martes, 26 de abril de 2011

DEPORTALES


EL NACIONAL - Lunes 25 de Abril de 2011 Escenas/2
El prólogo ausente y la firma olvidada
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Desde que Gérard Genette demostrara la sustantividad de los umbrales, de todo aquello que los circundan, los libros han comenzado a entenderse de muy diversa manera. Concretamente, los prólogos constituyen algunos de los más determinantes umbrales del libro y algunos forman parte tan sustantiva de las obras que presentan que no puede concebirse en adelante tal libro sin su respectivo escrito preliminar, tan libro como el libro mismo.

Antes que el gran Genette la verdad de este principio había sido sobradamente entendida.

Con beneplácito, el lector venezolano de hoy ha visto volver a nuestras librerías algunas obras capitales de la literatura nacional. Cada generación, se sabe, necesita de sus propias ediciones de sus clásicos o de sus escritores emblema, pues ellos son los que permiten los rumbos y los virajes y los que hacen posible progresar sobre lo andado o sobre lo no transitado. La referencia recae en algunos de los productos de las ediciones El Perro y la Rana, poco aceptadas y queridas sólo por buena parte del público lector venezolano (y no me refiero a masas de lectores de las que descreo y que no sé si existan en nuestro país; un lamento largamente ensayado), muy a pesar de los esfuerzos que se hacen y de los intereses que se interponen.

En particular, la motivación se abre camino en la evaluación de las nuevas ediciones de las novelas La guaricha de Julián Padrón (en la biblioteca dedicada a este autor y que reúne esta obra con cuatro títulos más) y de Nochebuena negra de Juan Pablo Sojo (en la Colección Páginas Venezolanas). Respectivamente, en las apariciones recientes y muy dignas de estas dos cumbres literarias por la mencionada editorial notamos que en una no se incluyó el imprescindible prólogo escrito por Mariano Picón-Salas y, en la otra, el hermoso texto prologal quedó sin la firma del maestro Liscano y como una producción del acaso escriturario (se reprodujo el texto del poeta como si hubiera sido obra del editor o de nadie en particular).

Si el olvido de la noble firma de Liscano podemos entenderlo como un descuido, la ausencia de la magistral pieza de Picón-Salas la sentimos como una falta deliberada. Quizá, se pensaría que si la obra iba a tener otro prólogo ya no era necesario dejar el original y se procedió a suplantarlo.

Pudo, por qué no, ser también un descuido editorial.

En cualquier caso, la verdad es que se ha privado al lector de hoy de una hermosa página crítica, escrita desde el conocimiento y el cariño personal hacia el autor y, sin duda, el primer homenaje que se le rinde a Padrón a escasos dos años de su fallecimiento.

Picón-Salas señala la escritura metafórica de la narración, la ubica en el estadio sublime de la última escritura de la tierra, califica el desarrollo del arte de contar en este autor (cree que Madrugada es su obra más acabada), revela el papel histórico de la primera realización (justamente la que prologa), relata el lado humano del escritor y formula la tesis sobre la "discontinuidad psíquica" de nuestro modo de ser y que Padrón había manifestado comprender en sus desarrollos novelísticos El editor es un custodio amoroso. Respetar lo escrito, su rasgo más noble.

Reeditar reduplica el amor y potencia el respeto.

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