jueves, 17 de mayo de 2012

INCONCLUSA

EL GLOBO, 03 de Marzo de 2000
Crisis ideológica
Luis Barragán


En uno de sus libros, Agapito Maestre observaba la diversa y hasta contradictoria militancia política que puede exhibir un ciudadano, pues vota por un líder que le atrae (pongamos de un partido conservador), participa de las lides sindicales en la empresa metalúrgica, es activista sabatino de una organización ecológica, rechaza  doctrinariamente el ingreso de su país a un acuerdo integrador o protesta la presencia de las mujeres en la directiva de un club recreacional.  Incluso, alguien lamentaba la situación de los actores que denigraban de lo “más bastardo de la industria del entretenimiento”,  buscando una ” rápida legitimación en dudosos montajes teatrales o en brevísimos viajes al primer mundo”, distinguida las industrias pesada y liviana de la cultura (http: // www.geocities. com / Hollywood/ 3974/ leer/ tman0201.htm), contrastante con lo observado por Germán Uribe en relación a Sartre, a propósito de la guerra neocolonial (http://www.mundolatino.org/ uribe/polisar.htm).

En Venezuela probablemente no haya un testimonio suficiente de tal multiplicidad, pues han enflaquecido las organizaciones capaces de enmarcarla. Se evidencia un retroceso de las instituciones intermedias y frecuentemente las asociaciones vecinales constituyen un simulacro, convertidas en aparatos que nada tienen que ver con una membresía que no se mete siquiera en los problemas del condominio,  el ambientalismo tiende a ser un ocasional divertimento,  los gremios aparecen como un obligado descuento en los ingresos mensuales, etc. No obstante, llama poderosamente la atención que cohabiten o convivan tendencias que no se reconocen como tales y mucho menos se interpelan en el contexto de lo que es un simple ensayo de poder.

Los promotores de las intentonas de 1992, ofrecen un magnífico ejemplo. No aludimos al cada vez más incomprensible Polo Patriótico, una alianza que ha girado alrededor de sus cupos electorales, sino a la esencia de un fenómeno que –por la comodidad del término- denominamos chavismo o chavecismo. Es evidente, en el oficialismo, la presencia de individualidades contradictorias, tanto como en el contra o para-oficialismo. ¿Qué tienen en común William Izarra y el General Visconti, a juzgar por las entrevistas divulgadas a través de la prensa o de libros como el de Alberto Garrido?, ¿acaso no podemos ampliar la nómina con aquellos que, ejerciendo o no funciones públicas, miran a Jeffrey Sach y a Fidel Castro, desde los rincones de un mismo balcón?, ¿no es curioso, al menos?.

Es posible que la doble, triple o cuádruple militancia responda a una postura ética esencial que requiere de la reinvención de los parámetros ideológicos capaces de darle una coherencia eficaz en el terreno político, lejos de la asfixiante uniformidad que tantas calamidades trajo en el pasado. Hay un pragmatismo sano que permite la fluidez de la convivencia social, todavía faltante de una dimensión que le conceda una trascendencia globalizadora, pero también lo hay  el enmascarado que poco resiste a las definiciones que tarde o temprano, inexorable y a veces desafortunadamente, impone el ejercicio del poder: se hará tarde, sufridas las consecuencias de lo que el filósofo Eudomar Santos consagró con aquello de “como vaya viniendo, vamos viendo”. Sin dudas, el indicio más sentido de la crisis ideológica.


Fotografía: Agapito Maestre, http://www.culturamas.es/blog/2011/03/24/54749/clase-3/

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