EL NACIONAL, Caracas, 25 de Febrero de 2002
El papel gana la batalla del tiempo en la era de la información
PEKÍN/EFE
La invención del papel hace más de 2.000 años cambió el rumbo de la historia de la humanidad, aún más que la propia brújula, y convirtió a China en el imperio de la luz frente al oscurantismo propio de la Europa de la Baja Edad Media. El hallazgo tuvo lugar en el año 105 antes del comienzo de la edad cristiana, y su protagonista fue el eunuco Cai Lun, que vivió en la costa este de China en los tiempos de la dinastía Han.
Aproximadamente en la misma zona, provincia de Zhejiang, aunque ya bien entrado el tercer milenio, los habitantes de la localidad de Zeya continúan fabricando artesanalmente papel y utilizando las mismas técnicas que en su momento patentó su precursor, Cai.
Y es que los responsables de los talleres de fabricación de papel de esta zona son en su mayoría descendientes directos de los mayores virtuosos en esta artesanía milenaria, procedentes de la provincia limítrofe de Fujian y que emigraron a Zhejiang en la dinastía Yuan (1271-1368).
Los artesanos de Zeya no tienen grandes dificultades para obtener la materia prima, ya que tanto el bambú como el agua, elementos esenciales para la fabricación de papel, son abundantes en la zona, una de las más fértiles de China y cuna del mejor té verde del mundo.
La fabricación de papel o pingzhi, denominación tradicional, comienza con el desmenuzado del tallo de bambú en piezas de un metro de longitud, y luego de varios centímetros, para después ponerlo a remojo en una mina de cal por espacio de tres a cinco meses.
Posteriormente, el bambú se seca y se vuelve a introducir en una piscina de agua cristalina durante otro mes, para seguidamente comenzar el proceso de machacado y molido, que se lleva a cabo en grandes morteros que convierten el cáñamo en una especie de pasta de papel.
El producto resultante se vuelve a colocar en una especie de lavadero con agua, en el que será removido con grandes varas de madera, proceso tras el cual se convertirá en algo similar a una pulpa de madera sin refinar.
Tras un nuevo secado a la sombra y otro bajo el intenso sol, ya en forma de pliegos, el papel de color dorado está preparado para su comercialización, que se hará realidad tras el correspondiente empaquetado.
Con todo, la era de la información no ha llegado en balde a esta parte del planeta Tierra, y el papel dorado de Zeya es únicamente utilizado para la fabricación de fuegos de artificio y petardos, lo que no es poco dada su popularidad en este país, y de billetes falsos para los funerales tradicionales.
Lejos quedan los años 30, tiempos en los que casi 80% de la población de Zeya, 100.000 personas, se dedicaban a fabricar papel, y los 40 cuando este arte fue exitosamente exportado a otras zonas de China, Taiwán y el sudeste asiático.
Ahora, sólo unos pocos mantienen viva la tradición, que de no remediarlo se convertirá en una actividad casi museística, dada la tendencia de las nuevas generaciones a cerrar los ojos al pasado milenario del país que fue el centro de la humanidad.
Este arcaico proceso de elaboración del papel da una medida del factor tiempo en un país como China, donde los avances se produjeron con inusitada rapidez en un principio, con invenciones de consecuencias insondables como la brújula, la pólvora, la letra impresa y el propio papel.
Después, China se anquilosó en su propio sinocentrismo durante cientos de años, reticente al cambio y a la apertura al exterior, y en los últimos 25 años ha protagonizado una de las transiciones más extraordinarias de los últimos tiempos, que por seguro quedará reflejada con letras de oro en páginas de papel.
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