miércoles, 16 de mayo de 2012

HALLADO EN LA RED

Mario Vargas Llosa 

Acabo de enterarme de la muerte de Carlos Fuentes y me ha dado mucha pena. Con él desaparece un escritor cuya obra y cuya presencia han dejado una huella profunda. Sus cuentos, novelas y ensayos están inspirados principalmente por la historia y la problemática de México, pero él fue un hombre universal, que conoció muchas literaturas, en muchas lenguas, y que vivió de una manera comprometida todos los grandes problemas políticos y culturales de su tiempo. Fue siempre un gran promotor cultural y trabajó incansablemente por unir a los escritores y lectores de nuestra lengua a ambas orillas del Atlántico. Era un gran trabajador, disciplinado y entusiasta, y al mismo tiempo un gran viajero, con una curiosidad universal, pues se interesaba por todas las manifestaciones de la vida cultural y política y escribía sobre todo con brillantez y buena prosa. No solo sus amigos sino también sus muchos lectores lo vamos a extrañar.

Sergio Ramírez

Carlos Fuentes deja con su muerte un vacío en mi vida, devoto suyo como fue desde mi lectura de Aura y el Cantar de Ciegos, dos libros que abrieron en mí la perspectiva del escritor que yo quería llegar a ser en tiempos de adolescencia. Pero me conquistó también su visión ecuménica de la literatura, como un reflejo revuelto de la historia total de nuestra América, de la que, haciendo uso de la imaginación, el escritor no debía ser sino un cronista osado y aventurado, obligado a verlos todo y contarlo todo, desenterrándolo todo. La lección perpetua del pasado para aprender a mirar el futuro, sin dejarse desalentar por las constantes decepciones de los ideales rotos y de los sueños pervertidos. Su obra es una galería de espejos para mirar la historia y mirarse en la historia, desde La muerte de Artemio Cruz a Adán en Edén, la tragedia de nuestra América que siempre ha navegado en las aguas oscuras de la traición y el crimen. En este sentido, Fuentes enseñó siempre a lo largo de su vida de escritor una incontestable calidad ética teñida de rebeldía juvenil, nunca dispuesto a callarse. Su palabra como un ejercicio constante de la libertad. Siempre persiguiendo la excelencia de la escritura, su novedad, libro tras otro, hasta el mismo final.

(EL PAÍS y revista COROTO)

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