martes, 26 de abril de 2011

ENTRESIJOS DE TEMPESTAD


EL NACIONAL - Lunes 25 de Abril de 2011 Opinión/7
Libros: Varujan Vosganian
NELSON RIVERA

El libro de los susurros tiene la fijación, la ansiedad de un doble mandato: en sus páginas, las más feroces tempestades del siglo XX se extienden en su potente y atroz circularidad. Quien cuenta todo esto no es un historiador, sino el heredero de una familia que las ha padecido a lo largo de las generaciones: en consecuencia, la Historia adquiere aquí la categoría de asunto familiar, de reconstrucción hecha a partir de las distintas memorias, todas ellas traumatizadas y dolientes, que desembocan en el pensamiento y la pluma de Varujan Vosganian (1958), ciudadano y figura pública de Rumania (ex ministro de Economía y Finanzas, directivo de la Asociación de Escritores de Rumania, diputado, senador, etcétera), pero antes que todo eso, un espíritu armenio, es decir, un escritor que ha recibido el legado de una memoria hecha de muerte y supervivencia.

Puede afirmarse que este libro tuvo su comienzo hace 96 años, los días 24 y 25 de abril de 1915, negros días en que comenzó la operación genocida que acabaría con las vidas de más de 1.800.000 armenios, perseguidos y asesinados por los llamados "Jóvenes Turcos". El genocidio de los armenios constituía, recién comenzado el siglo XX, la coronación de más de un milenio de hostigamiento, odio y muerte por parte de los turcos.

Pueblo perseguido, las memorias que Vosganian recapitula en El libro de los susurros (Editorial Pre-Textos, España, 2010) se remontan a aquellos momentos de pura tragedia, pero no culminan allí, sino que avanzan entre las furias que desgraciaron a Europa por décadas. Diré que es un texto inclasificable: bosquejo histórico, memoria familiar, poesía de la supervivencia, crónica de las costumbres, secreto homenaje al propio pueblo: todo esto se mezcla para dar lugar a una prosa inestable, a ratos sosegada, a ratos arrastrada por su propia ambición. La secuencia es emblemática: del genocidio a las fosas comunes de la Primera Guerra Mundial; de allí a las negras pestes del bolchevismo y el estalinismo; de la revolución hasta la asfixia de la vida corriente; de allí hasta el hitlerismo y los campos de la muerte; y así, hasta el límite de perder la identidad y casi toda certidumbre sobre qué significa vivir y haber vivido en el centro de Europa, bajo la condición de armenio.

Las rutinas de los días y los ilimitados exabruptos de la Historia. La generosidad de unos seres confrontada a las artes de la traición.

Los entresijos de una familia, donde unos caen y otros se levantan y siguen, aunque a menudo haya sido difícil distinguir a los vivos de los muertos. A la turbulencia de las vidas que se narran, corresponde el temperamento oscilante de la prosa, sus saltos temáticos, sus cambios de escenario, su anhelo de recordar las vidas perdidas.

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