EL NACIONAL - Lunes 28 de Mayo de 2012 Opinión/9
Libros: Martín Kohan
NELSON RIVERA
Un hombre huye, en lo primordial, de sí mismo. Lo persiguen sus propios recuerdos. Por un corto tiempo sale de su ciudad, Buenos Aires, y se traslada a Bahía Blanca (Editorial Anagrama, España, 2012). En el marco de una realidad distinta, nuestro protagonista, Mario Novoa, se propone olvidar.
Conectar su mente a otro aire, a otras rutinas, a los rostros de gente desconocida, gente con la que no tiene historia previa. Su objetivo se sintetiza en este deseo: que pensar sea "más que nada pensar en otra cosa".
Y así el narrador Martín Kohan (Argentina, 1967) logra que su personaje Mario Novoa ingrese, al menos temporalmente, en un universo mental distinto, en cierto modo ajeno (fingido), que le sirve a su propósito de olvidar: rápidamente nuestro hombre se engancha en una cotidianidad diferente en apariencia, otros personajes capturan su interés. El esfuerzo por dejar atrás su historia de amor se convierte, por algunas semanas, en el sentido o el sinsentido de su vida.
Pero este transcurrir de Novoa no ocurre muy lejos del lector: al contrario, uno se ve inducido, introducido en los devaneos de Novoa, en sus modestos vaivenes, en sus elucubraciones, en la decantada lengua con la que habla de sus fobias: "Yo le temo a la compenetración más que a nada; le temo más que a la fiebre, más que al sopor, más que al mareo, le temo incluso más que al insomnio y a sus torturas. De hecho, me pongo de inmediato a ahuyentar este pensamiento, como quien aleja a patadas a un perro curioso, para hacer que se diluya y permita que aparezcan otros".
Lo he escrito en otra parte: Martin Kohan ha publicado una decena de títulos como narrador.
También es autor de al menos dos magníficos ensayos: Zona urbana. Ensayo de lectura sobre Walter Benjamin y Narrar a San Martín. En el año 2007 fue reconocido con el Premio Herralde, por Ciencias morales. Luego publicó Cuentas pendientes, que es la novela anterior a esta precisa, cuidada y sorpresiva Bahía Blanca.
Quien haya seguido la trayectoria a estas tres magníficas novelas suyas recientes (de las anteriores no puedo hablar, no las he leído), podrá constatar la profundización, la búsqueda creativa de este escritor argentino, que ha hecho de la escenificación de los pensamientos y las tribulaciones de la mente un potente arte para concebir y narrar historias, describir y hacer visibles los vaivenes, las obsesiones, los circuitos y las pequeñas glorias que constituyen a sus personajes, sujetos solitarios, a menudo incrustados en la silenciosa ordinariez de todos los días: seres casi periféricos, siempre a punto de una siguiente derrota, quienes, como los buenos ajedrecistas (la analogía es de Kohan), abandonan la partida en curso, no para perder, sino porque antes del juego ya estaban perdidos.
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