miércoles, 16 de marzo de 2011
REPERTORIO
EL NACIONAL - Lunes 14 de Marzo de 2011 Opinión/9
Libros: Víctor Klemperer
NELSON RIVERA
Artes de gran maestro: Comienza el largo párrafo con un enunciado general, le sigue una coma, refiere un antecedente de la idea, otra coma, todavía añade unos tres o cuatro comentarios relativos a la genealogía de lo dicho, en los que ha turnado las comas respectivas, regresa a la afirmación inicial para introducir algún matiz necesario, otra coma, a continuación desagrega la afirmación en ramas específicas entre una coma y la siguiente, introduce dos o tres posiciones de autores ante el tópico, más comas, todavía tiene oxígeno suficiente para presentar algunos argumentos que pudieran ser obstáculo para proyectar la fórmula, intercalados por las comas de rigor (como si las comas fuesen silenciosas damas de compañía), toma su propio argumento y lo despoja de sus elementos innecesarios, que saca del juego coma tras coma, hasta que decide presentar en una oración de unas pocas palabras una especie de conclusión, un testigo con el que pasaremos al párrafo siguiente. El milagro: todo se entiende. Todo está allí, palpitante, denso y prístino.
Escrito en 1923, casi una década después de haberse doctorado en filología, en Literatura universal y literatura europea (Editorial El Acantilado, 2010) Víctor Klemperer regresa a Goethe para atizar el debate sobre la existencia de una literatura universal, opuesta, o resultado de la síntesis de las literaturas nacionales y/o las populares.
Apenas ha cruzado sus 40 años (1881) y su repertorio de lecturas es de asombro. Más que un erudito, el que escribe es un amante de la literatura, alguien que lee una estructurada fascinación por los grandes relatos.
El camino que Klemperer es el de un paciente desmontaje de las oposiciones: lo popular versus la alta literatura; el creador escindido entre ser humano natural y ser humano cultural; el Renacimiento como liberación o atadura; el clasicismo como vuelta significativa o apurado remedo de los antiguos; los creyentes en las naciones versus los creyentes en la humanidad; lo fijo como antípoda de lo móvil: todos elementos de una idea que es el eco de una visión estética y moral de Europa.
Una urgente digresión al cierre: Klemperer, sobreviviente judío de la Shoa, es autor de dos tomos de memorias, Quiero dar testimonio hasta el final, insuperable prosa que narra su vida y la de su esposa aria, entre 1933 y 1945. Quien ha tenido el privilegio, quizás comparte mi perplejidad: cómo fue posible que, en aquellas condiciones, el escritor haya logrado preservar su lucidez radical. Una respuesta posible: porque Europa ya se había convertido en un sedimento cultural interior cuando Hitler alcanzó el poder. Porque la confianza de Klemperer en la civilización era más honda que el miedo a los monstruos que ella fabricaba.
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