martes, 8 de marzo de 2011
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EL NACIONAL - Lunes 07 de Marzo de 2011 Opinión
Libros: Georges Perec
NELSON RIVERA
Perec. Georges Perec. Genio Perec. Perec fuera de lugar. Perec inasible. Perec más allá de fórmulas y categorías. Perec obsesivo y espumoso. Perec inesperado. Perec lúdico. En este caso hablo del Perec autor de Un hombre que duerme (Editorial Impedimenta, España, 2010), traducido con preciosismo por Mercedes Cebrián.
Me detengo en el hombre, hijo único nacido en París en el año de 1937. Icek Peretz y Cyrla Szulewicz eran judíos polacos que se habían trasladado a Francia en búsqueda de una vida mejor, a comienzos de los veinte. Ocurrió lo que el lector puede imaginar: el padre perdió la vida en la Segunda Guerra Mundial combatiendo contra Alemania como voluntario; la madre fue capturada por los nazis y en 1943 fue asesinada en Auschwitz. Unos tíos salvan al pequeño Georges, hijo de unos desaparecidos.
Voy: digo que Perec es el creador de un género: la literatura de la desaparición. Desde que publicara Las cosas en 1965, le han sucedido libros-catálogos, narraciones donde el mundo material y la psique de los personajes se constituyen a partir de variopintos listados de cosas y hechos. Si Las cosas es una especie de vitrina de modas y objetos, su narración más celebrada, La vida, instrucciones de uso (con la que se ganó el Premio Médici en 1978) es un recorrido enumeración por objetos, detalles, habitaciones y elementos presentes en una finca: de ellos se sirve para ofrecernos un enorme boceto cultural e histórico del siglo XX. De hecho, Pensar/Clasificar (publicado por Gedisa en 2008) es una suerte de ludens poética, donde escribe: "Cierto arte del texto podría fundarse en el juego entre lo previsible y lo imprevisible, entre la espera y la decepción, la connivencia y la sorpresa: la presencia de giros cuidadosamente precisos salpicados acaso con expresiones sutilmente triviales o francamente coloquiales".
En Un hombre que duerme, Perec le habla a su personaje: le narra su ralentizado hundimiento.
Como si quisiera dotarle de una cartografía, pero también de una conciencia detallada de la fatalidad a la que se ha entregado: la de abandonarlo todo, la de replegarse, la de retirarse a una vida del casi nada. "Ésta es tu vida. Esto es lo que tienes. Puedes hacer el inventario de tu escasa fortuna, el balance preciso de tu primer cuarto de siglo. Tienes veinticinco años y veintinueve dientes, tres camisas y ocho calcetines, algunos libros que ya no lees, algunos discos que ya no escuchas. No tienes ganas de acordarte de nada, ni de tu familia, ni de tus estudios, ni de tus amores, ni de tus amigos, ni de tus vacaciones, ni de tus proyectos. Has viajado y no has traído nada de tus viajes". Perec, el maestro del malestar, de la descolocación, de las ausencias, de la observación in fraganti.
NOTA LB:
Bajo el rigidísimo control de cambio, negados los dólares para el mercado editorial, ¿nos contentaremos con recibir noticias de los títulos que los amigos logran alcanzar, al igual que las reseñas nacionales o internacionales que - por ahora - podemos ver en la red?...
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Un hombre que duerme
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