domingo, 24 de abril de 2011

BUENA NOTICIA, VIVACIDAD, ALEGRÍA


NOTITARDE, Valencia, 24 de Abril de 2011
La Resurrección de Jesucristo (Jn.20,1-9)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Con la celebración de la Resurrección de Nuestro Señor, Jesucristo, la Iglesia Católica, inicia el tiempo pascual que concluirá con la solemnidad de Pentecostés. Este es el tiempo central de la fe cristiana católica, ya que pone de manifiesto nuestra fe en un Dios que está vivo, que ha resucitado venciendo así la muerte y el pecado y dando al hombre la posibilidad de alcanzar la vida eterna, la vida en Dios para siempre.

Cuando hablamos de la Resurrección de Cristo, hablamos de "un algo que desencadena la fe pascual" (como lo afirma el teólogo catalán Salvador Pié-Ninot). De hecho, los evangelios hablan que los apóstoles desaparecieron acobardados. (Mc.14,50) y se convencieron que la causa de Cristo fue un acontecimiento perdido (Lc.24,19-21). Tuvo que suceder algo, que paralelamente a este cuadro depresivo de los apóstoles y en poco tiempo no sólo causó un cambio de actitud, sino que los capacitó también para comprometerse en una renovada actividad y dar impulso a la comunidad cristiana primitiva. Este "algo" se convierte en el núcleo histórico de la fe pascual, de la Iglesia naciente. En efecto, antes de la Pascua se habla en los evangelios de huída, dispersión; hasta el punto que es una mujer, según lo dice hoy el evangelio de Juan, que fue la primera testigo de la Resurrección; luego de la Pascua se habla de retorno, proclamación, reagrupamiento y desarrollo de la Iglesia primitiva que adquiere un impulso misionero y hace
una relectura del pasado a la luz del acontecimiento pascual de Cristo que ha vencido a la muerte y es proclamado como Dios y Señor de la humanidad.

Para determinar ese "algo" que hace cambiar de actitud a los apóstoles, se debe recordar que las pruebas más clásicas de la Resurrección se encuentran en el sepulcro vacío, las apariciones a las mujeres y los apóstoles, que se tienen como los "hechos" que atestiguan la Resurrección del Señor. Estos hechos pretenden mostrar, más que demostrar la realidad histórica de la Resurrección de Cristo. Se hablan de signos externos (históricos) e internos (antropológicos) para hablar sobre el acontecimiento que nos ocupa. En éste último resalta la categoría del testimonio, como elemento clave para entender y verificar el hecho real de la Resurrección. El testimonio de los apóstoles va corroborar el hecho de la resurrección, ese "algo" que originó un cambio radical en ellos y que ahora los convierte en testigos de lo que han visto, los hace pasar del miedo, de la huída, de la dispersión a la fortaleza, al retorno a Jerusalén, al reagruparse y convertirse en misioneros valientes, capaces ahora de entregar la propia por ma
ntener la verdad que han visto y de lo cual ahora dan testimonio ante el pueblo. Estos hechos prepascuales y postpascuales se convierten en signos que hacen creíbles la Resurrección, unidos por la categoría decisiva del testimonio de los apóstoles. Ellos van a proclamar ante el mundo que éste Jesús de Nazareth, Dios lo ha resucitado y de ello son testigos los apóstoles. (Hech.2,32).

La Resurrección, por tanto, es un hecho creíble, mostrable por el testimonio pascual de los apóstoles, como el caso de Pedro; el sepulcro vacío, las apariciones, la vida de Pablo que de perseguidor de cristianos pasa a ser uno de ellos, la fe que es capaz de transformar a la personas, una fe que se basa en un acontecimiento acontecido en la historia, ese algo que hace que los apóstoles se transformen y le den impulso a esta Iglesia Católica que lleva más de dos mil años de existencia y a la que ahora nosotros pertenecemos y profesamos la misma fe y somos los nuevos testigos de lo que hace Dios en la vida de quien le busca con sinceridad y le abre su corazón. De este Dios que ha irrumpido en la historia en la persona de su Hijo Jesús, que nos ha traído la salvación y nos muestra el inmenso amor de Dios.

Hoy, en el día más importante de la Semana Santa, los cristianos católicos proclamamos que Jesús está vivo, que su triunfo sobre la muerte y el pecado es ya nuestra esperanza, porque nosotros esperamos resucitar también, sabiendo que la muerte no es lo último por lo que pasa un ser humano, sino que estamos llamados a la vida eterna y lo creemos porque así se nos ha revelado en Cristo, el Hijo de Dios, nuestro Divino Salvador.

IDA Y RETORNO: Me preguntan ¿Por qué los protestantes no creen o rechazan a la Virgen María? Realmente causa perplejidad y tristeza que los hermanos separados desprecien, rechacen y descalifique a la mujer más importante de toda la historia humana o por lo menos de toda la historia cristiana, si así lo quieren ver. Ella fue escogida por Dios para ser la Madre del Salvador, al que los cristianos confesamos Dios y Hombre verdadero; por lo tanto, ella es Madre de Dios; su testimonio es ejemplar desde la revelación del ángel Gabriel hasta el Calvario y su acompañar a los apóstoles en su nueva actitud. Les hace falta estudiar más las Escrituras y saber que no se puede ser auténticamente cristianos si rechazamos a María, a quien Cristo supo amar y respetar siempre.

Ilustración: http://www.ustedesynosotros.net/wp-content/uploads/2010/09/dia-del-nino.jpg

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