lunes, 1 de noviembre de 2010
del lenguaje golpeado
De la imposición de un lenguaje
Luis Barragán
Respecto al deterioro del lenguaje, presumimos un señalamiento más contundente y frecuente en las décadas anteriores. Los medios impresos se hicieron tribuna habitual para la denuncia, advertencia y corrección de un empleo del que también – grata paradoja – fueron culpables.
Obligaba la fuerte irrupción de modismos que, además de ofrecerse como un acontecimiento social, sirvieron al desarrollo creativo de la crítica política como ocurrió con Sebastián Elchamo, columnista semanal que nos permite redondear la paradoja. La llamada generación del “o sea”, más por la producción de coletillas que por una nada exclusiva identidad biológica o etaria, contribuyó al examen de la creciente incapacidad lingüística de la población, reducida la calidad del habla cotidiana, fundamentalmente imputada a todos los medios de comunicación social que lo hicieron su “pedestre objeto comercial”, a juicio – por ejemplo- de Efraín Hurtado, quien no quiso incurrir en una moral del lenguaje (El Nacional/Caracas, 29/08/77).
Lo cierto es que, por lo general, las acciones o pretensiones policiales en la materia pocas veces reparaban en el inadvertido uso y degeneración de términos por el propio agente o juez que miraba la paja en el ojo ajeno, tratando de ocultar la viga en el propio. Los “hipercorrectores gratuitos”, como los llama Luis Barrera Linares, todavía no reconocen la consumada e inconsciente costumbre de un intercambio que falta a las reglas defendidas, aunque yerra al incluir como un lugar común y redundante expresiones que tienen un nítido sentido técnico, pues el testimonio ocular también puede olfativo, táctil, gustativo o auditivo en el amplio abanico de las inspecciones judiciales (“Habla pública, internet y otros enredos literarios”, Equinoccio, Caracas, 2009: 31 ss.). Sin embargo, otra es la preocupación.
Modesta impresión, continuamos con las consabidas muletillas surgidas de la absoluta y ya vieja espontaneidad social, simplificadas por el consabido “ueón”, y no ha habido la sustitución del término “chamo” o “culito”, como una vez lo hizo con “pavo” o “jeva”, pero se ha impuesto el lenguaje escatólogico a sus anchas y ya no por la temeridad mercantil de los medios, sino por el deliberado propósito del poder establecido para hacerlo a través de sus propios medios y del afán de monopolizar al resto. A guisa de ilustración, apenas desvaneciéndose en la práctica diaria, emergió vigorosamente “plasta e’ mierda”, debido al pronunciamiento definitivamente firme que hizo Chávez Frías sobre la celebérrima sentencia del Tribunal Supremo que defendió el vacío de poder, antes que golpe de Estado, acaecido en abril de 2002.
Esencial recurso del Estado, todas sus energías simbólicas se vuelcan para contaminar hasta donde le sea posible el lenguaje de cada día y ha sido tan eficaz en tamaño esfuerzo voluntario que sus opositores políticos, aunque partidarios culturales, utilizan el mismo armamento para fijar o zanjar posturas en su seno. Y como la descalificación personal le es tan inherente, tácita o expresamente abusan de palabras y hasta de gestos que amagan la intolerancia, la inexactitud, la amargura, el desparpajo, el lance interesado, a objeto de dirimir las diferencias, deteriorando el debate mismo que clama por posiciones éticas, doctrinarias, ideológicas y programáticas. Acaso, porque no se tienen, apelan y consagran la imposición de un lenguaje que se presume ajeno, convertida en un anacronismo toda referencia que hable de la dignidad de la persona humana, el bien común, el desarrollo económico, la equidad social o la institucionalidad castrense.
Ilustración:http://www.cienaniosdeperdon.com.ar/io/images/Martillos%20siameses.jpg
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