EL NACIONAL, Caracas, 2 de Noviembre de 1998
¿Rayas y aros de la sensatez?
Luis Barragán
La crisis resume, reduce, expresa todos nuestros males, aún los más modestos. Las respuestas posibles, bajo la dictadura de su ecuación, alcanzan una complejidad a veces abusiva en la paradójica simplificación de los datos. Y ello crea un clima decididamente pesimista que muy bien representa Joseph Brodsky: “Tiempos horribles: nada que robar y nadie a quien robarle / Las tropas regresan con las manos vacías de sus lejanas expediciones (...) Los payasos están derribando el circo. Los elefantes se han fugado a la India / los tigres venden, en la vereda, sus rayas y aros” .
La sensatez constituye una bondad que viene recuperando su viejo prestigio en el sistema político. Hay iniciativas que lucen sencillas, adecuadas, pertinentes y catapultan a sus promotores. La opinión pública las procesa, brindándole el apoyo que aún debe conocer de un proceso que someta a prueba a esos promotores para destinos de una mayor responsabilidad.
Poner un poco más de orden en la calle, ejercer un mayor rigor en el manejo del tráfico automotor e inmediatamente sancionar a los infractores, equivale a la rápida destitución de quienes toleraron, aceptaron o fueron indiferentes ante las dificultades o fallas que provocaron el incidente aéreo con Estados Unidos y contemplaron, a distancia, el incendio en un ferry en las costas orientales. Estas medidas tan elementales, razonables y, en definitiva, sensatas, posible comienzo de toda una política pública destinada a solventar los problemas que presentan campos tan disímiles, constituyen, en la Venezuela postrentista, todo un precedente y, así, es posible explicar la popularidad o credibilidad de quienes las adoptan.
No obstante, esta primera sensatez ha de acompañarse por otras si hay aspiraciones a meterse de lleno a otros problemas. Ciertamente, las cosas no salen como queremos y es difícil, como toda creación, alcanzar la sociedad de nuestros sueños así hayan fórmulas portátiles que lo pretendan. La privatización, por ejemplo, no puede a rajatabla considerarse como una entrega al neoliberalismo y sus alucionaciones, pues se trata de no cargar con empresas que sólo producen pérdidas y mantener aquellas que nos benefian: los tiempos no hablan precisamente de recetarios infalibles. Se trata de los abscesos estatales que no sirven para fundar el modelo que se quiere - de un signo u otro - de desarrollo. Priva, en consecuencia, la más radical sensatez que es la partera de las grandes transformaciones cuando forma parte de las demandas políticas sólidamente sostenidas.
Una reciente publicación de CECODAP (Centros Comunitarios de Aprendizaje), llamada “Voces para el Cambio. Opinión de Niños, Niñas y Adoslentes” (06 / 96, año:1, Nr. 6), trae un interesante muestreo de opinión realizado entre los muchachos que, si bien revela la que propiamente traen de sus casas, constituye un buen indicador de cómo va la cosa. Los porcentajes totales están presididos por aquellos criterios que hablan de la inflación como lo que más ha hecho el gobierno (24%), seguido por el esfuerzo de haber traído al Papa (21%) y “crear crisis” (18%); la opinión que se tiene del Presidente Caldera es que “está muy viejo” (18%); la Ex-Miss consabida nuevamente es apuntalada como posible Jefe de Estado (49%), donde Pérez Jiménez increíblemente luce todavía por encima de otras opciones (6%) y debe preocuparnos, cuestionarnos, interpelarnos que éste sea considerado como el mejor mandatario que hemos tenido (34%), seguido por Gómez (12%), apuntalando una muestra que comprende a muchachos entre los nueve y diecisiete años y perteneciente los estratos B-C-D-E. Es demasiado obvio que no vivieron ambas dictaduras.
Ahora bien, mejorar la educación se convierte en una prioridad (31%) como tarea de gobierno, al igual que atender a los niños de la calle (41%). Dicen, respecto a la democracia que “no sabemos utilizarla” (27%), aunque es la riqueza (puede leerse el Midas Petrolero) lo que los hace más orgullosos de ser venezolanos (23%). El principal problema detectado es la inflación (36%), seguido por la educación (33%), la corrupción (31%), la pobreza (24%), la delincuencia (21%).
Hay que hacer lo que hay que hacer, dice un amigo. Y está en lo cierto.
Fotografía: Josep Brodsky (tomada de la red)
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