seguirá arrollándonos un régimen fundamentado en los más inimaginables prejuicios y anacronismos que nos caracterizan en la vida pública (y privada).

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2010/11/burk-y-la-anti-politica/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=712576

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