Guerra civil de la información
Luis Barragán
Los periodistas del llamado sistema nacional de medios públicos protestan las agresiones sufridas en una actividad de campaña de Capriles Radonski y, aunque condenamos todo hecho de violencia, debemos llamar la atención sobre tan particular bullicio de indignación. Bullicio que es propio del continuismo gubernamental, minimizada la sistemática y aggionarda violación de los derechos humanos en un país que lo padecemos todos, con excepción de los privilegiados del poder.
La protesta jamás se hizo sentir, por lo menos con la frontalidad y vehemencia actual, cuando otros periodistas fueron perseguidos y salvajemente agredidos por los partidarios espontáneos y tarifados del gobierno nacional. Y, mucho menos, el chavezato parlamentario permitió algún firme pronunciamiento, seguido por la eficaz actuación de los órganos correspondientes del Estado.
El éxito y ascenso de los periodistas bajo nómina oficial, ahora y antes, ha sido directamente proporcional a un intenso activismo político que coloca un acento de duda en el ámbito de la ética profesional. No por casualidad gozan de espacio y promoción estelar en las emisoras y periódicos públicos, aquellos que hicieron y hacen del reporterismo una tarea intensa de provocación ante todo opositor o disidente que – también – amablemente los atienda, añadidas la abundante ridiculización que la hacen pasar por un sesudo análisis de estudio o mesa de redacción.
Pertenecen a las plantas radiotelevisivas y diarios impresos sufragados por todos los venezolanos, propios y extraños, aunque de exclusiva disposición y disfrute de Chávez Frías, el PSUV y quienes demuestren vivamente sus simpatías. El tal sistema nacional de medios públicos, es – apenas – un eufemismo de interés, no sujeto en la práctica a la deliberación y control de la instancia parlamentaria.
Reducido el mercado de trabajo, alfilerada la economía nacional, el mandato es el preservar a toda costa el empleo alcanzado. Menos por convicción, más por necesidad, deben corear y agravar la protesta callando por la suerte de los colegas que, incluso, trillan los caminos del desempleo.
Parte de una inescrupulosa estrategia electoral de victimización, el chavezato internacional la versiona y amplía descaradamente a través de Telesur. De modo que, una vez más, les resta credibilidad moral a los periodistas del Estado que se prestan a las manipulaciones.
Resulta inaceptable la agresión de los periodistas, independientemente de sus afiliaciones. Y la que aqueja a todo el país, agudizada por suerte de esa “guerra civil de la información”.
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