sábado, 9 de abril de 2011

CULTIVO PETROLERO


EL NACIONAL, Caracas, 22 de Noviembre de 1996
Petróleo, política y aportes
JESUS SANOJA HERNANDEZ

Para no hablar sino de este siglo, antesala del que Clinton pronosticó que también (¨otra vez?) será de Estados Unidos, los trust contribuyeron decisivamente a la campaña electoral de Teddy Roosevelt en 1904. Y cosa extraña, el coronel y garrotero la emprendió, una vez electo, contra los trusts, empresa proseguida por su sucesor, también republicano. Taft. Como es sabido, los trust continuaron como si nada, dividiéndose en secciones, pero con poder cada vez más creciente.

Uno de los más famosos, el del mítico John D., entró a Venezuela en los años 20, primero a través de la Indiana, luego a través de la New Jersey. Habló, desde luego, de la Standard Oil, nido de la familia. Rockefeller. Antes, por 1913, John D., que había legado la jefatura a su magnífica descendencia, pasó por La Gurita, pero no encontró reporter que le hiciera interview . Mucho más tarde, en tiempos de López Contreras, nos visitó Nelson, futuro gobernador de New York y Betancourt, desde el diario Ahora, lo descargó. Todavía conservaba el de Guatire su corazoncito antimperialista, sus prejuicios tipo Carleton Reals y su creencia en la pugna interimperialista petrolera nacida en la lectura de libro de Ludwell Denny.

Esa sería, ya en 1947, pasión domarla. Antes que otros de su generación, Betancourt entrevió que Venezuela pertenecía a la cultura cristiana y occidental y que, dentro de ella, el leadership era EE.UU. La IBEC fue el inicio de una larga amistad entre Nelson, republicano, y Rómulo, nacional revolucionario que, como el resto de los líderes de su partido, simpatizaba con los demócratas de allá arriba.

Por aquellos días Domingo Alberto escribió su tesis universitaria, preanuncio de su continua radicalización. Se llamaba ¨ Con EE . UU . o contra EE . UU . ? algo así ...

Según parece, las empresas petroleras en EE.UU. como otras que no lo son, aportan dinero a los dos partidos como forma eficaz para el mantenimiento del sistema, que viene alternando a ambos clientes desde poco antes de la Guerra de Secesión. Y al decir de Calderón Berti, eso es legal, por lo menos en el país de los padres fundadores. No sé aún en qué consistió el error de Spiro Agnaw, vicepresidente que hubo de renunciar antes de hacerlo el mismísimo Nixon por el caso Watergate.

Casi al mismo tiempo, periodistas de EE.UU. Marvine Howe, comentaba la primera victoria presidencial de Carlos Andrés Pérez. Decía: ``Pérez debió combatir las denuncias de que era el hombre de las compañías petroleras americanas''.

Howe añadía que los socialcristianos habían asegurado que las petroleras aportaron dinero para esa campaña: ``Las compañías petroleras rechazaron el cargo, pero en general reconocieron 7 que preferían a Pérez''.

Aquel lío no fue exactamente así, pero de que las brujas volaron entonces, volaron. A Pérez, por ironía, le tocaría nacionalizar toda la industria, fuese yanqui, fuese angloholandesa, si bien en las nuevas empresas filiales de Petroven (luego Pdvsa) quedasen antiguos gerentes o presidentes, símbolos del ``antiguo régimen''.

Pdvsa se convirtió en un poder y no era para menos. La época de las vacas gordas duró siete años, desde 1974 hasta 1981, nutriendo de petrodólares todo el período de CAP, y menos de trienio del de Luis Herrera. A la flota aérea heredada, Pdvsa, hasta tiempos recientes, fue añadiendo aviones cuyo uso por políticos, altos funcionarios y uno que otro personaje de fama terminó siendo cuestionado por la Comisión presidida por Serra Carmona.

Ese maremoto en un vaso de agua fue acompañado por la revelación de que la Citgo, filial de Pdvsa en EE.UU., había aportado, en el año electoral 1995-96, 56 mil dólares a los republicanos y 90.000 dólares a los demócratas. La arremetida de Dole (y por otro la de Perot) estuvo dirigida a demostrar las irregularidades de la Casa Blanca, en un intento de minar éticamente la nueva opción de Clinton. Y una de aquellas irregularidades (que el senador no vio en su propio partido y sus candidatos desde Ted Roosevelt hasta hoy) fue la de los ``aportes financieros'', algunos de ellos más cuestionables aún por provenir de la ``conexión asiática''.

En EE.UU. además de estos financiamientos privados, funciona el del Estado, así como en Venezuela a través del CSE, para aquellos partidos que sobrepasan determinado porcentaje de la votación. El bipartidismo norteamericano, además del cultivo de la democracia electoral, nos ha enseñado muchos de sus vergonzosos ojo falta

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