sábado, 20 de noviembre de 2010
sensibilidad crónica
EL NACIONAL - Sábado 20 de Noviembre de 2010 Papel Literario/2
Crónicas sensibles
ILDEMARO TORRES
Esta es una obra autobiográfica, no por lo contado en ella, no por la anécdota referida, sino porque es fiel reflejo de una forma personal de entender la vida y desenvolverse en ella, en términos de refinamiento, de preferencia por lo naturalmente grato y distinguido, y de preocupación por la fealdad de espíritu y cuanto tenga visos de lesivo a otros seres.
En sus páginas vamos al encuentro de sensibles crónicas de personas, lugares, ambientes y costumbres, como también de rasgos y actitudes concebidas en prosa sencilla de admirable elegancia.
Más que a una definición única o descripción concreta por esquemática de lo que caracteriza a los personajes, asistimos a la construcción progresiva de ellos, de manera que si pensamos en los protagonistas, no es al paso ni superficialmente, tenemos la certeza de llegar a conocerlos bien, porque gracias al grado de información culta que trasiega Gisela Cappellin y de su acertado manejo de las situaciones, recibimos un acabado retrato profesional y humano de cada uno, como sucede en el caso del actor Alberto Luigi.
Su conocimiento del teatro, del desenvolvimiento escénico en sus orígenes y de las expectativas y emociones de quien pertenece a ese mundo, como también de tantas otras cosas, explica su desbordante imaginación y racionalidad al hacerlos vivir.
En la trama no son simplemente Eloísa y Alberto, cual eventual pareja yendo cada uno al encuentro del otro, y el lector siendo sólo testigo de lo que entonces suceda, sino que debido a las pinceladas que la autora va dando (confiada en que habremos de percibirlas y valorarlas) nosotros literalmente queremos acompañarlos en el azar, en lo que el destino les depare. No menos atención nos lleva a prestarle a German Antonio y los rasgos de su personalidad, desde la infancia hasta ser el eje de una tradicional estructura familiar, diciéndonos que él "alberga la serenidad de la vida llevada con rectitud". Nos hace patente además, que en difíciles circunstancias invernales de la vida (soledad, falta de calor afectivo, infortunio) ansiamos la primavera, cual expresión de la identificación nuestra con la naturaleza de la que somos indisolublemente parte entrañable.
Hay frases que son valederas definiciones de cualidades individuales, como las siguientes referidas a situaciones y juicios personales de Eloísa al pensar en Alberto y en sí misma: "Lo encuentra lleno de vida, con una espontaneidad desconocida para ella". "Se sospecha apetecible y tiembla: nunca antes se había figurado en los sueños de otro". "Como si ese acceso a su intimidad no hubiera existido anteriormente".
A sucesos que en la realidad duran pocos minutos, y a veces apenas segundos, nuestra novelista sabe conferirles trascendencia no sólo por sí mismos en su significado, sino por la forma de contárnoslos, en el bello gesto de compartir con el lector tal intimidad, de tratarlo como parte de esa historia; y en cuanto a que la mención permite ahondar en la esencia de los caracteres aludidos y abre un acceso a ellos de sentida proximidad.
A la primavera como tal, siempre ha habido enamorados que suspiran invocándola, e incontables poetas que le han cantado a lo largo de siglos. En Venezuela el recordado quinteto Contrapunto tenía como una de las melodías más apreciadas de su repertorio, el valse andino "El campo está florido", que comienza diciendo: "El campo está brindando/ aromas y colores/ los pájaros felices/se cuentan sus amores"; y en otra estrofa agrega: "Llegó la primavera/con sus mil armonías/las aves son un himno/de dulzura y alegría".
Botticelli hizo de ella personaje y tema en varios cuadros, por demás hermosos, algo así como sumarle belleza primaveral a la de por sí bella Florencia. A su vez, Vivaldi tradujo en finísimas notas su íntimo disfrute de ella, y Stravinsky volcó su pasión de brillante compositor en su obra La consagración de la primavera.
Es conocido el efecto del ambiente climático, de la luminosidad u opacidad del día, la persistente lluvia, el viento frío, sobre el ánimo personal; más de una vez hemos oído confesar depresiones asociadas a una mañana gris y lluviosa.
En países de estaciones definidas, el invierno es el período en que se dan juntas muchas de esas características, que determinan mayor permanencia en casa, teniéndose en ocasiones una sensación de largo encierro con hielo y humedad presentes, lo que hace más deseable no sólo llegada de la primavera, sino una verdadera eclosión primaveral, de un sol que brille y el ánimo en alto, festivo, cantarín.
Pero la historia de muchos pueblos sometidos a regímenes dictatoriales ha permitido conocer y difundir una acepción especial de la palabra primavera, al denominarse con ella el logro de la victoria popular con la reconquista de la libertad y el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos, suerte de florecimiento y de renovación de las hojas de los árboles y vuelta a respirar un aire fresco y limpio; primavera con significado de vida descubierta o recuperada, haciendo de lo imaginado y soñado, de la aspiración con rango de necesidad hasta física, el factor de consuelo y aún más, de salvación.
Esta vez quien nos hace invocarla y añorarla es una admirable escritora, al contarnos una conmovedora historia y darle por escenario un lugar y un pueblo que han padecido dolorosas experiencias, pero que con amor a la vida e inteligencia han sabido recibir con alegría la llegada de esa esperada primavera, celebrando real y metafóricamente el cambio, de árboles ateridos por la desnudez invernal de sus ramas a bosques exultantes en su floración.
Me declaro emocionado y conmovido de haber leído la novela de Gisela Cappellin, Primavera en Berlín, y profundamente agradecido del altísimo honor implícito en su invitación a presentarla.
(Este texto fue leído por Ildemaro Torres en la presentación de Primavera en Berlín , el pasado 28 de octubre, en la Librería El Buscón)
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