domingo, 20 de mayo de 2012

LA BODEGA DE LOS SACRAMENTOS


San Marcos, 16: 15-20

En su homilía de hoy, el Padre Numa Molina (SJ) señaló el peligro de la fiesta de la Ascensión es el de quedarse mirando al cielo, como si se hubiese ido también en un cohete. Sería muy pobre la reflexión de hacerlo. Lucas, autor del Evangelio y de los Hechos, empleando un género literario, refiere a Jesús que va al encuentro de Dios, mientras que para Juan ya lo está. Importa más adelantar en nuestra fe de adultos que elucubrar, apuntando al núcleo del pasaje: el momento del envío. Ir por todo el mundo, predicar. Luego de las vicisitudes del nacimiento, el sufrimiento, la muerte, la resurrección, etc., nos deja la misión.

Recordemos, hubo momentos en los que se le quitó la Biblia al pueblo, quedando la doctrina, la catequesis. Ocurría en los tiempos de Santa Teresita de Jesús, la mujer tampoco podía leer la Biblia. Únicamente podían los ilustrados.  Pero no necesitamos intermediarios para comunicarnos con Dios y viceversa.  El Concilio Vaticano II es muy claro al respecto,

¿Por qué nos engañan y abandonamos a la Iglesia Católica? Llega cualquiera con una Biblia mal interpretada y tres citas, e ingresamos a una secta. Por cierto, ya cumple dos años el grupo Orante en San Francisco, madurando en la fe. Necesitamos conocer a Cristo, aún en esta vida selvática que llevamos en el medio urbano.  No tengamos miedo en predicar, alegando falta de tiempo, aunque lo primero es vivirlo de acuerdo a la segunda lectura de hoy que se convierte en un programa de vida.

Vivir el Evangelio. No nos conformemos con el catecismo. Convertirnos en pregoneros. Benedicto XVI, siendo hoy el día de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, medita sobre el silencio y la palabra. La oración es silencio. Comunicación con Dios, secreta como la limosna que damos. No exhibirse para que los demás sepan que rezamos.

Antes de finalizar la misa, el Padre Numa anunció que, a partir del 1ro. de junio, las personas pueden acudir a la Iglesia de San Francisco a orar por sus intenciones. Por ejemplo, creyéndola una bodega de los sacramentos, hay quienes encargan una misa por sus difuntos, a la que ni siquiera van. No habrá libro, ni necesidad de mencionar cada una de nuestras intenciones. Simbólicamente, podrán escribir sus intenciones en un papelito a ofrendar en un pequeño cesto que se ubicará en el altar.

Por cierto, finalizando la misa anterior, el Padre José Joaquín Albístur recomendaba orar a diario, leyendo un pasaje de la Biblia.

He 1, 1-11
Salmo 46
Ef 4, 1-13

Fotografía: Pieza de Oscar Seco

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA XLVI JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

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