EL NACIONAL - Sábado 26 de Mayo de 2012 Papel Literario/2
Fuentes volvió a "La región más transparente"
Un centenar de volúmenes, miles de páginas, decenas de genuinos personajes y un férreo compromiso por la comprensión de la identidad latinoamericana conforman el legado más duradero del hombre conocido como "la conciencia estética de América Latina"
ALBINSON LINARES
Al rayar el alba cuando todas las cosas despertaban, el escritor debió sentir que se apagaba y enardecido se aferró a la rutina que tantas veces lo salvó durante sus 86 años. Sin hacer ruido se levantó, entró al baño y miró su rostro frente al espejo, caro objeto de su estética que siempre le sirvió para entender al otro y fungir como metáfora del continente que le vio nacer.
"La vida imita al arte" debió pensar antes de sumirse en la negrura de la inconsciencia, mientras la boca se le llenaba del regusto salino, ardoroso y abundante de la sangre fresca. En uno de sus juegos indescifrables, el raro destino de los escritores quiso que Carlos Fuentes muriese el pasado 18 de mayo de una hemorragia masiva del tubo digestivo. Esta afección que le costó la vida debió recordar a los lectores La muerte de Artemio Cruz, una de sus célebres narraciones donde el protagonista agonizó por afecciones gástricas. La vida, a veces, es un juego kitsch.
Llorado por familiares y amigos, recordado por lectores del mundo entero, respetado por estudiosos, admiradores y enemigos, la figura de Carlos Fuentes no deja indiferente al que se le acerca. Como todo titán su poderío reside en el genio que lo llevó a concebir --desde su temprana veintena-- el corpus de "La edad del tiempo", magno proyecto literario en el que englobó todas sus ficciones.
Novelas como La región más transparente(1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Terra Nostra (1975), Gringo Viejo (1985), Cristóbal nonato (1987), La silla del águila (2003), La voluntad y la fortuna (2008) y numerosos libros de cuentos entre los que destacan Los días enmascarados (1954), Aura (1962), Cantar de ciegos (1964), Agua quemada (1983) y La frontera de cristal (1995), lo ubican como una de las figuras renovadoras del concierto literario hispanoamericano.
Su obra ensayística aparece permeada por las reflexiones sobre el oficio literario y la constante indagación en la obra de autores que considera claves para comprender procesos temporales como el Siglo de Oro español o los fundadores de la literatura moderna norteamericana como John Dos Passos, William Faulkner y Francis Scott Fitzgerald. Otra vertiente de singular valía abarca la atenta observación de las crisis nacionales en el continente y los procesos de conformación de la identidad latinoamericana.
Hitos que atestiguan su labor como pensador e investigador de nuestra herencia cultural son La nueva novela hispanoamericana (1969), Cervantes o la crítica de la lectura (1976), Valiente mundo nuevo (1990), El espejo enterrado (1992), En esto creo (2002) y La gran novela latinoamericana (2011), entre otros.
El reciente homenaje desde el Palacio de Bellas Artes, ágora cultural de la nación mexicana, donde fue despedido por artistas, literatos, influyentes políticos como Felipe Calderón, actual presidente de México, y diversas personalidades del mundo literario son prueba de la influencia de Fuentes en la intelligentsia latinoamericana.
Sin embargo, el universo creado por este autor ha penetrado con hondura el alma mexicana como pudo advertirse por los centenares de personas que aguardaron pacientemente la salida de diversas personalidades para presentarle sus últimos respetos, mientras gritaban con denuedo: "¡Fuera Calderón!".
La edad del tiempo En la primavera de 1958, un joven de 29 años publica un libro que con el paso de los años habría de convertirse en una paradoja para los mexicanos. La región más transparente, es una novela total y globalizadora que usa el fracaso sociológico de la Revolución Mexicana como la "temperatura mental" de todas sus páginas.
Con el fragor de su juventud, Carlos Fuentes quiso englobar el gran experimento social que constituye la sociedad mexicana al cubrir medio siglo, desde 1900 a 1954, pero su clímax será la atmósfera calcinante de 1951 en las postrimerías del gobierno civil de Miguel Alemán donde la pugna entre civilización y barbarie estuvo presente en todos los estratos sociales. La historia cambiaba a diario, y eso se respira en el libro.
Se trata de una obra donde personajes como Ixca Cienfuegos, Teódula Moctezuma, Norma Larragoitia, Manuel Zamacona, Federico Robles y Hortensia Chacón devienen magníficas criaturas dramáticas que recrean la polifonía única de la verdadera protagonista del libro: Ciudad de México.
No existe otra novela basada en la vida de la capital mexicana a mediados del pasado siglo, cuyo destino manifiesto haya sido convertirse en una obra-mural, un libro-artefacto en el que se experimente como apunta Gonzalo Celorio con "la linealidad argumental; la alternancia de la narración omnisciente con el monólogo interior, el diálogo inmoderado o el flujo lírico y atemporal".
Sorprende la fiel reproducción de las voces callejeras y aristocráticas, líricas y marciales, sublimes y bastardas al punto de que nos parece oír a Cienfuegos mientras canta su peculiar gesta en la que salmodia: "Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire".
Este libro se inscribe dentro de la búsqueda del "ser mexicano" que impregnaba la zeitgeist imperante a mediados del pasado siglo que tenía correspondencias en los trabajos de Octavio Paz, Luis Villoro, Emilio Uranga y el gran historiador Leopoldo Zea. En la travesía iniciada por Fuentes en pos de su identidad nacional se abre un vasto compás de motivos temáticos que serían recurrentes en su obra posterior. La muerte de Artemio Cruz, Cambio de piel, Terra Nostra y Cristóbal Nonato son puntos de fuga donde se refina el gusto por la arquitectura ritual de la fábula y un complejo entramado de referencias simbólicas que funcionan como ejes narrativos arbitrarios.
Críticos como Adolfo Castañón consideran que La región más transparente, funciona en el Universo-Fuentes como El Silmarillión en la obra de Tolkien. Es decir: en esta ópera prima ya estaba prefigurada toda la "Comedia Mexicana" que el autor desarrollaría en su prolífica carrera. "No sólo es un ensayo general de sus grandes novelas sino que es una miniaturización de su proyecto novelístico total: La edad del tiempo", apunta Castañón.
El largo arco de su mundo narrativo parece cerrarse con la publicación de La voluntad y la fortuna. Para lectores clarividentes como el poeta José Emilio Pacheco, las décadas transcurridas entre ese primer manuscrito ambicioso finalizan con la vuelta de Fuentes a fijar su imaginario en México D.F.: "La región más transparente fue la primera y la última novela sobre la Ciudad de México, su mitificación literaria y su elegía anticipada poco antes de que la capital se disolviera en la catástrofe urbana llamada D.F.".
El infierno de un país azotado por las mafias del narco donde Josué Nadal, un imposible narrador decapitado nos muestra una ciudad que se extiende hasta el infinito, inabarcable, mientras los cadáveres de la guerra se disuelven en ácido por doquier y una sociedad asiste, estupefacta, al fin de todas sus esperanzas fueron los vértices de esta ficción que deja un regusto amargo sobre el posible futuro de México. Y muestra un narrador cansado, desencantado de una realidad que le cuesta ficcionalizar. O que quizá, ya no puede imaginar.
Sin embargo, huelga recordar el optimismo de Fuentes como hombre de ideas. Situado en el ensayo creía fervientemente en el futuro continental como sentencia en la última página de El espejo enterrado: "Los Estados democráticos en la América Latina están desafiados a hacer algo que hasta ahora sólo se esperaba de las revoluciones: alcanzar el desarrollo económico junto con la democracia y la justicia social (...) La oportunidad de hacerlo a partir de hoy es nuestra única esperanza".
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