EL NACIONAL - Lunes 21 de Mayo de 2012 Opinión/9
Libros: Maurizio Ferraris
NELSON RIVERA
No sólo el colorete fucsia que satura la portada, sino el nombre del libro, Jackie Derrida. Retrato de memoria (coedición del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana y la Editorial Siglo del Hombre, Bogotá, 2007), que al sustituir Jacques por Jackie anuncia un chiste bobo, una errata casi imperdonable o un juego del autor (más bien un jueguito), impulsa a devolver el libro al mesón y a seguir de largo. Pero aparece la duda: Maurizio Ferraris es coautor con Derrida de Un gusto por el secreto, el intercambio entre ambos, donde Jacques Derrida (y no Jackie Derrida) expone su idea del secreto como "rastro de lo informe".
En alguna parte de los ocho ensayos que componen el libro, Ferraris cuenta que el verdadero nombre de Derrida era Jackie.
Se trata de breves piezas de la memoria, siete de ellas escritas después de la muerte de Derrida, el 9 de octubre de 2004. Pero lo menos aquí son las cuestiones personales (aunque la historia de que Derrida tenía enterrados en el jardín de su casa a todos los gatos que lo habían acompañado en su vida, tiene algo que perturba): entre uno y otro texto se suman, como delgadas capas de pintura, a un mural mayor donde quedan esbozados algunos de los grandes temas de Derrida.
Ferraris habla de un hombre enamorado de la vida, de un desaforado de la vida, que desconfiaba de lo inmediato o del aspecto inmediato de las cosas: de ahí provenía su compleja relación con el materialismo, intervenida por la idea de que la verdadera presencia es la idea y no la cosa física. De esta relación ansiosa con todo lo que lo rodeaba derivaba no sólo la condición hiperbólica de su pensamientoescritura (esa ansiedad explica la recurrente aparición de lo porvenir en muchos de sus textos), sino sus arrebatos, sus fervores, pero también los momentos en los cuales su ánimo se ubicaba en las proximidades de la depresión. Copio a Ferraris: "La deconstrucción ha sido hacer las cuentas con todas estas ansiedades y con todas las ansiedades del mundo".
Más que en las cosas mismas, lo que perturbaba a Derrida era ese universo que conocemos como las mediaciones. Vivía bajo esta idea: de que sólo lo escrito perduraría. Más que poner foco en el lenguaje (que es una tradición de la filosofía) el pensamiento de Derrida vivía para la escritura.
Afirma Ferraris: "Derrida se plantea sencillamente esta interrogante: ¿una teoría, una idea, un teorema, podría existir, así como existen, es decir, por fuera del espacio y del tiempo, si no tuvieran por lo menos una actualización en el espacio y en el tiempo, sobre cera o sobre papel?". Esa es la vocación que se destaca en estos ensayos: el regreso del filósofo a la cuestión de la traza, a su obsesión reiterada por los objetos escritos.
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