miércoles, 9 de mayo de 2012

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EL NACIONAL - Lunes 07 de Mayo de 2012     Escenas/2
Invierno en Berlín
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

La inspiración ha sido transferida desde los días en que el joven Alexander recorría, tal vez en compañía del atronador Wilhelm, la amplia explanada de los tilos que varios kilómetros más adelante se transformaría en boscoso cielo del campamento ecológico de Tegel, la residencia de la baronía Humboldt y camposanto de los hermanos prodigiosos. Walter Benjamin quiere que sea la música de los parques y la humedad de las estancias los recuerdos más fijos de su infancia berlinesa. Patria de héroes y dulces, Bismarck pernocta sus desvelos para inventar un imperio que sea modelo de orden y rigor. Sabemos que fue capaz de lograrlo.

El escenario de hoy (de ayer) será menos triunfante y encantador. Lo encontramos en el acápite de idéntico título del célebre ensayo Los días de Cipriano Castro (Bid&co/ UCAB, 2011), de Mariano Picón-Salas. El cuadro es oscuro y anuncia la prolongada lluvia espiritual que le espera al caudillo equinoccial: "Bajo el frío invierno berlinés, con un riñón menos y con los vendajes de la convalecencia, salió don Cipriano de la clínica".

Desde Caracas le cortan el crédito bancario y, habiéndose acostado acaudalado magnate, se despierta hecho un harapiento indigente. La comedia le roba algunos trazos a Sófocles: "Con su temperamento teatral se siente protagonista de una gran tragedia histórica, y asume ese papel ante el escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo en la conocida entrevista del hospital Hygeia". Salido del Táchira profundo, se fantasea un dios de Ajaccio: "Se compara a ratos con Napoleón y acaso se forja la ilusión de otros Cien Días". Todos le dan la espalda en aquellas lejanías nacionales que desde Berlín parecen pequeñeces de un mundo desconocido. La traición planea sin descanso, mientras que las ambiciones desencajan todas las agallas. Recuerda las desordenadas llanuras plácidas de su terruño y desconoce el pulcro paisaje de las alturas prusianas. En unas y otras será siempre un solitario y un asilado.

La descripción produce una pena lastimera. Su carácter es portátil y sirve para imaginarnos la desdicha de nuestros caudillos de todo tiempo. Los lugares comunes de unos tendrán que ser los lugares comunes de todos: "Como un Prometeo castigado por los peores dioses, cubierto de cobijas inglesas, con la gran herida cicatrizándole, le describe Gómez Carrillo. Relampaguean aún terribles los ojos de rey asirio; de casi delirante sátrapa oriental entre las barbas negrísimas. Anuncia castigos y venganzas.

Sigue creyendo en su destino". Piensa que sigue siendo autoridad.

Le duele la traición del bagre Juan Vicente a quien considera un satélite de su gloria (¿Cipriano, planeta?). Siempre sintió a Juan Vicente como un hijo y hoy lo quiere pez con ponzoña y deslealtad. Se entera de que su obra de gobierno grande será revocada por los nuevos al poder. ¡Cuántos triunfos desperdiciados! Los acorazados norteamericanos visitan las costas patrias y eso lo agravia con profundidad. Arrastrado "por la cólera y las palabras" (¡oh gesto frecuente de nuestra política!), vive un rapto mesiánico y se encarna ­adivinen­ en Bolívar.

Libro fundamental, lo apunta en la galería de monstruos, fanáticos, condotieros e iluminados de nuestra convulsiva tierra tropical.

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