jueves, 4 de noviembre de 2010

estamos hechos de flechazos


EL NACIONAL - Jueves 04 de Noviembre de 2010 Opinión/9
La cultura del tipcito
ALBERTO SORIA

La cultura de la pildorita (más conocida entre nosotros como la del tipcito), que causa estragos en los medios impresos y en el análisis y exposición de ideas en los tiempos modernos, le da ahora también cachetadas al hambre y al deseo de los comensales.

La aceptación planetaria del tip se ha logrado disfrazándolo.

El tip ­a pesar de su tamaño­ es presentado como algo suficiente. A veces, grande, genial.

Si usted se queda con hambre de información, conocimiento, reflexión o apetito hereje, ése es su problema. No el de la pildorita.






I El tipcito es en gastronomía la arvejita rellena que en un plato grande, enorme para su contenido, le manda el chef estrella como abreboca. O las dos hojitas de berro tratadas al frío y luego sumergidas en una crema caramelizada de auyama que se le ocurrió al cocinero después de ver un programa de superchefs japoneses en la televisión.

Cuando el comensal se atreve a protestar o, peor aún, proclamar que él no piensa pagar por esa banalidad, el mâitre lo pone en su lugar en la modernidad. Le explica que eso es una cortesía, por la casa. Un tip de la vanguardia creativa que habita en el potencial del cocinero. Y que si usted esperaba un bocado de pan con mortadela se ha sentado en el restaurante equivocado.

El tip intelectual hace estragos en las conferencias, simposios y talleres de inteligencia, atacando por dos flancos. El primero, en Power Point. Edward Tufte lo explicó así: "La presentación típica pone el formato por encima del contenido, y facilita la apariencia de interés para algo que puede estar perfectamente hueco. Cada transparencia muestra usualmente cerca de 40 palabras, 8 segundos de lectura, y provoca la necesidad de muchas de ellas para completar un razonamiento".

El segundo ataque es el tip gastronómico. Como el almuerzo latino no puede ser un tip, se somete la inteligencia a hambre. Hasta que desesperada, ésta clama por arepas o cachitos. Si el simposio es de alto vuelo, la rebelión es sometida a golpes de hamburguesas.





II El periodismo no escapa del auge del tipcito. Recuadritos, pildoritas, guiños y miniinfografías, avanzan de forma arrolladora sobre los espacios antes ocupados por análisis, reportajes en profundidad, investigaciones, textos inteligentes, polémicas y razonamientos disecados.

Los expertos en símbolos de los tiempos modernos lo explican fácil. "Ya nadie lee. El papel no interesa. Murió hace años.

Especialmente con las nuevas generaciones". Por tanto, no se atreva a escribir largo, que el futuro está en no leer. Uno, que ha usado la tecnología siempre, desde que en las redacciones los textos eran convertidos en cintas perforadas que alimentaban a las primeras computadoras que sustituyeron la linotipo, se asusta. El día menos pensado ­teme­ a Mario Vargas Llosa, que escribe largo, lo van a convertir en tip.

No lo salvará ni el Premio Nobel. Es más, quizás ya se están elaborando sus novelas versionadas al resumen digital para que no sólo los intelectuales puedan leerlas. Algo así como La ciudad y los perros en cuatro twitters. La fiesta del chivo en seis. Pantaleón y las visitadoras en dos, y como tiene sexo, se podría reducir a uno. O, mejor aún, a una foto. Claro que a esta tendencia, aparentemente escrita por Moisés en piedra, nunca le faltan francotiradores del sentido común, lectores con ganas de leer, cuestionadores con inteligencia.

Como Giovanni Di Lorenzo, un genio alemán del periodismo. Se trata del exitoso director del Die Zeit que hizo crecer la difusión y también los ingresos de su periódico, publicando no-tips. "El periodismo digital ­explicó­ hace de todo, menos dinero".

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