lunes, 25 de abril de 2011

ROCK Y RESPONSABILIZACIÓN CIUDADANA


Del otro concierto
Luis Barragán


Quizá inadvertida la calculada redistribución de materias y tareas, de acuerdo a la interesada y arbitraria reforma del Reglamento Interior y de Debates que peca de institucionalidad, la comisión permanente de Cultura y Recreación de la Asamblea Nacional intenta afrontar un trabajo al que no renunciamos. Habrá ocasión de reseñar lo que se ha hecho, incluyendo el propósito de impulsar el proyecto de actualización de la Ley Orgánica de Cultura según lo pautado en el artículo 2 constitucional, aunque existe la amenaza de un decreto presidencial que, como suele ocurrir con la crónica habilitación, puede dar al traste con todo aquello que – se supone – tiene de protagónica y participativa la democracia que cursa.

Solicitada la audiencia, concurrieron a la sesión ordinaria de la comisión, bajo el llamado quórum de funcionamiento, ausente la bancada oficialista, los integrantes de la banda Fibonacci (Caracas, 23/03/11). Un momento grato, porque los muchachos acudieron para hacer una propuesta concreta, a objeto de la modificación legal: al compás de la red de redes, sortear la presentación de los novísimos grupos de rock junto a los consagrados y estelares que nos visitan.

Obviamente, tratamos de un asunto complejo que nos coloca en el ámbito de la comercialización de las bandas y el propio mercado, a contrapelo del modelo que puede conducir a una entera administración por el Estado en un renglón que tiene esencial relación con la libertad cultural, la de los gustos, como la aceptación o rechazo de las innovaciones. Por lo demás, hubo ocasión de recordar las ya viejas reglamentaciones en torno a la promoción del talento venezolano en los conciertos y emisoras radiotelevisivas que, probablemente, sorprenderá a los jóvenes concurrentes.

Ciertamente limitadas, hay distintas modalidades de lanzamiento de ritmos y agrupaciones que nos interrogan sobre la sana y leal competencia que merecen, pocas veces favorecida por una exagerada regulación. E, incluso, más allá de una adecuada política pública que constituye la principal exigencia, el mismo hecho creador puede verse cercenado por formales e informales concepciones antropológicas impuestas, sean – empleado el comodín – de derecha o de izquierda, pues – por si fuera poco – hay una confusa asunción del problema cuando prevalece la incomprensible condena a la transculturización, que no a la dependencia cultural.

Quienes también gustamos del rock, deseamos redescubrirlo constantemente. Y apostar por una evolución que igualmente lo legitime, aportando las novedades que solemos demandar, por lo que – de un modo u otro, si el tiempo lo permite – intentamos el seguimiento del Festival de las Nuevas Bandas o del Sibelius Fest, entre nosotros. Sin embargo, importa consignar una observación tras celebrar la audiencia con Fibonacci, por cierto, cuya voz es parecida a la de Pablo Dagnino y la instrumentación a la de aquel grupo denominado Sentimiento Muerto que pobló las paredes de la Caracas de los ochenta con su logo.

Observamos la inmensa e inevitable necesidad de organizarse para tratar no sólo el problemario común, sino plantear a las distintas instancias del Estado las propuestas del caso. Acá, los jóvenes que procuran hacer música, como todos aquellos que luchan por desarrollar su vocación comprobada en diferentes campos, irremediablemente golpean las puertas de la política al convertirse en ciudadanos demandantes, algo que inexorablemente los distrae de sus ocupaciones fundamentales.

Distracción que apunta a la creación de canales de participación y discusión, interpelándolos sobre la pertinencia o no del modo de hacer las cosas; el rechazo de toda manipulación (ultra) partidista, sin que podamos condicionarlos a furiosas lealtades ideológicas que propician las manipulaciones de rigor; la comprobación del talento natural que pide condiciones y oportunidades, mas no favores; y, en el fondo, el cumplimiento de las responsabilidades ciudadanas contraídas, determinantes para dar, postular y luchar por toda primicia que igualmente puede rechazar la sociedad conservadora que somos.

Fotografía: LB (Comisión de Cultura, Asamblea Nacional: 23/03/11)

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