lunes, 25 de abril de 2011
DESTRENZARSE
Notas para un post-uslariato incierto
Luis Barragán
Consabido, fue poderosa su influencia en la opinión pública, aunque no siempre ocurrió así. Arturo Uslar Pietri supo de etapas de denostación que hoy sorprendería a muchos, ya que, suele olvidarse, más allá de la literatura, el poder inmediato constituyó también una preocupación fundamental con las (i) lógicas consecuencias del caso.
De significativos aportes a la historia política y cultural del país, ha de sufrir una constante reubicación de acuerdo al debate cada vez más especializado que su obra suscite. Lejos de pretender descalificarlo en términos personales, aspiramos a una inicial distinción entre el uslarismo, uslariato y uslaridad, para avizorarlo en el marco de una futura transición democrática.
Podrá decirse de un pensamiento desprendido de la interrumpida crisis venezolana, gracias a la riqueza fácil y gratuita que nos ha subvertido. Empero, reconocida su vehemente y precursora denuncia del impacto petrolero, no es suficiente para la definitiva configuración de sus ideas, debidamente contextualizado en el natural conflicto de las representaciones políticas que escenificamos. Por lo demás, la propia noción de una crisis permanente o crónica tiende a desmentir el carácter súbito, excepcional e inaplazable que acarrea.
Hallamos, por una parte, al joven aspirante a la escena pública que completa su preparación intelectual en Europa, gracias al cargo diplomático que la influencia familiar le prodigó, sin relación alguna con la célebre rebelión juvenil contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Regresa con una magnífica novela cuestas, muestra de la renovada interpretación que tiene del país y su historia, ensayando objetivos concretos de poder para inaugurar la prolongada etapa del uslarismo.
Varias veces ministro, secretario de la presidencia y aspirante a la jefatura del Estado, a partir de 1936, tempranamente, desarrolla la rutina política correspondiente (por cierto, muy bien ejemplificada en el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Caracas, nrs. 154-158 de 1999-2001), que no contradice la fundamental vocación de pensamiento. Estupendo publicista, hará de la “siembra del petróleo” una consigna nacional duradera, aunque – como refiere Juan Carlos Rey – es el portador de un ideario económico “francamente atrasado”, suerte de fisiócrata del siglo XVIII (“El sistema de partidos venezolano, 1830-1999”, Centro Gumilla – UCAB, Caracas, 2009: 115).
Inspirador principal del medinismo, concebido como antecedente y continuidad de un proyecto específico de poder, abriéndose camino entre el lopecismo y el betancourismo en los términos de la historiografía de Oscar Battaglini, tropieza con el golpe de Estado de 1945. Desterrado, convertido en epígono de la reacción, subyacente una perspectiva del positivismo que – luego – será consumado por el desarrollismo perezjimenista, será un incansable polemista y adversario de la Junta Revolucionaria de Gobierno que, repatriado durante la ulterior dictadura, sabrá de un productivo receso político.
Período estelar, después de 1958 volverá al abierto protagonismo público que, si mal no recordamos a Diego Bautista Urbaneja, lo facilitará la dinámica impuesta por una inmejorable y – acaso – irrepetida élite política de distintos signos, de la que fue parte. Las circunstancias obligarán a Uslar Pietri a una mayor actividad político-partidista, tan afín a la parlamentaria, que – de un lado – sincerará su postura frente a la institucionalidad partidista misma, y – por el otro – le permitirá afianzar su obra intelectual, convertido el uslarismo político en el decisivo uslarismo mediático.
Rey alude a la concepción de un partido de notables que, formalizado el Frente Nacional Democrático (FND), fruto de la sorprendente campaña electoral de 1963, abandonará a su suerte después de autorizar su participación en el gobierno de la llamada Ancha Base. Ha cuestionado a los políticos profesionales, concitando las simpatía y el apoyo de los sectores antipartidistas y la tecnocracia liberal que interpreta (Rey, J. C. Ibidem: 137, 152), erigiéndose como una especie de reserva política y moral de la nación.
Indomable caracterizador y anunciador de las dificultades existenciales de la década que viene, señala: “… Pasional, mesiánico y mágico como ha sido Venezuela a lo largo de su historia, hay un peligro cierto en llegar a crear una mística de la revolución por la revolución. Cuando midamos la magnitud de las cosas que necesitamos cambiar por medio de la acción violenta revolucionaria, y el alto precio que en dolor, estrecheces y atraso tendría que pagar Venezuela por una revolución, estaremos en mejor posición para decidir si, en las circunstancias actuales, necesita Venezuela una revolución” (“Materiales para la construcción de Venezuela”, Ediciones Orinoco, Caracas, 1959: 65 ss.).
Producto de sus muy leídas columnas de prensa, así como de sus atendidos discursos parlamentarios, en el transcurso de los sesenta, surgen obras que intentan una doctrina de sus posturas e ideas políticas. Y manifiesta: “Si nosotros tenemos del petróleo un concepto instrumental y lo consideramos simple y llanamente como un capital, como un instrumento de desarrollo para transformar a Venezuela, podemos realizar el milagro de construir al país en menos de la vida de una generación. Si no lo hacemos, puede que la oportunidad haya pasado y que dentro de 30 o 50 años, la (SIC) generaciones que haya heredado una Venezuela regresado a la pobreza, lancen a nuestras sombras o a nuestros olvidados nombres, la más terrible de las preguntas (…) Construir un país implica fundamentalmente invertir capital” (“Hacia el humanismo democrático”, Publicaciones del FND, Caracas, 1965: 35, 53).
Estimamos que no será el primero en caracterizar, denunciar, advertir u orientar una situación, pero sí el más vehemente portavoz de un sentimiento y una constatación que buscará culpables, disparado por una firme convicción que se hará destreza en el empleo de los medios audiovisuales. Y, sin que desconozcamos el peso de las verdades irrebatibles, se harán también un lugar común invocado por treinta o cincuenta años como pretexto y disimulo de las posiciones más acríticas, acomodaticias y ligeras que regularmente se imponen.
Manuel Bermúdez precisa el ciclo en el que “se convierte en la Biblia”, catapultado primordialmente por sus programas de televisión (“La uslaridad y El Ciudadano Kane”, Conciencia Activa, Caracas, nr. 21 de 07/2005). Luis Barrera Linares concluirá en una superior y determinante presencia mediática, contrastante con el (des) conocimiento de su inmensa contribución literaria (“Habla pública, internet y otros enredos literarios”, Editorial Equinoccio, Caracas, 2009).
Uslar Pietri no alcanzó la presidencia de la República, aunque – por otra parte – es evidente el crecimiento y la consolidación de su influencia, prestigio y credibilidad personal en las tres décadas siguientes. Puede aseverarse, el uslariato alcanza su apogeo con el agotamiento del modelo democrático representativo en las vísperas del nuevo siglo, y, realizador del particular concepto partidista que lo animó, lideriza al grupo de los Notables que no sólo marca la pauta moral del país moralista que somos, sino lo orienta políticamente hasta protocolizar definitivamente las condiciones que nos trajeron al momento actual. Valga la doble coletilla, no tratamos de un burdo, rencoroso y tardío facturador por los hechos de 1945, como señaló uno de los entrevistados de Mirtha Rivero para “La rebelión de los náufragos” (2010), ni del benefactor o del malévolo vocacionales, tan del gusto maniqueista de siempre.
Finalmente, aceptando la superación del uslarismo y la consunción del uslariato, excepto los escombros que quedan en el imaginario colectivo por debilidad o ausencia de un discurso alternativo, la transición democrática pendiente ha de mirar hacia la uslaridad para evaluarla. Existe un “tejido verbal” o “atrapasignos que no descansa”, permitiéndole al país explicarse a sí mismo (Bermúdez, M. Ibidem), del que emergen concepciones, propuestas o materias de gran valía: significa podarlos de los prejuicios que provocaron.
Por lo pronto, reivindicamos la necesidad de un modelo económico post-rentista que se exprese en una sociedad generadora de la riqueza distribuida con equidad, al igual que los partidos políticos que sean tales, actualizándose frente a las organizaciones de la sociedad civil que lo sean, leal y convincentemente competitivas. Incluye a los medios de comunicación social responsablemente libres, y capaces de reconocer, como exigir, el serísimo papel de los actores políticos que no deben esencialmente reemplazar.
Agreguemos el reconocimiento de la siembra que se hizo del petróleo, como lo han reseñado Manuel Caballero o María Sol Pérez Schael desde diferentes marcos teóricos, pues – mal que bien – el programa de 1958 supo de un cumplimiento que apunta hacia otras respuestas o desafíos, reclamando el derecho al optimismo, aunque – importa reconocerlo – sobreviva esa versión humboldtiana y mágica del país que concursa en el casino internacional del mercado petrolero, con las lamentables consecuencias denunciadas por el uslariato con una nota de pesimismo. No obstante, transidos de la asombrosa premodernidad a la que hemos regresado, la incertidumbre se agiganta frente a los retos inéditos que supondrá salir de la dictadura del siglo XXI que nos aqueja, trenzados por un uslariato que ha de ser uslaridad.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2011/04/notas-para-un-post-uslariato-incierto/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=760965
Fotografía (y post-data): Sede del FND (S/a, Momento, Caracas, nr. 796 del 17/10/71). La gráfica, originalmente la "escaneamos" y publicamos en Retrospectiva. Historia de Venezuela, por 2008. Por entonces comentábamos que no había partido político que fuese respetable, sin una sede nacional, regional y - en lo posible - distrital y parroquial de partido. La casa de marras, si mal no recordamos el reportaje, estaba ubicada en El Paraíso (¿o La Florida?), Caracas, dándonos una idea de la configuración arquitectónica de los inmuebles, acaso, revelación de los orígenes sociales de los integrantes del uslarismo, previos a la llamada Revolución de Octubre....
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