Del protagonismo político de los economistas de opinión
Luis Barragán
Recurrente en nuestro historial republicano, la opinión pública supo y ha sabido de un conjunto de economistas que tuvieron y tienen a bien orientarla en una disciplina de veraces y, a veces, falsas complejidades. Algunos tuvieron y tienen por oficio la pontificación, al lado de los muchos caracterizados por la sesudez y oportunidad de sus análisis y recomendaciones, ejerciendo una importante actividad pedagógica e inadvertida influencia.
Los periodistas especializados en la fuente, combinaron muy bien con los economistas de profesión ofreciendo sendos reportajes que, citados en distintos foros, incluyendo el parlamentario, contribuyeron a una distinta calidad y superioridad del debate. Hoy, sumergidos en la predominante cultura iconográfica que acentúa un régimen generador de consignas, nos creemos frente a una involución en el tratamiento de la materia que se la desea breve, amena, efímera y libre de traumas.
Entre otros, Domingo Maza Zavala, Héctor Silva Michelena, Armando Córdova, Rafael Crazut, Francisco Faraco, Héctor Malavé Mata, José “Chepino” Gerbasi, o Domingo Alberto Rangel, hicieron el escenario que, en los noventa, recibió a Asdrúbal Baptista, Maxim Ross, Jesús Farías (h), Francisco Vivancos, Hugo Farías, Miguel Ignacio Purroy, Domingo Fontiveros, José Toro Hardy, Jesús Marrero, Alejandro Sucre, Alexander Guerrero u Orlando Ochoa, alcanzando – en la siguiente década – Tobías Nóbrega el inimaginable despacho ministerial que obvió su anterior aspiración diputacional en nombre de los socialcristianos. Todos ellos, aunque se nos escapan otros nombres, ayudaron a decodificar el lenguaje consagrado por Miguel Rodríguez, Ricardo Haussmann, Moisés Naím o Gerver Torres, al intentar un diferente modelo de desarrollo.
Hagamos mención de Adina Bastidas (vicepresidencial asaltante de la UCV un 28-M), muy en la acera contraria de Gustavo García, Emeterio Gómez y Pedro Palma, de quienes –por cierto- esperamos una obra decisiva sobre la gestión y propósitos del único gobierno que hemos tenido en el siglo XXI. De realizarse ésta aspiración de comunes lectores, como somos, posiblemente fuercen a una respuesta de las superestrellas del ramo en más de una década como Jorge Giordani, Felipe Pérez, el ahora jubilado Diego Luis Castellanos o el presidente del subterráneo caraqueño Haiman El Troudi.
El decenio ya conoce de otros profesionales que, afortunadamente, gustan del papel - periódico, como José Guerra, Miguel Santos, Jesús Casique, o Ricardo Villasmil Bond, abierta las incursiones audiovisuales de rigor. Reconvertido, “El Mundo” es un vespertino que amplía la galería de los expertos, como antes lograron hacerlo “Economía Hoy” y “Reporte”.
Las etapas de mayor dureza en la prolongada crisis económica, obviamente estimula la aparición y sucesión de los profesionales que suscitan la confianza de sus lectores, sobre todo por aquellas opiniones de orientación más que de autopromoción. Algo semejante ocurre con los expertos en seguridad personal o en las relaciones internacionales, cuando las noticias espesan las sombras en la propia intimidad hogareña por la peligrosidad que la calle expone o las temeridades en las que Chávez Frías incurre. Sin embargo, no basta la celebridad o notoriedad alcanzada en determinados momentos para expedicionar en el medio político que cuenta con sus propias exigencias.
La muy probable transición democrática que toca desesperada a nuestras puertas, demandará los mejores talentos – sobre todo – en el área económica. La legítima búsqueda de oportunidades de promoción de los profesionales afines, capaces de realizar los aportes necesarios e indispensables, ha de partir de las circunstancias cambiantes que permitan un gobierno de unidad eficaz y convincente, donde – precisamente – será la paciencia y la cordura las mejores recomendaciones para el aspirante: podrán colaborar directa o indirectamente, de un modo u otro, ejecutando o asesorando tareas.
Frecuentemente, observamos una conducta exhibicionista, vanidosa y contraproducente en el economista opositor declarante, comprensible en el oficialista deseoso de ascender. Nunca está demás en recordar que son sus capacidades, criterios y respuestas conocidas que nos permiten valorarlos y apreciarlos, y no esa suerte de vedetismo que lo creen suficiente para una responsabilidad pública. Y, si fuere este el caso, subrayemos el absurdo, un profesional del espectáculo sería el mejor candidato a un ministerio.
Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/11885--del-protagonismo-politico-de-los-economistas-de-opinion
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